Cafeina con apuntes
Cientos de estudiantes recurren estos días al horario nocturno de las salas de la UGR. La mayoría esperan salvar el cuatrimestre con este agónico e intensivo esfuerzo de última hora.
“A última hora, lo único que te queda es leer mucho, hacer esquemas por un tubo y esperar a que durante el examen tengas suerte y se te aparezca la Virgen”. La filosofía de Francisco Sanz, alumno de la licenciatura de Derecho y ADE, sintetiza a la perfección el ánimo de los cientos de estudiantes universitarios que desde el pasado viernes acuden al servicio nocturno de bibliotecas de la Universidad de Granada (UGR) con la esperanza de recuperar en maratonianas jornadas de estudio el tiempo perdido durante el largo cuatrimestre que en estos días toca a su fin.
“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. La verdad del castizo refrán golpea las conciencias de la mayoría de estos jóvenes veinteañeros. No ocultan que les habría convenido aplicarse tan sencilla fórmula antes. Sin embargo, la voluntad es débil y han perdido horas preciosas durante las semanas precedentes. Ahora, se ven abocados al “mientras hay tiempo, queda esperanza”; y se agarran, como comenta Alejandra Muñoz –20 abriles, también Derecho y ADE–, al “de perdidos al río”, materializado, desde este preciso instante, en forma de intensivas sesiones de pase de apuntes y rotura de codos.
Las agujas del reloj rozan la medianoche de un frío viernes, marcado en el calendario como 16 de enero. Una gélida niebla se apodera de las calles de la ciudad, que languidecen bajo la amarillenta luz de las farolas de la avenida de Madrid. El ambiente hiela el ánimo y debería servir para cortar de raíz la voluntad de salir de casa. El comienzo del fin de semana coincide, sin embargo, con la fecha elegida por la institución académica granadina para abrir las puertas de algunas de sus bibliotecas a intempestivas horas.
Para una gran parte de los futuros titulados –los menos previsores, según reconocen la mayoría–, este momento significa “el ahora o nunca”. El goteo de personas que encaran la biblioteca Biosanitaria es constante. Como almas en pena, ascienden la cuesta de la facultad de Medicina portando carpetas de todas las formas y colores, pequeños plumieres, algún que otro libro –los menos– y bolsas plagadas de excitantes. “Creo que los que venimos aquí somos del tipo de gente que no contamos ya con muchas opciones. Vamos un poco a la desesperada”, asegura, en un alarde de sinceridad la joven Alejandra Muñoz.
“Hombre, tampoco es necesario plantearlo así”, matiza su acompañante y estudiante de Farmacia, Álvaro Rodríguez, quien destaca que, en contra de lo que pueda pensarse, “siguen siendo mayoría los que prefieren repasar durante el día”. Como otros que caminaban por la acera antes que ellos, los bultos de unas latas que sobresalen en la bolsa acompañan el tocho de folios. Señalan que este particular avituallamiento resulta imprescindible para aguantar el trajín: “El Red Bull es fundamental, la clave para mantenerse despierto.
De hecho, hemos bajado a una de esas tiendas orientales de 24 horas para comprar unos cuantos”. “Con este horario se aprovecha mucho mejor el tiempo. Yo vengo de lejos, algo que me obliga a pasar más horas seguidas aquí. Si estoy en el piso, tengo las tentaciones demasiado a mano. Te entran ganas de acostarte, o de ver la televisión, conectarte a internet. La biblioteca me aísla, me ayuda a concentrarme más, a meterme en el ambiente, puesto que todo el mundo hace lo mismo”, resalta Alejandra, una de las habituales por estas dependencias.
La chica no oculta que el de Biosanitaria es el más popular de los centros, “donde más a gusto te encuentras, pues las mesas son bastante cómodas y separan los puestos de enfrente”. Aunque parezca mentira, no son pocos los que piensan que aún es pronto para echar el resto. Buscar un hueco en este complejo, dentro de tan sólo una semana, será poco menos que misión imposible. El ambiente durante el primer día todavía era flojo. Al borde de la medianoche, los bancos libres ganan a los ocupados por goleada, una situación que se convierte en norma tan sólo una hora más tarde, cuando más del 90% de la sala se halla ya completamente vacía.
Curiosidades. En este desierto se hacen más evidentes objetos que antes pasaban desapercibidos, como pequeños peluches, fotos, revistas de moda, periódicos deportivos, cajas de vitaminas, latas de marcas poco conocidas de refrescos de cola o pequeños recipientes de gominolas, nubes y todo tipo de ‘guarrerías\’ con las que los usuarios amenizan la velada. Según recientes estadísticas de la Universidad de Granada, más de un millar y medio de jóvenes abarrotarán estas instalaciones durante las fechas previas a los exámenes, algo que quizás no ocurra, al menos, hasta dentro de una semana.
La valenciana Belén Font de Andrés se dispone a entrar en compañía de dos amigos a eso de las doce menos cuarto. Le quedan un par de años para terminar Farmacia y cuenta que es la “segunda o la tercera vez que acude a la Biosanitaria”. “Creo que esta iniciativa es buena, pues abre el abanico de opciones y facilita las cosas a la gente. Personalmente, me encanta estudiar en la biblioteca”. “Tengo comprobado que rindo más, me cunde más que en el piso”, explica la futura boticaria, quien, al igual que Alejandra y Álvaro, confirma que los refrescos de cola son el mejor complemento del libro en estas circunstancias: “Tienes que emplear la cafeína. Es imprescindible para aguantar el tirón”.
Cuando se le pregunta por lo recomendable del hábito de estudio nocturno de última hora, tampoco duda la respuesta: “Yo, por lo menos, no lo aconsejo. Dejarlo todo para el final es un mal asunto. Considero que es más conveniente mirar un poco la materia cada día”. Hasta el último instante. Los estudiantes de la institución académica han tenido que salir precipitadamente del periodo de letargo invernal para toparse de lleno con las pruebas que tanto temieron desde principios de otoño. Cada cual acude al refugio de la noche con sus anhelos, esperanzas y miedos, pero todos, sin excepción, coinciden en la frase de Miguel Castillo: “No hay motivación más grande que verte con el agua al cuello a finales de enero”.
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