Pocos son los tratadistas, historiadores, investigadores o curiosos de la cosa, que han publicado estudios, biografías o detalles sobre uno de los pensadores más importantes de España, Américo Castro, y que se hayan dignado a subrayar que don Américo desciende de una familia que residía en Huétor-Tájar, por otro lado, mi pueblo y el de ustedes, como se dice. Este detalle ha llegado a ser tan obvio que incluso se hizo en esta ciudad un librito sobre los granadinos más ilustres del siglo veinte, y también se pasó por encima el verdadero lugar de origen, insistiendo en que era granadino, e ignorando que cuando volvió de Brasil, muy joven aún, iba desde este pueblo de la vega hasta la Universidad de Granada a caballo.
Américo residía en la Casería de los Castro, un sitio que aún existe en Huétor-Tájar, y provenía de una familia acomodada, que al parecer, descendía del arzobispo fundador del Sacromonte granadino. Lo del lugar de nacimiento no es por nacionalismo local, sino por justicia y salud histórica a un municipio que, aunque se carga su vega a pasos agigantados (ahora con esto de la crisis parece que la vega no va a sangrar en unos pocos meses) sí supo darle honor y sitio a su ilustre paisano, imponiendo su nombre a calles y plazas, e incluso a un instituto que alberga alumnos del mismo Huétor, Salar, Villanueva Mesía y Moraleda de Zafayona.
Navegando por ese inmenso mar que es internet (Paco Espínola preguntaba en sus entrevistas si internet es el comunismo) uno encuentra que en Wilkipedia, la enciclopedia urgente y precisa que te lo dice todo sin pedirte nada a cambio, sí se subraya el lugar de nacimiento de este señor, abundando en su biografía de la que podemos destacar que, por otro lado, ni nació ni murió en Huétor-Tájar, ni en Granada, aunque sí viviera aquí como hemos dicho, estudiara y se doctorara en la Universidad de Granada en 1904 en Derecho y Letras, y su sangre fuera granadina. De su prolífica vida destacamos que estudió en la Sorbona entre 1905 y 1907, que estudió también en Alemania, que en 1910 organizó el Centro de Estudios Históricos en Madrid, que fue catedrático de Historia de la Lengua Española en la Universidad madrileña en 1915.
En Madrid conoció y entabló amistad con Ramón Menéndez Pidal y Francisco Giner de los Ríos y estuvo vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y el Krausismo. Fue profesor honorario de las universidades de La Plata, Santiago de Chile y México y de la Universidad de Columbia. Fue nombrado embajador en Berlín en 1931, apenas declarada la República, y marchó a EEUU al estallar la Guerra Civil; allí enseñó literatura en la Universidad de Wisconsin, en Texas, y Princeton, y tuvo importantes discípulos, como Russell P. Sebold o Stephen Gilman.
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