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Un ‘CSI’ en el corazón de las Cuencas

Realidad y ficción, más cerca que nunca. Las prácticas popularizadas en series televisivas como «Bones» o «CSI» no se distancian tanto de los actuales procedimientos forenses. Sobre todo después de avances como el que desarrolla el Centro europeo de Soft Computing, con sede en el campus universitario de Mieres, que trabaja en una técnica de identificación de cadáveres a través de fotografías conocida como «identificación forense por superposición craneofacial». Un sistema que, aunque ya inventado, permite a Soft Computing dar un paso más allá, reduciendo tiempos y costes.

El responsable del proyecto es el granadino Sergio Damas, investigador asociado de la unidad de aplicaciones de lógica fuzzy y algoritmos evolutivos, que lleva cinco años trabajando en el proyecto. Un tiempo durante el que ha aprendido que, aunque existen muchas diferencias entre la ficción de las series de televisión y la realidad de los forenses, cada día se acercan más. Aun así, explica que en estas producciones «parece que todo se resuelve automáticamente y sin problemas. Y, además, no tienen limitaciones en cuanto al uso de material y técnicas. En la vida real no ocurre eso», afirma. Sin embargo, Soft Computing desarrolla su iniciativa con uno de los centros más avanzados en la técnica de superposición craneofacial, el Laboratorio de Antropología Física de la Universidad de Granada, que dispone de una tecnología puntera para desarrollar este tipo de identificaciones.

La idea es simple: el forense cuenta con un cráneo humano y una fotografía de un sujeto que ha desaparecido y que podría corresponder con los restos encontrados. En sus inicios, el forense colocaba el cráneo sobre un atril e intentaba posicionarlo en la misma postura que aparecía la imagen del desaparecido. Después, hacía fotografías al cráneo y las comparaba con la foto. En un proceso más avanzado, se comenzó a utilizar el vídeo para captar el cráneo desde varios puntos de vista, con la misma superposición, en este caso a través de un sistema de edición audiovisual. Estas técnicas dilataban el proceso en demasía y, además, no ofrecían un alto grado de fiabilidad, por lo que se utilizaban como pruebas excluyentes, más que identificativas.

La revolución llegó con el escáner tridimensional, que consigue hacer una copia en 3D del cráneo en muy poco tiempo. Después, se escanea la fotografía del desaparecido y se comparan. En este caso, el proceso se reduce a un máximo de 24 horas. Esta tecnología es la que se encuentra en el laboratorio granadino con el que colabora el Centro europeo de Soft Computing, pero éstos últimos quisieron dar una vuelta de tuerca más al proceso para reducirlo a sólo unos segundos. «Con la aplicación de las técnicas de Soft Computing se automatiza el proceso, reduciéndolo a un máximo de cuatro minutos, aunque en algunos casos se reduce a menos de un minuto», apunta el investigador Sergio Damas.

Pero no sólo se consigue ahorrar tiempo, sino que se persigue un fin más, «obtener un mayor margen de fiabilidad, algo en lo que vamos muy avanzados». Hasta ahora el 99,9 por ciento de fiabilidad sólo lo ofrecían las pruebas de ADN, pero no se pueden aplicar a todos los casos y, además, son muy costosas. «La utilización de las pruebas de ADN se ha popularizado tanto en la televisión y en el cine que el pensamiento generalizado es que se trata de una prueba sencilla, pero no lo es tanto», señala Damas. Entre sus inconvenientes se encuentran el tiempo, el dinero o disponer de otra persona contra la que hacer la prueba, entre muchas otras. «El problema es que tienen que darse muchas circunstancias para que se pueda hacer la prueba, pero hay casos en los que es más práctico hacer la superposición craneofacial», afirma.

Entre estos casos, algunos de los que han estudiado los investigadores de Soft Computing en colaboración con el laboratorio granadino. En estos cinco años han trabajado en más de una veintena de ellos. Sergio Damas alude a uno bastante claro que imposibilitaba la prueba de ADN en todo caso. Una mujer que apareció en una patera. «Tan sólo portaba una bolsa con un pasaporte que, presumiblemente, debía de ser suyo, pero no estaba confirmado. A través de la foto que llevaba el documento, se realizó esta técnica, que averiguó que el cuerpo y el pasaporte eran de la misma persona», apunta Sergio, y añade: «La prueba de ADN hubiera sido imposible, porque no había familiares cerca con los que trabajar». Además de los casos de estudio, Soft Computing ha colaborado también con la Guardia Civil en un caso real. A pesar de que Sergio Damas no puede ofrecer muchos detalles sobre el suceso, sí cuenta que lo que se trataba de identificar «era el cuerpo de un hombre de avanzada edad que fue encontrado en el entorno de la Alhambra, en Granada». Gracias a sus progresos, lograron identificar al desaparecido con un alto grado de fiabilidad.

Otro aspecto destacable son las múltiples aplicaciones que podría tener su proyecto, incluso, con las fosas comunes de víctimas del franquismo. Sergio Damas asegura que «sería un campo interesante de explorar, si bien cuenta con algunas dificultades, como la ausencia de fotografías, que sería la principal». Aun teniéndolas, afirma, «sería complicado ahora mismo, ya que la óptica de las cámaras ha evolucionado mucho, y nuestro sistema tiene los parámetros de ópticas actuales. Pero se podría extender el trabajo, es una opción».

Mientras tanto, Soft Computing ya se ha puesto manos a la obra para hacer una patente europea de su técnica. Sobre todo, después de conocer el interés que despierta su propuesta entre muchas de las empresas que desarrollan software para las fuerzas de seguridad, y con la intención de comercializarlo. Para llevar a cabo esta iniciativa, el centro ha recibido una ayuda del Principado dentro de la convocatoria de subvenciones para transferencia de tecnología, que permitirán sufragar parte de los gastos que origine patentar su programa. Además, el trabajo no termina con la patente, sino que evoluciona. De hecho, el equipo ha solicitado ayuda para desarrollar el proyecto a nivel europeo. Con ello, según asegura Sergio Damas, «también queremos avanzar en la fiabilidad de la prueba, ya que la comunidad forense no ha hecho estudios en profundidad para asegurar un cumplimiento del 99,9 por ciento».

Por el momento, y si el proyecto europeo va adelante, se coordinarán con diferentes laboratorios forenses europeos, así como dispositivos de las fuerzas de seguridad. En esta colaboración se encuentra la Guardia Civil en España, pero también las policías de Portugal, Israel y Turquía. Una vez aprobado, se propondrá la creación de un consorcio en el que figuren todos los colaboradores anteriormente citados, así como una serie de especialistas que evaluarán el proyecto y comprobarán si éste tiene viabilidad,

En cualquier caso, lo que dejará claro el centro europeo de Soft Computing es su lucha por lograr la excelencia en los proyectos que desarrolla, así como por establecer vínculos de colaboración con aquellas entidades que se interesan por su trabajo, como ha ocurrido con la relación lograda con las policías europeas.

La unidad en la que trabaja el investigador Sergio Damas se basa en dos líneas de trabajo, la lógica difusa y los algoritmos evolutivos, que se aplican en cada proyecto de investigación. En lenguaje técnico, la lógica difusa plantea un marco global en el que el grado de pertenencia se amplía, pero se entiende mejor a través de ejemplos. Uno de los casos más claros es el concepto de alto y bajo. La lógica tradicional marcaría un punto medible en el que se pasa de alto a bajo, mientras que la difusa establece más grados en ambos conceptos. En el contexto de la identificación craneofacial, la lógica difusa señala que los puntos de referencia que guían el emparejamiento del cráneo y la fotografía encajen bastante bien o lo mejor posible, pero se exige una exactitud que se consideraría innecesaria en este caso.

Los algoritmos evolutivos, por su parte, están inspirados en la naturaleza y en como ésta ha guiado a las diferentes especies a la hora de solucionar los problemas que se le iban planteando. Con ello, hay especies que se adaptan mejor que otras e, inspirándose en ello, los algoritmos evolutivos plantean una competición entre las diferentes soluciones posibles. De ellas, las que mejor se adaptan son las que se consideran como buenas soluciones. Con ello, se consigue un proceso de optimización, en el caso de la identificación de cadáveres con fotografías, para desechar las soluciones menos buenas y quedarse con las más ajustadas al objetivo final que se persigue.

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