La «fauna» de la Universidad
El asturiano Sixto Sánchez describe en un libro los diversos «estilos» de gente que pueblan la enseñanza superior
Sixto Sánchez Lorenzo, en su despacho de la Universidad de Granada.
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Oviedo, Érika VALLES
«Mucho habré de laborar y discurrir para que esta criatura que acabo de crear no se me suba a las barbas», le dijo Dios al querubín después de hacer al hombre. «Recuérdame que cree la Universidad», remató el todopoderoso.
Con esta frase Sixto Sánchez Lorenzo abre su libro «De Bestiis Universitatis (Esos tipos universitarios…)». Una sátira -ingeniosa, directa y sincera- de los diferentes «tipos» que pueblan los pasillos universitarios. Una descripción, mejor dicho, una clasificación de los «especímenes», buenos y malos, que pasean su planta y sabiduría por los pasillos de los grandes centros de enseñanza superior.
Sixto Sánchez, asturiano de 41 años, es catedrático de Derecho Internacional privado de la Universidad de Granada. Se licenció en la Universidad de Oviedo y se ha movido por muchos otros centros. No sólo dando clases, también asistiendo a cursos y conferencias, «algo que encanta» a los grandes maestres, como él mismo afirma. Ese ir y venir le ha dado la experiencia necesaria para escribir este libro.
Como en todas las esferas de la vida, en la Universidad hay gente de todo tipo. Algunos que merecen la pena y otros de los que es mejor estar lejos. El «inimputable», por ejemplo, es el más peligroso de los tipos que hay en las universidades. ¿Por qué? «Porque del tonto y la sinrazón no te puedes defender. Si te encuentras con algo así es mejor salir corriendo», explica el autor. Ésas son las características del «inimputable». Es vanidoso, más bien poco inteligente, pero emana prepotencia por los cuatro costados. Un ejemplo de «inimputable» político es George W. Bush, «capaz de destruir la humanidad con enorme rapidez», tal y como reza el libro.
Los idiomas es el punto flaco de muchos de los profesores universitarios. Especialmente, porque en la mayoría de los casos, en esta materia, son superados, con creces, por muchos de sus alumnos, nacidos en esa época de la globalización y del europeísmo donde el que no pasaba un verano en Londres no era nadie. «Nos acompleja el no saber», reconoce Sixto con una sonrisa. Por eso, hay dos tipos universitarios que llevan lo de las diversas lenguas hasta su máxima expresión. Por un lado está el políglota que es capaz de mantener una conversación en varios idiomas. Por otro, el divino o lo que el autor define en el libro como un «progre del sistema». «El típico que siempre te hace quedar como un idiota», matiza. Es aquel que, en una conferencia en alemán, hace innumerables aspavientos para que todos se percaten de que no usa traductor. El mismo que minutos después dejará claro que lo utiliza cuando la conferencia es en español.
A cuestas con la revolución
¿Y qué hay del penene? ¿Ese eterno revolucionario? Amante de las asambleas al más puro estilo mayo del 68. Ése que no oposita por no convertirse en funcionario del Estado o el que lo hace para intentar combatir desde dentro los fallos del sistema. El gran hippy reformado que cambia su fachada -deja atrás el pelo largo y los pantalones de cuadros por el traje y la corbata- pero que sigue viviendo con sus ideales. Ése en el que todo hay que someterlo a votación. Y, si es posible, a dos vueltas.
Encontrar un «tipo puro» es complicado. «Los hay pero lo normal es que tengamos un poquito de todo», afirma Sixto Sánchez. «Todos nos queremos y subirse a una tarima para que te observen mientras cuentas lo que sabes te convierte en alguien vanidoso», entona el autor a modo de mea culpa.
Pero el poder llama al poder y, en el ámbito universitario, poder puede tenerse mucho. «Hay rectores que dirigen universidades más grandes que muchas empresas. Controlan a multitud de empleados con grandes recursos económicos». Esto hace subir el ego. En muchas ocasiones son los propios alumnos los encargados de bajarlos. «Se dan más cuenta que nadie de lo que somos. Son los únicos que están durante minutos pendientes de lo que decimos, analizándonos», comenta el autor.
Lo que comenzó como una terapia para olvidarse de las presiones laborales para «entretenerme» ha terminado con un libro en el mercado. Un texto que, de momento, no le ha traído problemas. «Nadie me comentó nada así que supongo que nadie se ha dado por aludido», asegura con una sonrisa.
«Muchos ya me han comentado otros tipos que yo no conocía», lo que puede dar opción a un segundo libro. «No lo sé. Para mí la escritura es un entretenimiento». Quizá otras facetas darían mucho juego. «La política está llena de tipos que merece la pena analizar. Incluso los medios de comunicación. Yo ya rompí el hielo. Que se anime otro a tocar otros ámbitos». El guante está lanzado.
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