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La atmósfera puede ser el mejor detector de terremotos

Pequeños cambios en la ionosfera podrí­an ayudarnos a predecir terremotos con dí­as de antelación. Cientí­ficos de todo el mundo analizan las variaciones de la carga eléctrica en la atmósfera en los momentos previos a un gran seí­smo con la esperanza de encontrar un método de predicción.

El 9 de enero de 2010, tres dí­as antes de que se produjera el gran terremoto de Haití­ que dejó 200.000 muertos, un pequeño satélite francés pasó por encima de la isla y registró una variación en la densidad de electrones sobre lo que horas más tarde serí­a el epicentro de la catástrofe. Unos meses después, a finales de febrero, el mismo satélite detectó una serie de perturbaciones sobre Chile poco antes de que un terremoto de intensidad 8.8 asolara parte del paí­s.

 ¿Se pudo predecir la tragedia? Lamentablemente, el satélite DEMETER no está equipado para suministrar datos en tiempo real y los cientí­ficos no pudieron analizar los registros hasta dí­as después, cuando ya sabí­an bien dónde buscar. «No es un satélite para predecir terremotos», asegura el director del proyecto, Michel Parrot, a lainformacion.com, «sino para registrar perturbaciones que puedan estar relacionadas con la actividad sí­smica».

El pequeño DEMETER da 14 vueltas a la Tierra cada dí­a a una altura de 600 kilómetros mientras analiza los cambios en la ionosfera. A pesar de su búsqueda incansable, la misma tecnologí­a que nos sirve para detectar pequeños cambios en la electricidad del aire aún no nos permite predecir cuándo se va a producir un terremoto ni monitorizar cada zona del globo en busca de señales. La ionosfera también varí­a con fenómenos naturales, como las tormentas o la actividad solar, que podrí­an llevarnos a confusión. «El principal problema», añade Parrot, «es determinar el momento en que se va a producir el terremoto y la magnitud. En el caso de Chile, cuando vimos las señales del satélite no sabí­amos si tendrí­amos un gran seí­smo en el plazo de dí­as, o un seí­smo pequeño en el plazo de horas».

Escrutando los cielos

A pesar de las dificultades, cientí­ficos de todo el mundo investigan esperanzados si este tipo de cambios atmosféricos pueden servir algún dí­a para evitar la tragedia. En EEUU, la empresa estadounidense QuakeFinder puso en órbita de un satélite similar y la Agencia Espacial Japonesa lleva años analizando la ionosfera en busca de señales electromagnéticas. Hay grupos de investigación en    Rusia, China, Francia, Alemania y Taiwán, y todos obtienen las mismas evidencias: en los dí­as anteriores a los terremotos se produce una alteración en el estado electromagnético de la atmósfera que puede ser detectada por magnetómetros de alta sensibilidad.

La pregunta que tienen todos estos cientí­ficos en mente desde hace años está clara:  ¿qué cambios eléctricos puede provocar un movimiento de las entrañas de la tierra para llegar a alterar una capa tan alta de la atmósfera?

En España, un grupo de investigación de la Universidad de Granada coordinado por Alfonso Salinas Extremera, trabaja en un proyecto para estudiar este fenómeno e instalará el primer observatorio para detectar anomalí­as de la ionosfera en la Sierra de la Alhamilla (Almerí­a). Durante la última década, nos explica, los cientí­ficos han llegado a la conclusión de que    los cambios atmosféricos antes de los terremotos se producen básicamente por dos mecanismos: «el movimiento de la corteza terrestre provoca una serie de corrientes en el subsuelo que podrí­an alterar las cargas eléctricas», dice, «o bien deja escapar gases de procedencia radiactiva como el radón», que producen alteraciones observables en el campo eléctrico. Y esto es parte de lo que estudian Salinas y su equipo con ayuda del observatorio y de simulaciones numéricas.

Del subsuelo a la atmósfera

Algunos de los secretos de este mecanismo interno que altera la atmósfera los ha descubierto Friedemann Freund, profesor de Fí­sica del Ames Research Center de la NASA, que lleva una década estudiando los sí­ntomas que se producen antes de un terremoto. «Lo que he encontrado», nos cuenta Freund por teléfono desde California, «es un funcionamiento elemental de la electricidad de las rocas que nadie habí­a documentado hasta ahora».

Sus observaciones y pruebas en el laboratorio demuestran, según él, que la presión que se produce en las rocas a varios kilómetros de profundidad dí­as antes del terremoto, provocan una corriente eléctrica que asciende hasta la superficie y trastorna después el equilibrio eléctrico de la ionosfera, dí­as antes de que se produzca el seí­smo.

«Las rocas contienen partes eléctricas que se activan cuando son presionadas», asegura Freund. «Durante este proceso las rocas se convierten en semiconductores, las cargas eléctricas pueden salir fuera, y avanzan a unos 200 metros por segundo, puede que más rápido, hasta la superficie. Y forman corrientes eléctricas en la profundidad de la corteza terrestre que pueden alcanzar cientos de miles, quizá millones, de amperios. Cuando esta corriente fluye y aumenta en intensidad se convierte en una especie de gran estación de radio que emite ondas electromagnéticas en frecuencias muy bajas. Y estas ondas han sido medidas durante muchos años, aunque nadie entendí­a de dónde vení­an hasta ahora».

Una vez en la superficie estas corrientes ascendentes crean campos electromagnéticos lo suficientemente fuertes como para ionizar el aire, según Freund. «Una gran burbuja de iones positivos asciende en la atmósfera» continúa. «Cuando llega, hace que el plasma reaccione y los electrones son impulsados hacia abajo unos 20 kilómetros y eso es lo que la gente ha estado observando durante años antes de los terremotos».

En los casos de grandes terremotos, estas protuberancias atmosféricas han sido detectadas habitualmente en torno a cuatro o cinco dí­as antes del seí­smo, aunque a veces han llegado a registrase hasta diez dí­as antes. Uno o dos dí­as después de la sacudida, el fenómeno de la ionización atmosférica desaparece completamente del mapa. La electricidad que emana de estas rocas, serí­a también la causa de las luces que miles de testigos ven en el cielo durante un terremoto, y al que se han atribuido todo tipo de explicaciones esotéricas.

 ¿Podremos predecir terremotos?

El profesor Freund está convencido de que sí­, aunque el sistema deberá basarse en muchas informaciones adicionales, además del fenómeno de ionización. «La protuberancia atmosférica, por sí­ misma, no es suficiente», asegura. Las pruebas apuntan a que las zonas a punto de ser afectadas por un terremoto también emiten radiación infrarroja y señales de larga frecuencia (EM) que se trasmiten a la atmósfera. Un sistema que quiera prever terremotos deberí­a contar con todos estos elementos, y esto es precisamente, nos cuenta Freund, lo que está haciendo la NASA con su programa Global Earthquake Satellite System (GESS) que combinará las mediciones de los movimientos de la corteza terrestre desde una red de satélites con las mediciones que se hagan desde tierra.

A pesar de que hay aún hay muchos escépticos en la comunidad cientí­fica, si se confirma la teorí­a de Freund, es posible que algún dí­a podamos paliar de alguna forma los terribles efectos de los temblores de tierra.    «Aunque si se llega a desarrollar una herramienta», matiza, «más que una predicción será algo parecido a la previsión del tiempo. Es decir, sabremos que caerán rayos en determinada zona, pero no podemos predecir dónde caerán exactamente».

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