La caída de precios en España alimenta los temores de deflación en Europa
Ante el descenso en los pedidos, los comerciantes en recesión están empezando a hacer algo que muchos de ellos nunca habían hecho: reducir las tarifas de distribución.
Los precios cayeron en marzo en todos los sectores, desde los restaurantes y los distribuidores de moda hasta las farmacias y los supermercados. Esperando aumentar las ventas, Fernando Maestre redujo en un tercio los precios de los vídeo-porteros para casas y edificios de apartamentos que su compañía fabrica. Pero esto no ha ayudado, por lo que, junto con otros muchos empresarios españoles, sigue despidiendo trabajadores.
El índice de desempleo, que ya está en un doloroso 15,5%, podría pronto alcanzar el 20%, una cifra preocupante para un país industrializado.
Con la combinación de aumento del desempleo y caída de precios, los economistas temen que España esté cayendo en las garras de la deflación, una característica tanto de la Gran Depresión como de la década perdida en Japón de los años 90, y se ha convertido en una preocupación importante desde que la crisis financiera se hizo global el año anterior.
Una tendencia irreversible
La deflación puede acabar en una espiral descendente que sea difícil de invertir. A medida que el paro aumenta de forma aguda y los consumidores reducen el gasto, las compañías recortan precios. Pero si las ventas no se recuperan, los ingresos pueden descender aún más, obligando a más recortes en los sueldos de los trabajadores. El señor Maestre ya está contemplando la posibilidad de recortes de empleos y sueldos para sus 250 empleados.
En marzo, España se convirtió en el primer país de la zona euro en registrar un índice de deflación negativo En ningún lugar este ciclo es más evidente que en España. El mes pasado, se convirtió en el primero de los 16 países que usan el euro en registrar un índice de inflación negativo. Esta caída, aunque sólo de un 0,1%, no se había producido desde que el gobierno empezó a seguir la inflación en 1961, y los políticos españoles han dicho que los precios podrían seguir cayendo hasta el verano. Parte del declive llegó cuando los precios de los alimentos se hundieron; el precio del pescado cayó un 6,2%, y el azúcar bajó un 5,7%.
“Las alarmas se están disparando”, dice Lorenzo Amor, presidente de la Asociación de Trabajadores Autónomos. “Las economías pueden recuperarse de la desaceleración, pero es más difícil recuperarse de una situación deflacionaria. Esto podría ser una catástrofe para la economía española”. No sólo en España se teme a la deflación. Luxemburgo, Portugal e Irlanda han presentado también caídas, aunque los declives han sido ligeros, y los precios se elevaron modestamente tras descontar los de los alimentos y la energía, que pueden fluctuar mucho.
“No significa que el mal se vaya a extender a EEUU, pero hay que mirar de cerca el caso de España y otros lugares para entender la dinámica”, dice Simon Johnson, profesor de la Sloan School of Management en el Massachussets Institute of Technology y ex jefe economista del Fondo Monetario Internacional. “Es el frente de vanguardia del brote de un nuevo virus”.
Falta de confianza
Las tendencias han puesto nerviosas incluso a las empresas bien establecidas. “Hay una falta de confianza tan enorme en los políticos, en la UE y en los bancos”, dice Arturo Virosque, de 79 años, presidente de la Cámara de Comercio de Valencia y propietario de una compañía de logística local. Recordando las crisis desde su infancia, en la Guerra Civil española, afirma que “esta es diferente. Es como una enfermedad”.
La compañía de Virosque ha reducido el cobro por almacenaje, y ha recortado su plantilla. “Lo peor es que tenemos que prescindir de la gente joven”, explica el empresario, porque las indemnizaciones hacen demasiado caro despedir a los trabajadores mayores.
Aunque el desempleo tradicionalmente es más alto en España que en gran parte de Europa, este agudo aumento tiene a muchos nerviosos. El índice de desempleo para los menores de 25 años está en un nivel parecido al de la Depresión en el 31,8%, el más alto entre los 27 países de la UE. Antes de recortar precios a principios de 2009, Maestre aplicó varias recortes en su compañía, Fermax, a medida que las ventas de vídeo-porteros se hundieron junto con la burbuja inmobiliaria española.
ipc“Es una cuestión de supervivencia para todo el mundo”, indicó. De todas formas, la bajada de precios no se ha traducido en aumento de las ventas. Los pedidos de Fermax cayeron un 25% en el primer trimestre. Los precios de algunos componentes de los interfonos que él compra, como las pantallas de vídeo, también han bajado, pero no lo bastante para compensar la caída de las ventas. “Los precios tienen que bajar más y nosotros tendremos que gastar menos”, dice.
Yolanda García ha trabajado como carnicera bajo los arcos del mercado central de Valencia durante una década, pero está preocupada porque la caída en el precio del pollo, hasta 5,99 euros el kilo, desde 6,99, no ha atraído a más clientes a su puesto. “Desde luego, estamos preocupados de que el jefe tenga que reducir personal”, afirma García, de 28 años, cuyo marido, un trabajador de la construcción, fue despedido hace dos meses.
Todo esto ha hecho que la deflación, que antes era un tema que sólo conocían los economistas que estudiaban la Gran Depresión, ocupe aquí las primeras páginas de las noticias.
La economía americana es menos vulnerable a la deflación, en parte debido a la decisión de la Reserva Federal de recortar los tipos de interés a cerca de cero y aumentar los créditos en 2 billones de dólares. El Banco Central Europeo también ha reducido los tipos, aunque más lentamente, y se ha resistido a las medidas de préstamos adoptadas por la Fed y el Banco de Inglaterra para impulsar el gasto.
Cuando España tenía su propia monead, la peseta, el banco central podía simplemente devaluarla, o recortar los tipos de interés a cero. Pero esa opción ya no existe en la era del euro, en que la política monetaria está controlada desde la sede del Banco Central Europeo en Frankfurt, dice Santiago Carbó, profesor de economía en la Universidad de Granada.
“Si entramos en un período deflacionario, no tendremos herramientas monetarias para solucionarlo”, dice Carbó.
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