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Viaje al centro de la Sierra

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Viaje al centro de la Sierra
La ministra Cristina Narbona preside hoy el pleno del Patronato del Parque Nacional de Sierra Nevada, el mayor de España y el segundo sistema montañoso más alto de Europa tras los Alpes
ROMÁN URRUTIA //GRANADA

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DECIR que Granada tiene el segundo sistema montañoso más alto de Europa después de los Alpes y el mayor espacio natural de la península, decir que en su interior conviven especies únicas en el mundo y que en sólo algunas de sus zonas hay más que en toda Francia, puede resultar ampuloso. Pero es cierto. Y hay que decirlo y difundirlo para que el Parque Nacional de Sierra Nevada se respete aún más. El campo sí debe tener puertas a veces y en este caso la normativa trata de ponerlas para que se abran sólo a quien llegue en son de paz. De la normativa, de la gestión del Parque, y del estado de las negociaciones entre el Estado y la Junta para el traspaso de competencias sobre Sierra Nevada a Andalucía se hablará hoy en la reunión que celebra en Granada el pleno del Patronato del Parque Nacional bajo la presidencia de la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona.

Denominada por los árabes de la Edad Media como Sierra del Sol, Sierra Nevada alberga una de las floras mas valiosas de todo el continente europeo y un rico patrimonio cultural e histórico acumulado durante siglos. Ríos, lagunas, veredas, vericuetos, miles de plantas con una vida secreta, animales que han vuelto a los orígenes… todo un mundo por descubrir desde los 300 metros de altura del valle del Andaráx, en Almería, hasta los 3.481 del Mulhacén, en Granada. Y detrás de todo eso un puñado de personas que trabajan afanosamente por tratar de mantener una naturaleza en estado puro.

44 municipios

Cuando Antonio Ponz subió al Veleta en 1754 -dejando el primer testimonio escrito de una ascensión al picacho- no imaginó que aquel espacio «desde donde se forma una apacible vista», tendría que ser protegido por el hombre un siglo y medio después.

Y es que una de las normas del Parque Nacional es que dentro no puede haber núcleos urbanos ni edificaciones privadas de las que se pueda disponer libremente. Pero sí que hay un paisanaje que vive de y por el Parque que está bordeado por 44 municipios. Desde los 113 habitantes de Alsodux, en Almería, o los 187 de Juviles, en plena Alpujarra granadina, hasta los 2.600 de Fiñana o los 2.500 de Güéjar Sierra todos son pueblos con un pasado y un presente similar, con una historia pararalela.

En su conjunto casi sesenta y cinco mil habitantes que tienen un espíritu y un destino común. Buena parte de esas gentes viven aún de la agricultura y la ganadería, sectores en recesión a los que gana terreno el turismo rural. Unos pueblos, como La Zubia o Rágol, apenas tienen 1 y 32 hectáreas respectivamente dentro del Parque, otros, como Güéjar Sierra, superan las 10.000, pero no hay diferencias. Precisamente este último recibió con recelo la creación del Parque Nacional. Sus habitantes, celosos de su tierra, veían peligrar su desarrollo, hasta que el tiempo les ha convencido de lo contrario.

El Parque sigue siendo reserva del pastoreo y las Dehesas de San Juan sigue siendo zona de pastos para los pastores güejareños como Gabriel, uno de los últimos transhumantes, cuyas 300 vacas no sobrevivirían si no dispusieran de esta reserva. Y no sólo Gabriel, sino Bartolo, un singular personaje a quien desde hace 40 años se le ve deambular en solitario con sus ovejas por los lugares más insospechados. O Miguel Gallego, el famoso pastor cuya condena por arrancar manzanilla de la Sierra dio la vuelta a España. Precisamente en su alegato, el abogado defensor resumió la importancia de estos vecinos en el desarrollo del Parque cuando durante el juicio dijo que a quien habría que proteger era al pastor, que sí es una especie en extinción.

Recursos hídricos

Aunque a lo largo y ancho de su superficie de 86.208 hectáreas es habitual ver enormes superficies de tierras baldías y no trabajadas, el almendro, el olivo, la higuera, la vid, el centeno o la cebada siguen produciéndose. La recesión de la agricultura y la ganadería dejó paso al pujante negocio de la explotación de los recursos naturales en forma de turismo rural y de ocio, del que viven más de la mitad de los 44 municipios del Parque.

El agua es el maná de la sierra. La nieve cala y se guarda bajo tierra de forma que es fácil pinchar en cualquier recodo del camino y que mane agua. Hay decenas de ríos y lagunas. Por el extremo occidental están los ríos Ízbor, Guadiana Menor y Genil, y en el meridional el Andaráx.

Río Chico. Río Grande, Río Trevélez, Poqueira, Maitena, Aguas Blancas, San Juan o el mismísimo Genil van creando a su paso vida, vida para las plantas, los animales y las personas. Las aguas tienen propiedades minerales y ahí están las de Lanjarón o las conocidas aguas ferruginosas de Pitres. Los ríos son, además, el espacio natural de especies como la trucha común, cuya pesca está prohibida y que estuvo a punto de desaparecer por la llegada de otro tipo de trucha, la arco iris y por la propia actuación del hombre, denunciada por algunas sociedades de pescadores que difunden por internet fotografías de alambradas, obras, vertidos o desecación artificial. Las lagunas son punto y aparte también. Una auténtica ruta de lagunas y lagunillos en número superior a 50 son un tesoro a preservar.

Murciélagos de altura

La flora y la fauna del Parque Nacional no es sólo única en muchas de sus especies, sino que guarda sorpresas increíbles. En el Peñón Colorado de Lanjarón, por ejemplo, se encuentra la colonia de murciélagos que vive a mayor altura en Europa. Y también hay plantas carnívoras, como la endémica Tirañuela, que vive en los borreguiles, por encima de los 2.400 metros. Hay otras plantas que habitan en condiciones tan extremas que desarrollan defensas que las hacen pasar desapercibidas al excursionista no iniciado en cuestiones botánicas.

Pero aún hay más contrastes. La diferencia de radiaciones de un día nublado a uno soleado puede ser del 1000%. Es habitual el color plateado o blanquecino de las plantas en la alta montaña. No se trata sino de finísimos pelos que reflejan las radiaciones y hacen efecto de aislante térmico. Por eso, el comienzo de la primavera en un lugar como los Lavaderos de La Reina puede ofrecer un espectáculo inigualable. El agua clara del nacimiento del río Maitena, las alfombras de la estrella de las nieves (la planta más emblemática del Parque) que dan un tono plateado a los borreguiles y los ejemplares de cabra montés al alcance de la mano justifican una defensa a ultranza del Parque Nacional. En esta defensa colabora intensamente la Universidad de Granada y la Consejería de Medio Ambiente, que cuentan con jardines botánicos. Además, en la propia oficina del Parque Nacional los voluntarios recuperan especies amenazadas. En Sierra Nevada hay 20 especies en peligro de extinción y otras 123 están amenazadas.

Manzanilla, tomillo, romero, salvia, lavanda son plantas que abundan pero también están protegidas. Además de causas naturales como la excesiva presión de los herbívoros, les acechan las prácticas forestales inadecuadas, la recolección ilegal, los incendios y las actividades turísticas y recreativas.

El proyecto Life, que funciona desde el año 2000, cofinanciado por la Unión Europea y la Consejería de Medio Ambiente, trata de recuperar áreas con flora amenazada. Ello, junto a actuaciones concretas organizadas por el Parque, están dando excelentes resultados, también en el campo de la fauna. La cabra montés es sólo la punta de un iceberg donde viven y se desarrollan especies de todo tipo. En la media montaña el zorro ha vuelto a crecer en cantidad de ejemplares, o la comadreja, la liebre, el tejón y la jineta, que abundan mucho pero son difíciles de avistar por los visitantes porque su vida se desarrolla prácticamente de noche.

Lagartos, culebras y sapos surcan caminos y veredas. Aves como el acentro alpino, el colirrojo tizón o, cómo no, el águila real, son comunes a los ojos del senderista para quien es un regalo ver su vuelo majestuoso. Poco imaginable es observar a la perdiz común a 3.000 metros de altura, pero ahí está, como otras muchas sorpresas que la sierra depara.

Un paseo por el Parque

Pero el Parque no sólo está abierto al estudioso o al científico, también está surcado de numerosas rutas que se pueden recorrer, muchas de ellas en cualquier época del año.

Ciclistas de montaña, senderistas, montañeros o alpinistas tienen aquí un auténtico filón. Hay casi 1.500 kilómetros de pistas en el interior y en su red de influencia socioeconómica. La A-395, conocida como la carretera del Veleta desde que llega al cruce de Pradollano, ha sido calificada históricamente como la carretera más alta de Europa. El Plan de Actuación en las altas cumbres hizo que se desmontara en su tramo alto, hasta el picacho. Hoy día sólo se puede acceder hasta la Hoya de la Mora. A partir de ahí, nuevas rutas a pie que nos pueden llevar a cualquier lugar.

Hay otras carreteras, como la A-337 que atraviesa el Parque Nacional por el Puerto de la Ragua, la CA-395, que une Capileira con la Hoya del Portillo o la AL-503, que atraviesa el Parque por el Puerto de Santillana.

La asignatura pendiente

Quizá una de las asignaturas pendientes sean sus refugios y vivacs. En lugar de crecer en número han ido desapareciendo. Aunque situados en lugares estratégicos, hoy día sólo hay dos albergues acondicionados como tales. El del Poqueira, cuya gestión está en manos privadas por concesión administrativa y el de Postero Alto, donde en estos momentos sólo se puede dormir. En el término de Lanjarón está el vivac de la laguna del Caballo; el de Piedra Negra y el Doctor, en Fiñana; el Peñón de la Polarda, en Beires, y los de la Carihuela y la Caldera, Capileira.

No es preciso llevar un manual de botánica, ni tampoco un irrefrenable deseo de aventura, sólo hay que echar en la mochila lo necesario para atravesar esas tierras y unas enormes ganas de disfrutar de lo que la naturaleza nos ofrece.

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