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Urbanismo descubre los ‘tesoros’ que esconde el Parque de La Hoya

– Urbanismo descubre los tesoros que esconde el Parque de La Hoya.

Un equipo de geofísicos trabaja desde hace varias semanas a los pies de La Alcazaba para identificar las estructuras existentes en el subsuelo El objeto es poner en valor los restos arqueológicos que arroje el terreno.

El subsuelo de La Hoya esconde, sin duda, un sinfín de restos arqueológicos cuyo descubrimiento se encuentra cada día más cerca. Un equipo de investigadores de Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada lleva, de hecho, varias semanas inspeccionando centímetro a centímetro lo que las entrañas de los pies de La Alcazaba han guardado durante siglos.

El estudio, encargado por el Ayuntamiento de la capital, pretende conocer con detalle cómo ha sido el paso de la historia por un enclave estratégico, en pleno centro de la originaria ciudad de Almería. Las conclusiones que de la investigación se deriven servirán de base para el concurso de ideas que convocará el área de Urbanismo de cara a convertir La Hoya en una parque arqueológico y botánico que sirva para el disfrute de los vecinos de la capital y como un elemento dinamizador más del centro histórico de Almería.

El primer paso, explica José Peña, investigador del Instituto Andaluz de Geofísica y profesor de Prehistoria de la Universidad de Granada, es realizar una prospección del subsuelo a través de un georrádar que emite ondas pulsadas directamente a una consola, y que permite confeccionar un mapa con los diferentes materiales existentes hasta una profundidad de tres metros. Para ello, cuenta con la colaboración de Enrique Carmona y Teresa Teixidó, investigadores también del Instituto Andaluz de Geofísica.

«Se van haciendo perfiles cada medio metro y disparos cada dos centímetros para, después, obtener un volumen de datos que darán una imagen muy definida del subsuelo», informa Peña.

Aún es pronto para arrojar conclusiones, aunque ya han comprobado que «en el primer medio metro de la superficie, todo lo que hay está roto por el arado» ya que, en el siglo XIX, este espacio fue utilizado como tierra de labor y ganadera. «Pero, a partir de ese metro y medio ya aparecen cosas», asegura el científico. De hecho, «podemos concluir que entre el 30 y el 40 por ciento de la superficie puede tener estructuras».

Estos datos preliminares serán trabajados, a finales de abril, en el laboratorio. Una labor que les llevará tres días por cada jornada empleada en el trabajo de campo y que consistirá, básicamente, en limpiar las posibles distorsiones que haya en las ondas.

Después de este estudio, los científicos llevarán a cabo una prospección magnética de las dos hectáreas de terreno que están siendo objeto de análisis «porque existe la posibilidad de que haya hornos». Una vez realizado el mapa con la información del georrádar, será el equipo de arqueólogos formado por Juan José Cabrera y Elena Vera, además de paisajistas y arquitectos, el que interprete los datos facilitados por los geofísicos. «El arqueólogo ve con otros ojos porque, nosotros, lo único que apreciamos es un mapa de anomalías», reconoce Peña.

«Si deciden que lo que hay en el subsuelo es interesante, se hará un sondeo arqueológico para ver si merece la pena ponerlo en valor», sostiene María del Mar Verdejo, coordinadora de los trabajos. «Pero hay que tener clara su conservación porque al excavar siempre se destruye», matiza Enrique Carmona.
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