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Un manojo de nervios

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GRANADA
Un manojo de nervios
1.552 universitarios se examinan para lograr una plaza en Sanidad

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LOS nervios suelen jugar malas pasadas en la vida. Afloran en momentos comprometidos, cuando una inapropiada decisión puede dar al traste con un proyecto profesional por el que se ha trabajado con ahínco, por el que se ha estudiado hasta dejarse los codos en la mesa. Son, desde luego, malos consejeros. Pero ahí están. Con su presión en el cuerpo, con la cabeza llena de incertidumbres, acudieron ayer a la Facultad de Farmacia 1.552 jóvenes universitarios de Granada, Jaén, Almería y Málaga. Millar y medio de personas que competían unas con otras -y con casi 17.000 más de todo el país- por alguna de las 6.404 plazas convocadas por el Ministerio de Sanidad para proveer de médicos, químicos, psicólogos, enfermeros, farmacéuticos, biólogos y radiofísicos en formación a todos los centros sanitarios españoles que demandan estas especialidades. Son los conocidos MIR, FIR, BIR… que completan la formación académica universitaria y de los que se espera sean la antesala de un trabajo estable y bien remunerado.

Muchos de estos jóvenes no habían comido, por los nervios; otros apuraban hasta última hora algunas nociones básicas de sus respectivos estudios, también con nervios; había incluso quien rebuscaba insistentemente en su cazadora el DNI, que no aparecía por los nervios, o apuraba un cigarrillo antes de entrar al examen nervioso perdido y sin poder disimularlo. Escenas que se repetían en los pasillos de acceso a cada aula de Farmacia.

Todos a clase

A las cuatro en punto de la tarde, todo este enorme colectivo de jóvenes licenciados había accedido ya a sus respectivas clases. Fueron colocados en largas mesas, separados convenientemente unos de otros. Su carné de identidad junto a bolígrafos y lapiceros. Era el momento de la verdad y todos lo sabían. Sus profesores, quienes controlaban la prueba, repetían cansinamente todas las instrucciones. Entre otras: «Apaguen los teléfonos móviles; el mero hecho de que suene un aparato dos veces hará que el alumno sea expulsado del examen»… tras lo cual y como por encantamiento, afloraron a la superficie decenas de móviles, que eran desconectados de inmediato. «No vaya a ser que me juegue una mala pasada», pensó a buen seguro más de uno.

Y era en esos momentos previos, de máxima tensión, cuando varios de estos alumnos contaron a este periódico sus impresiones. Lourdes Mérida, malagueña con la carrera de Medicina terminada, explicaba que era la primera vez que se enfrentaba a la selección del MIR. «No sé cómo me va a ir, pero voy a hacer todo lo que pueda para llevarme una plaza», aseguraba confiada. Una compañera de fatigas sonreía irónicamente a su lado. Quizás su experiencia era mayor en estas lides y no veía las cosas tan claras.

«Estoy muy nerviosa, no me preguntes nada, por favor». Inmaculada Merino rogaba al periodista que desistiera en su intento. Pero ante la insistencia, finalmente accedía a mostrar sus inquietudes. «Acabé la carrera -también de Medicina- en septiembre, porque me había quedado media y aquí estoy; no sé qué puede ocurrir». Pero acto seguido se daba ánimos a sí misma: «La esperanza es lo último que se pierde, aunque hay mucha competencia, es muy difícil conseguir una plaza». Inmaculada se ha licenciado en Medicina por la Universidad de Granada y con el MIR afronta la verdadera prueba de fuego. En la academia donde le han ayudado a prepararse le han dado muchos ánimos. Ayer, sus nervios no le dejaban vivir.

Un poco más atrás del puesto que ocupaba Inmaculada se encontraba José Miguel Medina. Aparentemente, más relajado y tranquilo que su compañera, «no te fíes, la procesión va por dentro», confesaba al inicio de la conversación sus cuitas. También era la primera vez que se presentaba a una prueba de MIR. Al ser preguntado por las expectativas con que acudía a la misma, disparaba a bocajarro: «no veo complicado el examen, después de un año de preparación en una academia; el problema es que te lo juegas todo a una carta y puede pasarte cualquier cosa». Granadino como la mayor parte de quienes compartían aula, José Miguel resumía sus opciones al señalar que «se puede conseguir, estoy seguro, todo es cuestión de tener tranquilidad y responder concentrado a las 260 preguntas que nos van a poner».

Un susurro

Y un testimonio más. «Me llamo Oliva Molina Iglesias, vengo de Málaga y es la tercera vez que me presento al MIR», susurra. Una presentación que suena a concurso televisivo y que obliga al periodista a acercar la grabadora al máximo, pues el tono es extremadamente bajo. Oliva enfatiza en que la del presente año es la vez en que más plazas por licenciado han salido a disputa. Acto seguido señala que conseguir una de ellas no lo es todo, pues «lo que consigues es entrar en un periodo de formación de tres o cuatro años y después pues te encuentras en el paro, así de sencillo». Pero más grave. Oliva confiesa conocer a «mucha gente» que ya tiene terminada una especialidad médica «y compite por otra porque no tiene trabajo, o porque no es la que quería».

Oliva mantiene en susurro su voz y entre sus confesiones al periodista asegura que ella apuesta por las asignaturas médicas, por las no quirúrgicas. «En concreto, entre mis miras está la especialidad de Endocrinología, que es la que me gusta y creo que tendría muchas salidas, incluso en la medicina privada».

Antes de ser desalojados del aula, podemos hablar con Francisco Moreno Martínez, también malagueño. Reconoce haberse presentado «varias veces» al MIR. Se sincera y afirma que se presenta «por tantear», porque aún le quedan seis meses de estudios para ser médico de familia. «En esta convocatoria no creo que apruebe, porque no me la he preparado», dice.

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