Inicio / Historico

Un jardín para Elena

Un jardín para Elena.

EN el interior de una flor, inmensa de profundos rojos, vibran el alma y la poética luminosa de Elena Martín Vivaldi. Tal es el milagro de la obra de Pedro Garciarias quien, a contracorriente de modas y modismos, invoca el espíritu de la poeta de Cumplida soledad que fue bibliotecaria en la Universidad de Granada y cantó al Ginkgo Biloba, el árbol encontrado en los jardines ilustres de la Pagoda de China:

( ) «Todo el aire, rama a rama, / se enciende por la amarilla / plenitud del árbol. Brilla / lo que, sólo azul, se inflama / de un fuego de oro: oriflama. / No bandera. Alegre fuente / de color: Clava ascendente / su áureo mástil hacia el cielo. / De tantos siglos su anhelo / nos alcanza. Luz de oriente (…)».

Pedro Garciarias se ha sumado al homenaje que durante éste y el próximo año se tributa a Elena Martín Vivaldi en Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, con una exposición titulada El jardín amarillo, una suerte de plegaria o invocación de la luz con que el artista de los colores vivos retrata las entrañas del universo vegetal de los jardines de Elena Martín Vivaldi. Pero es que ese universo de amarillos y azules y verdes y rojos de los versos de la poeta granadina es también el mundo barroco, cuasi hiriente de tanta luz, de un artista que llegó a España aún sobrecogido por los ocres envolventes de su natal Habana.

Luego encontró en Granada los otoños y la sierra blanca, los contraluces, el alba cálida, los atardeceres y los jardines. Y halló un refugio en Yegen, en la Alpujarra. Y encontró una tarde a Elena Martín Vivaldi. Y le dijo que leía sus poemas desde hacía años. Así, amarillos rotundos, rojos vehementes, verdes planos, se han acomodado como el aire se cuela entra las ramas de un árbol, en una obra solemne y lírica con la que Garcíarias evoca los versos de Martín Vivaldi, los hace suyos, los convierte en colores luminosos, en pequeños gritos de soledades, en rayos de luz que parecen escaparse de las manos.

El jardín amarillo es un ritual de colores, como un carrusel mitológico en el que aparecen flores y plantas y espacios; un sortilegio en el que se aúnan la poética y la plástica; un ejercicio estético, con la voz de Elena Martín Vivaldi de fondo. Esta exposición, sin embargo, ha durado menos de lo proclamado en los carteles -muy escasos por las calles y por las plazas- que se han distribuido en la ciudad. El responsable del área de exposiciones del Ayuntamiento de Granada hizo saber a Pedro Garciarias que había que desmontar la exposición tres días antes de la fecha programada. El gestor de actividades culturales explicó al autor de El jardín amarillo que el artista que ocupará la sala de exposiciones de Gran Capitán tras la de Garciarias «necesita tres días más de lo previsto inicialmente». De esta forma, la exposición con que se rinde homenaje a Elena Martín Vivaldi se ha desmontado no hoy, 14 de marzo, como reza en los carteles, sino el pasado lunes. ¿Se habrán preguntado los responsables del ámbito cultural en el Ayuntamiento de Granada si este ligero cambio en las fechas anunciadas supondrá una falta de respeto hacia el autor y su obra, hacia los espectadores, hacia la memoria de Elena Martín Vivaldi, y, en general, hacia las más elementales normas de cortesía?

Pedro Garciarias, que también es poeta, elabora por Navidad un pliego azul primorosamente ilustrado, en el que recoge doce poemas escritos por él mismo, según la Escuela Shinkeikoo. Numerados del 1 al 300, estos pliegos sirven al artista poeta para felicitar las fiestas y el nuevo año a sus amigos. En el pliego de este año, dedicado al que fuera su maestro de música en la Habana, Rogelio Dihigio, puede verse una flor de iris, de azules y amarillos, la flor que en la mitología griega era la diosa del arco iris y una mensajera que simbolizaba el vínculo entre el cielo y la tierra. El poeta pintor escribe: «( ) Tres golondrinas / a la caída de la tarde / y la mesa sola / Jardín de Yegen / Agua en la acequia / el laúd y la mazurca / Queman rastrojos / Un almendro aguarda / Bajo la humareda / De flores altas y estrellas / Se viste la madrugada / Ah, los campanilleros ( )» Y la flor de iris, tan esbelta, tan estilizada, luminosa, como las flores de este Jardín amarillo cuyos cuadros han sido desmontados apresuradamente, como esta primavera también adelantada

El jardín soñado de Pedro Garciarias es una quimera de soledades; es una proyección del yo poético del autor ensimismado en la obra de Elena Martín Vivaldi; pero es también un jardín vivido, reconocido, habitado, que recrea una estética próxima a Matisse; un discurso floral cercano al artista mexicano Diego Rivera; y al esplendor íntimo de las atmósferas del cineasta Bernardo Bertolucci: es el jardín mitológico, a medio camino entre su Alpujarra cotidiana, y la Habana de la memoria de sus primeros años. Es un canto sinfónico, un alegato de color, una vindicación de la luz sin concesiones a los usos y a las modas.

Pedro Garciarias se deja el alma en esta exposición -una exposición que habría de ser itinerante por otros lugares y otras ciudades, por otros jardines, para así corresponder al espíritu que la proclama- de cálices, de estambres, de tálamos, de sensualidad y colorido, con la que el artista da vida a su mundo interior, tan desbordado de símbolos, tan rico de matices, tan superrealista en la emoción, tan deslumbrante.
Descargar