COSTA
Un estudio defiende a los invernaderos clásicos frente a los tecnológicos
Los experimentos confirman que las instalaciones de última generación producen más, pero el coste es excesivo En el informe participa la finca La Nacla de la Caja Rural
CAROLINA MOYA/MOTRIL
TIPO PARRAL. Un agricultor recoge la cosecha en el interior de un invernadero clásico. /A. AGUILAR
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APUNTES
F El estudio: Participan cinco centros investigadores, que analizan diversas variables en los resultados obtenidos de dos invernaderos, uno tradicional mediterráneo y otro sofisticado, del tipo anglosajón.
F La Nacla: La finca de Caja Rural analiza el crecimiento de los frutos y la caracterización microclimática.
Pepe es un agricultor que quiere montar un invernadero. Ha decidido que su instalación será básica, de tipo parral, sólo llevará ventilación y nebulización, es decir, una lluvia fina que mejora la humedad de la estructura. El coste de este equipamiento será de aproximadamente 12,60 euros el metro cuadrado. Por su parte, Luis, otro labrador, montará un invernadero que incluya gran cantidad de avances tecnológicos. Este proyecto le saldrá por unos 30 euros el metro. Cuando recojan sus frutos, ¿quién obtendrá más rentabilidad?
A esta pregunta tratan de dar respuesta los expertos de la finca experimental La Nacla de Motril junto con otros cinco centros de investigación agrícola de todo el país. Hasta ahora, tras un año de estudios, se decantan por la decisión de Pepe.
«Los rendimientos finales no siguen en relación directa a los recursos que se emplean en los invernaderos», explica uno de los ingenieros de la Nacla, Ignacio Escobar. Esto quiere decir que el hecho de intensificar los equipamientos, no se corresponde de igual forma con la producción final. El invernadero de última generación quizás produzca más, pero también tiene más costes.
El objetivo de esta investigación es tratar de transmitir al agricultor, cuando decide montar su invernadero, que no siempre lo más costoso resulta lo más rentable. Y es que, elegir la estructura de unas u otras características, no es como decidir entre un Seiscientos y un Porsche. Se trata de encontrar una solución adecuada a cada agricultor, porque esa decisión de partida sentará las bases que proporcionarán la subsistencia económica de una familia.
Optimizar la inversión
«Tratamos de transmitir al agricultor todo nuestro conocimiento para que optimice su inversión inicial porque, quizás, desembolsar una gran suma de dinero no se corresponde luego con la producción que obtiene», explica Escobar. La clave, según los investigadores, radica en optimizar los recursos del invernadero. Por este motivo, una estructura básica da unos frutos correlativos a la inversión inicial, sin implicar un endeudamiento excesivo del agricultor. Para llegar a estas conclusiones, cinco centros investigadores repartidos por toda la geografía española llevan ya un año estudiando los resultados que se obtienen en dos invernaderos prototipo, uno tradicional mediterráneo, y otro muy sofisticado, como los que existen en Inglaterra.
El paquete básico incluye sólo calefacción por aire caliente como extra. El invernadero británico añade a la calefacción, pantalla de sombreo, nebulización, extractores de aire y ventilación forzada.
Cada equipo se ha encargado de investigar un aspecto. Así el Centro de Investigación y Formación Agraria (CIFA) de Granada, al que pertenece La Nacla, estudia los apartados relacionados con la hortícultura y la economía del invernadero. En concreto, en la finca motrileña se analiza la caracterización microclimática y el estudio de crecimiento de los frutos. La finca malagueña La Mayora investiga también la horticultura y la Universidad de Granada, la nutrición.
Por su parte, el centro IRTA Cambrills de Barcelona analiza el apartado relacionado con el medio ambiente y el IVIA de Valencia, lo que concierne al desarrollo de métodos para el manejo de aguas y fertilizantes. Todas las líneas de investigación confluyen en un único proyecto denominado Evaluación ambiental y mejora de la calidad de producción y de eficiencia del uso de recursos de agrosistema Invernaderos Mediterráneos que se finalizará en junio de 2005.
«Pretendemos que, en el segundo año de investigación, se pueda ofrecer una información clara al agricultor para que vea qué ventajas finales le aporta cada invernadero», adelantó Escobar. Todo para que la tecnología no se convierta en un lastre económico para las haciendas de los labradores.
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