GRANADA
El orgullo de las batas blancas
258 recién titulados en Medicina hicieron el Juramento Hipocrático en un emotivo acto
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EN tercero lucíamos orgullosos la bata de los mayores», decían José Carlos Villa y María Concepción López en su lectura de la Memoria fin de carrera. Una bata blanca que ya no les abandonó y que a partir de ahora llenará los armarios de los 258 jóvenes que ponían fin a su paso por la facultad de Medicina de Granada. El discurso se producía en el acto de graduación y juramento hipocrático, en el que participaron los que ya son ex alumnos, sus padrinos de promoción, profesores, decano y familiares que abarrotaban la sala García Lorca del Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada. En el acto quedó claro el componente vocacional de esta profesión de entrega a los demás, y lo mucho que puede unir a personas muy diferentes esa bata blanca.
Los primeros en intervenir fueron José Carlos y María Concepción, que hicieron un ácido repaso a los años de carrera. Un discurso que despertó sonrisas, provocó risas y mantuvo al decano tomando buena nota de algunas de sus quejas, que también las hubo. Esa bata de los mayores de la que hablaban, la llevaban mientras buscaban el servicio de prácticas al que habían sido adscritos, intentando no perderse, para en muchos casos terminar sin ver un paciente. «En tercero vimos cuatro enfermos en nueve meses», decían. Neurocirugía y Traumatología también recibieron un tirón de orejas al no haber aprendido a poner un cabestrillo «y mucho menos reducir una fractura».
Crítica con humor
Pero el repaso cómplice que hicieron los alumnos a los seis años de carrera estuvo dominado por el buen humor que sus compañeros alabaron, aunque en algunos casos se escucharon comentarios del tipo «nos estamos pasando, no?».
Los alumnos han aprendido en estos años que hay «siete maneras de enfermar», decían. «Que deben ser los siete tipos de tuberculosis o de cáncer de mama, y que hemos estudiado no siete veces, sino setenta veces siete». Desparpajo y críticas que seguro sirven para mejorar cosas de cara a promociones venideras, lo que demuestra una actitud de compromiso con su centro. A ver si así queda claro lo de los tutores de prácticas.
Este primer discurso tuvo tiempo para acordarse del 11-M, fecha que quedará grabada en su memoria y que despertó el espíritu solidario. Y cómo no, impartieron ánimos para lo que ahora les espera. «Afrontemos con convicción el último escalón», señalaban en alusión a un MIR que no podrá con la llama vocacional de esta hornada de médicos.
Como maestro de ceremonias estuvo presente el vicerrector de Investigación, Rafael Payá, que dio la palabra a Rocío López, una alumna de la promoción que cayó enferma en quinto curso y que durante los dos cursos luchó contra la enfermedad al tiempo que sacaba la carrera.
Emoción de padrinos
Después de los alumnos fue el turno de los padrinos, Juan Francisco Jiménez y Teresa Gutiérrez.
El profesor comenzó a hablar con la voz quebrada por la emoción, pero a los pocos minutos, cogió confianza ante sus alumnos y ahijados. El profesor dio algunos consejos desde la experiencia. Les recomendó cultivar aficiones como antídoto contra el aburrimiento y señaló que el cansancio tras el ejercicio físico es fuente de felicidad vía endorfinas. Pero lo que quiso dejarles claro es que ocuparse de los demás es algo que favorece la felicidad. Teresa, por su parte, volvió a hablarles como si de sus hijos se tratara. Les agradeció la sorpresa tan bonita que le habían dado al elegirla madrina, una condición que se une a la de nieta, hija, mujer y madre de médicos. «Sois los profesionales mejor pagados del mundo porque no hay nada mejor que la sonrisa de un paciente agradecido». A esas alturas eran muchos los alumnos y familiares que lloraban de la emoción.
Tras los padrinos intervinieron el presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos, Miguel Guirao, y el presidente del Colegio de Médicos de Granada, Pedro Barranco, en representación de la misma organización en Jaén y Almería.
Rosas amarillas
Tras los emotivos discursos y homenajes comenzó la peregrinación de los alumnos hasta el escenario, donde un feliz decano, José María Peinado, fue imponiéndoles la banda de la facultad y los padrinos les regalaron una rosa amarilla, color que distingue a Medicina en el mundo universitario.
El acto culminó con el tradicional juramento hipocrático, que tuvo como fedatario al profesor José Luis del Árbol Navarro, y que los convierte ya completamente en médicos con mayúsculas