OPINIÓN
DAUROMAQUIA
Regreso al futuro
JOSÉ RIENDA/
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CREAN vuestras mercedes en aquesto que parlo: el jueves 16 de marzo del corriente, a las 1829 horas, en los pasillos de una facultad de la universidad de Granada, fui, al mismo tiempo, testigo y protagonista de una experiencia de esas que intitulan paranormales.
Iba yo con mi circunstancia cargante (pero no en el sentido irónico-fatalista de mi querido José Vicente Pascual en su Puerta Real del viernes, sino en su acepción más sensitiva en tanto que portaba cuatro libros, una carpeta más un maletín reventón de costuras y ahíto en el desorden), cuando me sentí zarandeado por un grupo de jóvenes que llevaban tanta prisa que desencadenaron la lógica ilógica de la espiral del tiempo…
Inmerso en el vacío de lo que debió ser un agujero cósmico (si no de gusano, al menos de babosa), halléme de pronto retrotraído al pasado, entre quince y dieciocho años a contar desde la fecha.
Fue cierto. Estaba ocurriendo. Me busqué reflejado en los cristales de las puertas y me descubrí contestatario, con diez kilos menos y el bellísimo acné de la juventud aún floreciendo en mi cutis reverdecido.
¿Se trataba de una experiencia íntima o, por el contrario, afectaba también a los que cerca pululaban? En efecto, todo cuanto veía y escuchaba a mi alrededor, descabalgaba de los tiempos que corren. La peña se mostraba nerviosa, como enardecida por algún proyecto colectivo de carácter político o, a la sazón, reivindicativo. Los tablones de anuncios exhortaban proclamas organizativas y puntos de encuentro. Las conversaciones, incluso, no se correspondían con este aquí y ahora. Por ejemplo, el chico que había en el rellano advertía a sus tres acompañantes:
-Dicen que van a venir los grises. Los antidisturbios. Hay que estar preparados. Recomiendo que vayáis antes del mogollón de la concentración, para que conozcáis el terreno, para que tengáis controladas las vías de escape e incluso para que decidáis por qué zona os vais a mover. Si hay carreras, tened muy clarito cómo hay que reaccionar. En los momentos de pánico, hacen más daño los empujones y los pisotones que las porras de la poli.
¿De qué hablaban estos compas? Se trataba de una manifestación sin lugar a dudas, pero ¿cuál? En un ejercicio de memoria, reconstruí mi afición a las manis de mis años mozos para no desubicarme en exceso: la del instituto Federico García Lorca de Churriana de la Vega por el asunto del vertedero de escombros no podía ser, sobre todo por cuestiones de espacio; tampoco la gran estudiantil contra la Selectividad, pues fue por la misma época del instituto. Después vinieron las del cerosiete, las de los insumisos y la mili, la segunda general… Ahí debía andar la cosa, así que me acerqué con raciocinio y oído prestos. Una chica contestó al anterior:
-No creo que sea para tanto. Incluso en la tele han dicho que el botellón es oficial.
¿El botellón! Claro, no hay cuántica posible: los cristales de la puerta están demasiados sucios para que reflejen mis años y mi peso, y las proclamas de los tablones no son proclamas, sino anuncios de quiosqueros ambulantes ofertando el calimocho. De golpe y cual palabra mágica, el botellón desembotellado me trajo de regreso al futuro.