TROCADERO
Ibn al-Jatib, el sol de la gloria
JUAN VELLIDO/
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LA gramática, la escritura, la diplomacia y las ciencias eran sus instrumentos vitales. Con ellos forjó una memoria que quizá ha sido la más recurrente para los biógrafos y los historiadores modernos y contemporáneos. Ibn al-Jatib -el hijo del predicador-, un lojeño nacido en 1313 que se ejercitó en la medicina, en la poesía, en la historia o en el derecho, y llegó a ser un influyente político y administrador nazarí, hasta el punto de erigirse en primer ministro de Muhammad V, hijo de Yusuf I, es ahora objeto de culto de estudiosos y especialistas del reino de Granada, pues el visir lojeño no sólo fue un destacado poeta, un sabio maestro, sino que gracias a su influencia política, Granada logró un primer rango cultural y artístico en el siglo XIV.
El autor de La Ihata (El círculo), un ensayo sobre la historia de Granada, vivió el esplendor de una dinastía, la nazarí, y contribuyó al desarrollo cultural, social y político, por su implicación en todos los ámbitos de la vida del reino de Granada, donde ocupó papeles destacados en la literatura, el arte o la diplomacia.
LA Universidad de Granada y el Legado Andalusí han convenido, a primeros de noviembre, una serie de publicaciones, revisiones y traducciones de la obra y la historiografía de Ibn al-Jatib, con vistas a la celebración, dentro de unos años, del 700 aniversario del afamado personaje nazarí, toda vez que hace unos meses la Cátedra Emilio García Gómez de la Universidad de Granada dedicara un ciclo de conferencias sobre el que está considerado como personaje esencial en la historia del reino de Granada.
En el proyecto Ibn al-Jatib, elaborado entre la Universidad de Granada y el Legado andalusí, se ha propuesto un largo elenco de traducciones y nuevas ediciones, publicaciones de las ponencias (Molina, del Moral, Vázquez Viguera) presentadas en el Congreso del Damasco sobre al-Jatib; así como la edición de la tesis doctoral de Emilio de Santiago sobre la obra mística del visir nazarí, y otros encargos y propuestas de autores como Castrillo, Vázquez de Benito, Calero, Castillo o Viguera Molins.
AUTOR de más 100 obras, al-Jatib destacó como consejero político, como gestor del reino, como diplomático, como médico, y como escritor de singulares registros: biógrafo, poeta, está considerado como el más importante de la Granada islámica, pues en sus libros se recrea la voz y el voto, como personaje y retratista al tiempo, de una historia, la del reino de Granada que le tocó vivir, en la que al-Jatib es, a la vez, protagonista de los hechos y narrador de lo que sucede. Pero escribió, también, de otras artes que dominaba con igual destreza que el oficio de escribir: la medicina, la veterinaria, la cetrería, el derecho, la geografía, la poesía. De él dijo Emilio Molina: «Conocía al dedillo todos los primores de la lengua árabe, pero se habituó a escribir siempre en una diabólica prosa rimada».
A los trabajos de investigación de arabistas e historiadores como Rachel Arié (El reino nasrí de Granada) o Emilio Molina López (Ibn al-Jatib), así como los anteriormente citados, y Gallego Burín, Sánchez Albornoz, Bosch Vilá, o Asenjo Sedano, entre otros, se debe buena parte de la memoria del escritor, político y médico lojeño que ostentó el máximo poder en el reino de Granada pero también sufrió persecuciones y exilio antes de morir estrangulado, a manos de los seguidores del ministro meriní Sulayman ben Dawud, en la prisión en que había sido encarcelado. Fue a finales de junio de 1374. Lo enterraron en el cementerio de la Puerta de Mahruk de Fez, pero al día siguiente su tumba fue expoliada y su cuerpo exhumado y quemado.
LLAMA la atención, entre la vasta bibliografía sobre el visir nazarí el libro El último hayib de la Alhambra (Port Royal. Granada, 2003), una autobiografía novelada en la que el autor, Antonio Rodríguez Gómez, se cuela en la personalidad del personaje lojeño y se convierte en protagonista, en primera persona, de sus propias vivencias, en una suerte de parábola del tiempo y del espacio; un recurso literario con el que Antonio Rodríguez construye, quizá, una de las más amenas memorias de Ibn al-Jatib, el escritor nazarí acaso más profusamente biografiado del reino de Granada.
En tono de relato histórico, Antonio Rodríguez se sirve fielmente de los personajes reales y de los acontecimientos históricos para urdir la historia contada por el propio Ibn al-Jatib, si bien advierte el autor de El último hayib de la Alhambra que se ha alterado la cronología de algunos sucesos para integrarlos coherentemente en la trama narrativa.
Así, el libro comienza: «Mi nombre es Muhammad Lisand al-Din Abu Abd Allah al-Jatib al-Salmani al-Lawsi. De todas mis ocupaciones intelectuales, la más grata ha sido narrar las biografías de las personas que me han rodeado o he conocido a través de otros testimonios. Ahora, a mis sesenta y dos años, mi deseo final es contar mi propia biografía. Durante toda mi vida he servido al rey de Granada, el quinto Muhammad, llamado al-Gani bi-Llah, el que se complace con Dios. Fui su maestro, su protector, su visir y su hayib a lo largo de más de treinta años de entrega a su causa. También serví a su padre, el gran Yusuf I. Ahora vivo escondido en mi refugio huyendo de su ira».
Antonio Rodríguez describe, desde la primera persona del singular, la vida agitada y singularísima del polifacético personaje, pero también su entorno, su época: el reino de Granada en el siglo XIV y su proyección e influencia en el mundo. Desde la ambición hasta la virtud, desde la inquietud hasta el poder, al-Jatib se nos muestra, en este relato, humano y contradictorio a la vez; ambicioso y humilde, científico y humanista, lúcido y lleno de sombras, político e intelectual.
EL volumen, publicado hace dos años por la editorial granadina Port Royal, hace recuento, en 26 capítulos, de la memoria de uno de los personajes más influyentes y decisivos del reino de Granada y nos esboza, al tiempo, un retrato de aquella época, y una imagen cercana de la ciudad que entonces fue centro y núcleo de la política del siglo XIV en el reino nazarí. En este libro se recogen los versos que Ibn al-Jatib dejó escritos poco antes de morir; unos versos en los que describe su ánimo y su desánimo ante el momento final. El biógrafo relata su propia muerte, después de haber descrito sus anhelos, sus pasiones, su ambición.
Entre sus últimas palabras un poema, entre sus últimas estrofas un canto a lo que ya se perdió: «Yo fui el sol de la gloria»; como el poder del reino irrecuperable; como el lamento postrero de Boabdil, como los silencios que embargan el declive, después de todo esplendor.
«Aún estoy sobre la tierra, / Mas de ella júzgame lejos:/ De mi fatigada vida / Se acerca el último término; / Sólo se mueven mis labios, / Que sella ahora el silencio, / Para lanzar un suspiro / Cual leve, espirante rezo. / Grande fue mi poderío. / Y fue temible mi esfuerzo, / Mas hoy de todo no guardo / Sino la piel y los huesos. / Muchos a mi mesa antes / Convidados acudieron; / Hoy a la mesa de otros / Debiera atender cual siervo. / Yo fui el sol de la gloria; más su rayos se extinguieron. / Y en la tiniebla derrama / Llanto compasivo el cielo».
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