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Opinión – ¿Dejen educar al Ave María!

TRIBUNA
¿Dejen educar al Ave María!
NDRÉS PALMA VALENZUELA/PROFESOR EN EL DEPARTAMENTO DE DIDÁCTICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES DE LA FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA
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DESDE 1889 brilla en Granada, y algunos otros lugares de España, una modesta luz: un entusiasta grupo de hombres y mujeres que, ilusionados por el proyecto pedagógico y educativo de don Andrés Manjón, dedican sus vidas al noble servicio de la Educación de los más desfavorecidos desde las Escuelas del Ave-María.

Si bien antes de los años cuarenta del siglo XX llegaron a ser más de trescientas escuelas, en la actualidad sólo restan seis colegios en Granada (La Quinta, Vistillas, Casa Madre, San Cristóbal, San Isidro y Colegio del Chapiz) dos en Motril (Esparraguera y Varadero) y uno en Albolote, constituyendo todos ellos la mayor red educativa de centros de iniciativa social existente en Granada que funciona acogida al régimen de conciertos escolares a tenor de la actual legislación. En todos ellos continua vigente este postulado del Fundador: «Las Escuelas del Ave-María no son para algunos sino para todos, para la masa del pueblo».

En Granada no resulta necesario explicar que es el Ave-María ni en que consiste su función social porque dicha Institución forma parte tanto de la historia de la ciudad como de la de otros muchos lugares de Andalucía. Ignorar su lugar en el mundo educativo supone desconocer la realidad o relegarla intencionadamente en aras de intereses de orden político o ideológico.

Es esta la razón por la que la opinión pública debe conocer que la Administración andaluza ha situado en su punto de mira a dicha Institución abocándola hacia uno de sus peores momentos, llegando a suprimir -a golpe de Boletín Oficial-, siete unidades (siete clases, para que todo el mundo lo entienda). Suponiendo dicha iniciativa un grave riesgo para la supervivencia del Centro de Vistillas en Granada y de la Esparraguera, en Motril, a la vez que graves trastornos para el de Casa Madre.

Sorprende que nuestras autoridades académicas ignoren la trayectoria pasada y presente de unos centros cuya población escolar constituye un reflejo de la compleja realidad social, privando de sus derechos a quienes más los necesitan. Son muchos los profesionales que desde las aulas del Ave-María, con empeño y en peor situación laboral que sus compañeros de los centros oficiales, entregan día a día lo mejor de si mismos con especial sensibilidad hacia los más necesitados.

Parece ser que recibir todo tipo de alumnos (inmigrantes, salud mental, familias desestructuradas, menores en centros de acogida, educación especial, P.G.S. etc.), ser pioneros desde hace treinta años en la acogida de alumnos sordos en F.P., realizar un titánico esfuerzo por educar desde la diversidad y la interculturalidad o recibir alumnos difíciles enviados de forma reiterada por la propia Delegación, y acogidos con gusto en la Institución, no constituyen razones suficientes para apostar por la continuidad de algunos de sus centros.

Son muchos los ciudadanos que reclaman el derecho a la libre elección de centro para la educación de sus hijos, interpretando acciones de este tipo como un autentico atentado contra la libertad, el desarrollo de la iniciativa social o la posibilidad constitucional que tienen padres y madres de elegir centros educativos.

En muchos lugares se eleva un clamor ante los continuos intentos monopolizadores de la Administración que, reiteradamente, tiende a cercenar los derechos de las familias en el ámbito educativo con medidas arbitrarias que ahogan la pluralidad del sistema educativo. No parece aceptable que, desde ciertos postulados ideológicos, se trate de impedir el derecho humano fundamental que poseen los progenitores o tutores legales a educar a los hijos conforme a sus propios valores y convicciones (Art. 26.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos); eventualidad que supone, ciertamente, la posibilidad de libre elección de centro.

Hoy le toca al Ave-María, junto con algún otro centro, sufrir el zarpazo. Mañana quizá sean otros (no olvidemos que tal acción de la Junta ha eliminado este año más unidades concertadas en Granada que en toda Andalucía). La sociedad granadina no puede permanecer en silencio, es necesario el diálogo y el consenso. El Ave-María sólo pretende continuar sirviendo a los que más lo necesitan, respondiendo así a una clara demanda social de la ciudadanía que elige su proyecto educativo por muchas razones. Pero para realizar esta labor necesita ayuda y la Administración no hace más que cumplir con su deber cuando desarrolla políticas de subvenciones a entidades que asumen fines sociales.

Muchos ciudadanos y votantes veríamos con buenos ojos que nuestras autoridades mostrasen en este campo la misma sensibilidad de la que hacen gala ante otros colectivos, bastante menos representativos y con trayectorias históricas de servicio menos sólidas que la del Ave-María. Ojalá se impusiera la cordura, todos saldrían ganando; especialmente aquellos que en esta Institución se les puede brindar la atención, el cuidado y la ternura que la vida les ha negado.