OPINIÓN
TRIBUNAABIERTA
Arquitecto en Nueva York
JOSÉ MIGUEL GÓMEZ ACOSTA/E.T.S.A. GRANADA
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DE vez en cuando alguien nos sorprende con la visión que de nosotros se tiene desde fuera. En ocasiones, la distancia y desafección con que se nos mira logra aclarar objetivamente cuestiones que desde dentro parece más difícil dilucidar. Desde lejos, al no ser parte integrante de aquello que se analiza en profundidad, todo se relativiza y se hace más sencillo emitir un juicio acertado de lo que está ocurriendo. Por ejemplo, un reciente editorial del New York Times condenaba las peligrosas declaraciones de un alto militar español acerca del futuro Estatut de Cataluña mientras que, poco después, otro medio extranjero retiraba su corresponsalía en España debido, entre otras cosas, al escaso interés que despertaban nuestras «disputas domésticas internas». Es decir, algo que podía tener una lectura compleja se aclaraba rápidamente desde la lejanía, mientras que lo que nos puede parecer de la máxima importancia tiene, a veces, un peso específico relativo mucho menor. Así, una mirada larga y distanciada puede llegar a ser la más esclarecedora.
Hace poco menos de un siglo, nuestro mito local (y universal) llevó al extremo esta mirada extranjera y certera, ese «ser-sólo-ojo», en su célebre Poeta en Nueva York. Y precisamente ahora, como en un juego de espejos, desde Nueva York alguien ha decidido fijar su atención sobre una realidad cultural que a veces se nos escapa al estar inmersos de lleno en ella: la importancia de la nueva arquitectura española.
MoMA: «On site: new architecture in Spain».-Terence Riley, comisario jefe de arquitectura y diseño del Museum of Modern Art de Nueva York, ha sido el encargado de elegir cincuenta y tres proyectos que resumen, según sus propias palabras, «el modo en que España se está redefiniendo a sí misma». La variedad es enorme: arquitectos de diferentes generaciones, grandes nombres junto a estudios emergentes, arquitecturas periféricas y centrales, vivienda y edificios públicos, actuaciones de grandes figuras extranjeras frente a realizaciones puramente nacionales Algunos nombres: Moneo, Campo Baeza, Arroyo, Tuñón y Mansilla entre los españoles. Siza, Nouvel, Herzog y De Meuron entre los foráneos que construyen en nuestro país. Unas palabras del comisario resumen el espíritu de la muestra: «La importancia de la arquitectura en España es que se apoya en un boom económico que se traduce en un impulso de la construcción, lo que a su vez fomenta la aparición de nuevos diseños. España se convierte en un escenario internacional para la innovación y la experimentación arquitectónicas, con edificios que proyectan una imagen de modernidad y que, sin embargo, tienen que luchar mucho contra la sociedad para verse realizados».
Nueva arquitectura en Granada.- Granada, con tres obras seleccionadas, es la tercera ciudad española en importancia detrás de Barcelona y Madrid. Además, la selección marca con rotundidad los retos y problemas a los que se enfrenta la ciudad. Primero, el edificio Zaida, obra del portugués Alvaro Siza, ejemplifica el problema de la construcción de la modernidad en los centros consolidados. Su apuesta comprometida con la tradición activa refleja el papel del arquitecto a la hora de definir la imagen de su tiempo, siendo plenamente respetuoso con su entorno y con las preexistencias, incorporándolo a la vivencia de sus espacios. El edificio Zaida ya es parte integrante del patrimonio granadino por pleno derecho, aunque haya tenido que soportar el eco negativo de voces superficiales incapaces de entrar en una discusión seria acerca de sus virtudes y defectos.
Las otras obras de Granada también seleccionadas ilustran el conflicto de la construcción de la periferia. Alberto Campo Baeza, tras realizar la nueva sede de CajaGranada, se enfrenta ahora al reto del Museo de Andalucía, vecino del primero, con su patio elíptico y su edificio pantalla. La clave: cómo organizar la ciudad nueva y dotarla de actividad y carácter. Edificios como los de Alberto Campo ayudan a crear puntos de referencia simbólico-sociales en un territorio caótico. Por otro lado, el arquitecto granadino Juan Domingo Santos, pone el dedo en la llaga de la Vega. Su casa en un huerto de cerezos, situada en Cájar, reflexiona sobre la destrucción de los valores espaciales y paisajísticos de una Vega que desaparece dejando paso a mostrencas construcciones de adosados. La casa en un huerto de cerezos es la materialización evidente de que otra Vega es posible.
Por vez primera la arquitectura de vanguardia se convierte en la punta de lanza de la cultura en España. Años después de observar con una cierta marginalidad el despegue del movimiento moderno, la arquitectura española ocupa hoy el centro del escaparate internacional. Esto, que en principio ha de alegrarnos, debe obligarnos a abrir el debate y la reflexión. No es momento para la autocomplacencia: sólo hay que echar un vistazo por nuestras costas, por las periferias y suburbios de nuestras ciudades, para darse cuenta de que es mucho lo que hay por hacer, aunque en ocasiones la destrucción ya sea irreversible. Aunque sí cabe albergar un mínimo optimismo y una natural satisfacción: la creación de estos puntos de modernidad y belleza (nunca perfectos, como casi nada que elabore el ser hu-mano) deben ser los ejes motores de discusión y construcción de la idea de ciudad.
En definitiva, el que pocos países concentren, como el nuestro, cotas tan elevadas de calidad y vanguardia acabará ayudando, sin duda, a crear una propia conciencia de nuestras posibilidades, eliminando miedos y ese malsano sentimiento de inferioridad cultural que se esconde en el rechazo frontal a toda innovación. Esto último, ya lo experimentamos cada día en Granada. Rechazo de la arquitectura de calidad, de la arquitectura de nuestro tiempo, a favor de una irreal imagen idealizada de la tradición inamovible. Pero, como Alberto Campo expuso acertadamente hace muy poco en nuestra ciudad, «una obra de interés no despierta una adhesión inmediata, se tarda en degustar».