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No demonicemos a la juventud

OPINIÓN
TRIBUNAABIERTA
No demonicemos a la juventud
RAFAEL DÍAZ DE LA GUARDIA GUERRERO/VICERRECTOR DE ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA
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QUIERO empezar manifestando mi perplejidad ante el fenómeno del botellón, pudiera decirse que «no soy partidario», y así me expresado públicamente siempre que he tenido ocasión. Y la perplejidad no viene de que sea insociable o sea abstemio, sino porque no encuentro, por más que reflexiono, el argumento que justifique tan masiva respuesta con la sola finalidad de consumir alcohol.

Es cierto que la economía de los jóvenes no les permite un consumo tan exacerbado en los establecimientos autorizados, pero ¿es necesario beber hasta alcanzar el coma etílico?, ¿es necesario asociarse con treinta mil colegas más para tomar copas?

Es verdad que la convocatoria tiene como objetivo beber, y por eso los que van lo hacen conscientemente preparados con la intendencia necesaria y propia para la ocasión; y que ésta sea la única finalidad, unida a una absurda competencia sobre el poder de convocatoria, no justifica, en mi opinión los inconvenientes sociales y los excesos de incivismo, que bajo el amparo del anonimato, esa manifestación conlleva; con independencia de los efectos nocivos que el alcohol en grandes dosis tiene para la salud.

Durante los días anteriores y posteriores al día 17 de marzo, las cadenas de radio, de televisión y medios de comunicación escritos han desmenuzado en distintos programas, con la opinión de ilustres invitados y con distintos objetivos y argumentos, este nuevo fenómeno, y para la mayoría de los casos, esta modernidad es considerada como si la juventud fuese la amenaza de una nueva plaga social que hay que erradicar de forma inmediata. Frases con las que irónicamente se trivializan los valores de los jóvenes españoles comparando la manifestación del botellón con las, coincidentes en el tiempo, manifestaciones de los jóvenes franceses en su protesta contra la nueva legislación laboral de ese país, no deja de ser un malévolo desatino.

Según los observadores, aunque con algunas diferencias de cálculo, en la huerta del Rasillo de Granada se reunieron 35.000 jóvenes. Ahora bien, no olvidemos que en nuestra ciudad, sólo universitarios hay 80.000, si a éstos le sumamos los más jóvenes en estudios previos y los que desarrollan su vida laboral, podemos concluir que generalizar que a la juventud sólo le interesan las banalidades, también es una ligera y malintencionada afirmación.

Olvidamos fácilmente cuando los jóvenes, en nuestra ciudad y en otras ciudades españolas, han reivindicado la paz manifestándose contra la guerra y todo tipo de violencia, olvidamos los jóvenes que trabajan o estudian con la mayor eficacia y responsabilidad, los que participan, y muy activamente, en programas de solidaridad y desarrollo, en ONGs, los que conviven y ayudan a personas de la tercera edad y a los que su preocupación es también la búsqueda de empleo aunque lo hagan de forma más moderada y siguiendo otros cauces. Sin embargo, estas inquietudes, estas iniciativas y estos valores no son tan destacados en los medios de comunicación, y no porque a ellos no les interesen, si no porque carecen de interés para la opinión pública.

Me pregunto, qué podemos esperar de una sociedad que sólo destaca lo más negativo de sus jóvenes y oculta o ignora sus valores más positivos. ¿Acaso no son nuestros hijos los que participan en las acciones antes señaladas?, y ¿no lo son también los que estaban en la huerta del Rasillo?, ¿o son otros?

El comportamiento, algunas veces injustificable, de los jóvenes no es más que el resultado de una mal entendida tolerancia y un extremado proteccionismo familiar que, no en pocas ocasiones, ha llegado al enfrentamiento con los educadores, colectivo con el que tan íntimamente deberíamos trabajar, y a lo que también podemos añadir una alícuota dosis de hipocresía de los que nos consideramos correctamente adultos.

El motor económico más importante de Granada es la Universidad, 80.000 estudiantes gastan anualmente en torno a 264 millones de euros en nuestra ciudad, pero nadie valora esa inversión, los estudiantes sólo molestan.

No soy el ingenuo que cree que el botellón se acaba prohibiéndolo, comparen los resultados de Granada con los de Salamanca o Barcelona, estoy convencido de que todos lamentaríamos que se cambiase el modelo botellón-divertimento por fines de semana de violencia callejera y multitudinarios enfrentamientos entre jóvenes y policías, de triste recuerdo de otras épocas, acompañado de heridos y detenciones masivas.

No defiendo que los derechos de los jóvenes sean ilimitados y sostengo que su diversión tiene que estar supeditada al derecho de quien quiere descansar y al respeto a la higiene y el mobiliario público. Tampoco creo que la ley seca sea la solución, por lo que me inclino a pensar que lo menos malo es coordinar estos movimientos sociales a través del dialogo con asociaciones de jóvenes e instituciones para que esa celebración sea organizada, no dirigida, en un lugar no molesto para los vecinos, con servicios higiénicos adecuados, con atención sanitaria y con una vigilancia policial discreta y ejemplar como fue la del día 17 en Granada y sigamos creyendo en los jóvenes sin olvidarnos de cuando nosotros lo fuimos.

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