Marcos Ana
Generoso en la sonrisa, prudente en la palabra, la mano prestamente tendida, como si hubiera estado ahí siempre, Marcos Ana ha sido ahora propuesto para el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en el penúltimo acto de justicia de un mundo que se deshumaniza por momentos. En la mirada de Marcos Ana está toda la historia del dolor vivido, de las torturas de los veintitrés años en las cárceles franquistas, veintitrés años de frío y hambre, con sus días tristes y sus noches lúgubres acompañado de la palabra y del verso (siempre la cultura como arma), de la imaginación y la solidaridad con los compañeros en el presidio infame, del deseo de vivir para contar la realidad de las cosas. Luego vino la libertad del exilio en Francia, la ayuda constante a los presos políticos y la perseverancia honesta de querer decir la verdad de aquella España, para que no se olvide nada, que no se repitan los pecados que tanto sufrimiento han causado, ríos de lágrimas estancados en mares de llanto detenidos cuando las fuerzas se acaban y el corazón es sólo piedra ya. Se trataba de transmutar en prosa asequible a cualquier público aquel poema suyo, tan diáfano, que escribió en la prisión a petición de Alberti y otros intelectuales, tan nítidamente traslucido de la situación de un momento histórico de España, de cuarenta años de oscura sombra yerta, de muertes sin sentido, de dolor fiero y de cruel silencio:
Mi vida/os la puedo contar en dos palabras:/un patio/y un trocito de cielo donde a veces pasan/una nube perdida y algún pájaro/huyendo de sus alas.
Y así ha sido su vida desde entonces, viajero permanente, embajador de la Historia, caballero sin espada, hombre noble comprometido que combate con la palabra esculpida en su alma y moldeada con el cincel de ésa sonrisa, que con ochenta y nueve años sigue luchando por una sociedad mejor y más auténtica.
Leo estos días su libro, «Decidme cómo es un árbol», que es un ejemplo de cómo una autobiografía sin rencor, a golpe de adjetivo oportuno, el poema en prosa de una existencia, construye un puente de esperanza pacífica con la Historia y con los hombres. Y me parece honorable y justo que la Universidad de Granada abandere la causa, que defienda su seudónimo de hombre que ya es un símbolo de resistencia y de compromiso ético por las libertades en varios continentes. Hay veintitrés razones en el manifiesto, tantas como sus años en la cárcel, para defender que se le dé el Príncipe de Asturias de la Concordia este año. La mía es que cree en los jóvenes para trabajar contra el odio irracional que es cualquier odio, las guerras fratricidas que tiñen de sangre las tierras y las manos de los hombres. Es machadianamente bueno este salmantino. Me gusta Marcos Ana, ya lo digo, entre otras cosas, porque mira al futuro con ilusión de niño y desgrana el pasado cruel sin resentimiento de hombre torturado y condenado dos veces a muerte.
Ya son más de tres mil las firmas que avalamos la candidatura, una candidatura que es metáfora de paz y de esperanza, de honestidad y de proceder recto, de sentido y de coherencia. Se trata de decir a Europa que la sinrazón y la barbarie de una guerra incivil tiene la enmienda -a medias – del tiempo. Que las heridas abiertas sólo cicatrizan cuando se hace justicia.
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