– Ludmila Putin descubre Granada.
La mujer del presidente ruso, licenciada en filología hispánica, inaugura un curso en la Universidad sobre la lengua rusa, entre extraordinarias medidas de seguridad
«Entusiasmada». Así se mostró ayer en Granada Liudmila Putin, esposa del presidente ruso Vladimir Putin, de visita en la capital andaluza para participar en un seminario sobre lengua y literatura de su país. Con una sonrisa permanente, esta ex azafata de 50 años, licenciada en Filología Hispánica, demostró que es una mujer segura… y asegurada. Se mueve casi con tanta escolta como su marido. El revuelo que formó es equiparable al que se organiza cuando algún miembro de la Casa Real visita Granada. Tanto guardaespaldas -modelo armario empotrado- llamaba la atención e impedía acercarse a ella.
La primera dama rusa inauguró el congreso internacional La lengua y literatura rusas en el espacio educativo internacional: estado actual y perspectivas. Fue la primera en intervenir. Y lo hizo en ruso, aunque habla español. Recordó que 2007 ha sido declarado en su país el Año de la Lengua Rusa y afirmó que en los últimos años se ha incrementado el interés por estudiar ruso, de modo que «se han ampliado los horizontes para este idioma». Unas 270 personas procedentes de 32 países y una batería de guardaespaldas escucharon sin pestañear sus palabras.
La psicosis por la seguridad obligó a retirar antes del discurso el centro de flores de la mesa, de esos que gusta poner, y mucho, a la institución universitaria en este tipo de actos. Dos versiones revoloteaban por el salón: para unos, porque la señora es alérgica a los lirios; para otros, por temor a escondiera alguna sustancia sospechosa.
Un amplio séquito
Ludmila Putin podría haber pasado inadvertida en la Facultad de Medicina, pero desde primeras horas de la mañana agentes de policía y perros adiestrados eran la mejor huella para detectar la presencia de alguien relevante. Aunque por mucho que preguntaras, nadie ponía cara a la mujer del presidente ruso en su primera visita a una universidad española.
De lo que dijo y de cómo piensa sólo se pudieron arañar datos las por vías colaterales del amplio séquito. A la señora de Putin, que se doctoró en la Universidad de San Petersburgo con una tesis titulada El participio en el español moderno, le impresionó la portada del Hospital Real, sede del Rectorado de la Universidad de Granada, que visitó después de inaugurar el congreso. De sus impresiones sobre la Alhambra habrá que esperar un día más, la visita está programada para hoy, aunque por lo mucho que parece gustarle todo lo que va descubriendo es fácil predecir que saldrá asombrada.
Ayer hubo regalos. La Universidad granadina -el rector no estaba ayer porque estaba en Berlín recogiendo un premio que le ha dado la UE a la UGR- le entregó un broche de plata y el facsímil del codex eslávico. La comitiva rusa le regaló a la institución un libro sobre Rusia. También hubo firma en el libro de honor de la institución universitaria, paseos y, cómo no, piononos de Santa Fe, dulce típico granadino. Tras acabar el acto académico comenzó la visita privada, que culminó anoche con espectáculo flamenco.
Ludmila Putin demostró su alto perfil cultural y quiso conocer secretos de la universidad granadina, como el Codex granatensis o la cédula de fundación. Y preguntó qué hacía el cuadro de Carlos V en el edificio. «Él fue el fundador de esta institución universitaria», le explicaron. Pese a la presencia permanente del intérprete, a veces pedía que no le tradujeran. Tras el paseo por el rectorado, la comida oficial. Merluza, solomillo, piononos de Santa Fe y vino de la Alpujarra granadina recomendado por el embajador ruso. Ese fue el menú. Lo del vino por expreso deseo del embajador, que lo había probado estos días previos a la visita de la esposa de Putin.
Desde hace tres semanas decenas de funcionarios y policías rusos han visitado distintos lugares de Granada para montar el dispositivo. Y se puede dar fe de que no les faltó detalle.
De compras
Pese a todo, por la tarde Ludmila no se resistió a pasear por el centro de la ciudad. Aunque con varios guardaespaldas, la esposa del presidente ruso se fue de tiendas por la zona de Bib-Rambla y Mesones. Ludmila curioseó con atención la mayoría de los escaparates y entró en una zapatería.
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