Congestión nasal, estornudos, irritación en los ojos, dificultad respiratoria… para muchos granadinos ya ha llegado la temida primavera, ya que la estación actual es sinónimo para algunos de un malestar al que se tienen que enfrentar cada año.
En Granada, una ciudad y una provincia rica en flora, no es fácil escapar a los efectos si se es alérgico. La mayoría de afectados intentan mantenerse lejos de zonas verdes, jardines y zonas verdes, pero uno de los principales enemigos no está en la naturaleza, sino que pasea por las calles y carreteras de toda la provincia. Los motores que utilizan combustible diésel hacen que los efectos de las alergias primaverales se multipliquen, e incluso pueden provocar reacciones alérgicas a personas que en principio no sufren este mal. Según un estudio publicado por la Unión Europea, «el creciente número de vehículos diésel en las carreteras – y su uso continuado en el transporte marítimo y el ferrocarril – representan un riesgo grave para la salud». Martinus Lovik, del Instituto Noruego de Inmunología, explica que los motores diésel emiten «100 veces más partículas de carbono que la gasolina. El núcleo de la partícula está, a su vez, rodeada de muchos productos químicos diferentes», lo que hace que este combustible sea aún más dañino.
Alergias y cáncer
El combustible diésel no solo es un peligro para las alergias. En 2012, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, un organismo de la OMS, elevó el humo de motores diesel a la categoría de ‘cancerígeno’ para humanos. Desde 1988 estaba considerado como ‘probablemente cancerígeno’, mientras que el humo de motores de gasolina sigue clasificado como ‘posiblemente cancerígeno’. Según Antonio Hernández Jerez, catedrático de Toxicología de la Universidad de Granada, «el humo de los motores diesel es tóxico y perjudicial para la salud debido a los diversos contaminantes que contiene, entre ellos, óxidos de nitrógeno y partículas. Estas últimas son especialmente relevantes y las hay de varios tipos según su tamaño: partículas gruesas, finas y ultrafinas. Las gruesas nos resultan familiares, pues son las responsables del polvo negro (hollín) que se acumula sobre superficies cuando dejamos abiertas ventanas o puertas. Sin embargo, el mayor peligro para la salud proviene de las partículas finas y ultrafinas, microscópicas en ambos casos. Al respirarlas, las primeras pueden alcanzar los lugares más remotos de los pulmones (alveolos) y transportan otros contaminantes sobre su superficie, como metales e hidrocarburos aromáticos policíclicos. Estos son similares a los del humo del tabaco y principales responsables, aunque no únicos, del cáncer de pulmón. Por su parte, las partículas ultrafinas son tan pequeñas que no solo llegan hasta las profundidades de los pulmones sino que atraviesan los propios alveolos y alcanzan la sangre, dañando los capilares y favoreciendo el desarrollo de arteriosclerosis, isquemia cardiaca, ictus, arritmias y trombosis».
Diésel, una ‘moda’ que no para
El número de ventas de vehículos que utilizan diésel crece cada año por su menor gasto de combustible y por la fama de que los motores son más robustos. En 2012, las ventas de estos coches representaron un 69,1 por ciento del total, por lo que la situación no tiene visos de mejorar para los alérgicos. Según José Manuel Castillo, de Talleres Lecrín, «los fabricantes creían hace unos años que los diésel no contaminan tanto como los motores gasolina, pero se han dado cuenta de que no es así». Para eliminar el efecto nocivo de este tipo de combustible, se han creado los filtros de partículas. «Hay un filtro que lo llevarán todos los coches diésel a partir de 2014 y recogerán las partículas sólidas que expulsa este combustible», explica José Manuel Castillo. Una solución que los alérgicos al polen seguro que reciben con los brazos abiertos.
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