74180 Decenas de personas se agolpan en un corro en medio del Paseo del Salón. Hay hombres y mujeres, ancianos y niños. A ratos, estallan en una carcajada. Rodean a un hombre con una camiseta negra. Un tipo normal y corriente. No parece un payaso ¿Será un cantante? ¿Un malabarista? ¿O regalará algo? Pues no. Es un científico del Instituto de Astrofísica de Andalucía que está hablando de las estrellas y de cómo mirarlas. Y esto es una de las microcharlas de la Noche de los Investigadores, un evento que se celebra de forma simultánea en 350 ciudades del continente.
Cientos de personas se acercaron este viernes a alguno de los talleres, demostraciones, experiencias y charlas que tuvieron lugar en los 16 stands de la Universidad, el CSIC, el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera y el Biobanco de Andalucía, entre otras instituciones.
«Es la primera vez que la Noche de los Investigadores sale a la calle y la experiencia es muy buena. Este espacio es ideal», aseguraba Matilde Barón, directora de la Estación Experimental del Zaidín, del CSIC, aludiendo a que, en los últimos años, este evento se había celebrado en las propias sedes de las instituciones científicas. «Es más complicado, porque hay que traerlo todo, pero más cercano. Humaniza al científico», agregó la bióloga, convencida de que divulgar no es frivolizar.
En el rincón infantil, los más pequeños se dedicaban a expresar, con un dibujo, su imagen de los investigadores: con gafas y pelos a lo loco, armados con lupas y tubos de ensayo o estudiando a los dinosaurios, pero todos con una sonrisa en la cara.
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Al lado, otros chavales fabricaban preciosos cristales verdes en el taller d el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, con los kits que fabrica la empresa granadina Triana Science and Technology. «Les explicamos la importancia de los cristales en la vida cotidiana, por ejemplo a través de los cristales de azúcar o de sal, y cómo resultan más grandes o más pequeños dependiendo de la velocidad a la que se enfríe la solución de fosfato monoamónico y agua», explicó José Antonio Gavira.
Imágenes en 3D
En el stand ¿Qué puede hacer la Optometría por ti?, de la UGR, Razvan Ghinea mostraba a unos curiosos cómo se fabrican las imágenes en tres dimensiones y por qué los seres humanos tenemos la capacidad de verlas, igual que la mayoría de los depredadores. «A las gallinas no les hace falta, y por eso tienen los ojos a los lados de la cabeza», argumentaba el investigador. Su colega Juan de la Cruz Cardona alertaba sobre los peligros de las gafas del ‘top-manta’: «No protegen contra una parte de las radiaciones ultravioletas. Y cuanto más oscuras, peor, porque nos creemos que vamos protegidos y no es cierto».
Un puesto que levantó tanto pasión como repugnancia fue el del Departamento de Parasitología de la Facultad de Farmacia, que mostraba gusanos de anisakis extraídos de una bacaladilla y mosquitos flebotomos, que transmiten la leishmaniasis. «La gente sale diciendo que nunca más va a comer bacaladillas, pero lo cierto es que, dependiendo de la procedencia y de la época del año, el 90% del pescado tiene anisakis», advirtió Naima Abattouy, quien recordaba que el mejor modo de evitar este parásito es congelar el pescado durante un par de días y freírlo muy bien antes de consumirlo. Y así, hasta 16 stands sobre dieta mediterránea, contaminación sonora, neurología, recuento de ADN, arqueología local o robótica. O sea, ciencia para todos. La velada terminó cerca de la medianoche en el quiosco con música, monólogos científicos y magia.