Inicio / Historico

Los fósiles, el diluvio y el granadino José Torrubia

– Los fósiles, el diluvio y el granadino José Torrubia

A José Torrubia en Granada no lo conoce casi nadie. Por eso, a alguno le puede sorprender que la Editorial de la Universidad de Granada acaba de publicar un facsímil de su obra. En su colección Archivum, la Universidad ha publicado el Aparato para la Historia Natural Española del franciscano granadino José Torrubia (1698-1761).

Esta obra interesantísima de carácter científico, publicada en Madrid en 1754, aborda el problema de las causas de la existencia de restos de conchas de seres marinos en los alrededores de Molina de Aragón. Para Torrubia, estos restos fósiles incrustados en las rocas, deben ser interpretados como restos del Diluvio universal bíblico. Esta interpretación, en el siglo XVIII, suponía toda una revolución en la interpretación científica de la naturaleza geológica. La obra está acompañada de trece excelentes láminas que figuran los primeros fósiles descubiertos en España. Entre otras cosas, esta obra se considera el primer tratado de paleontología española.

La obra de José Torrubia tuvo amplio eco en los cenáculos ilustrados del siglo XVIII. Entre 1755 y 1760 fue discutido su contenido en cuatro revistas científicas francesas e inglesas de la época. La traducción del capítulo dedicado a los gigantes fue publicada en francés en 1760; y en 1773 ya existía una edición en alemán de todo el libro con unas láminas de mejor. El Aparato de Torrubia fue muy citado por el gran naturalista y viajero irlandés William Bowles (1705-1780) que lo usó de guía para su expedición por España y que publicó en 1775 como Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España.

Sin embargo, la figura y las obras de este ilustre granadino son casi desconocidas en nuestra provincia que no le ha dedicado -que sepamos- ni siquiera un callejón en la capital. José Torrubia nació en la ciudad de Granada en 1698. Debía estar muy orgulloso de su ciudad pues aparece en varias ocasiones en el Aparato. Profesó en la orden franciscana muy joven, en 1713, partiendo como misionero para Filipinas siete años más tarde. Entre 1721 y 1733 permaneció en estas islas lejanas trabajando como predicador y visitador de los conventos de su orden. Su innata curiosidad por la naturaleza hizo que recogiese multitud de observaciones sobre plantas y animales a los que alude en su obra. En 1733, al ser nombrado procurador para los capítulos generales franciscanos de Madrid y Roma, embarcó en Manila para España, atravesando México, tal como se acostumbraba en esa época. El viaje fue muy accidentado por los temporales e incluso un naufragio, por lo que no llegó a Cádiz hasta julio de 1735. Tras 10 años en España, fue destinado a Nueva España en 1745, recorriendo Guatemala, el Yucatán y Honduras. En 1749, Torrubia regresa a Europa para asuntos de su orden viajando a Roma, Rímini, Padua y París. En torno a 1750 se dirige desde Francia hacia Madrid. El día 10 de agosto hizo un alto en el camino para almorzar cerca de Molina de Aragón. Mientras comía observó que una niña jugaba con unas piedras de forma extraña, parecidas a conchas y caracoles marinos. Este fue el origen de una investigación sobre el origen de estas piedras y sobre su localización en los montes de Castilla. La interpretación diluvista, progresista en esa época, guió su mente hacia la elaboración de una gran memoria de la cual, desgraciadamente, sólo escribió el primer tomo, el que ahora comentamos, y que publicó en Madrid en 1754. El Aparato cuenta con 204 páginas a las que hay que añadir las 14 láminas, los índices y la leyenda de las láminas. Viene precedida por los diversos permisos y censuras donde muestra que los contenidos están de acuerdo con la doctrina de la Iglesia. El volumen original está dividido en 35 capítulos. La mitad de ellos están dedicados a comentar el hallazgo de fósiles en España y en los dominios coloniales de Filipinas y América interpretándolos como petrificaciones de animales de antes del Diluvio. Los capítulos 16 a 28 los dedica Torrubia a discutir acerca de los fósiles españoles rebatiendo las hipótesis de Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764). Los últimos capítulos (del 29 al 35) los dedica a la exposición apologética de la teoría diluvista del origen de las petrificaciones rebatiendo el carácter natural del Diluvio, tal como hacen Buffon y los autores protestantes.

En estos años, Torrubia fue nombrado Cronista y Archivero general de la Oden franciscana siendo trasladado a Roma. En la ciudad eterna permaneció hasta su fallecimiento en 1761, dedicándose a publicar, entre otros, su famoso tratado sobre los Gigantes.

La edición facsímil del Aparato de Torrubia se ha editado precedida por una extensa introducción crítica al autor y a la obra, con una gran cantidad de bibliografía que ayudará al lector no especializado a comprender mejor el alcance científico de esta joya del siglo XVIII.

Torrubia alude en repetidas ocasiones al método científico de observación de Francis Bacon aunque las conclusiones a las que llega no coincidan con las que actualmente imperan en el mundo científico. De alguna manera, Torrubia fue el introductor en España del llamado Diluvismo científico que, irónicamente, vuelve a estar de moda entre las sectas fundamentalistas de los Estados Unidos. La creencia de que los avances de las Ciencias no pueden contradecir la lectura al pie de la letra de los pasajes de la Biblia está muy incrustada todavía hoy en la mente de mucha gente. Desde el punto de vista del diálogo entre la Teología y las Ciencias de la Naturaleza, esta obra escrita hace más de 250 años ilumina muchos de los planteamientos que intenta desarrollar la Facultad de Teología de Granada.

Descargar