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Los caníbales de Colón

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Los caníbales de Colón
El especialista Miguel Botella glosa las prácticas antropófagas de los pueblos de Mesoamérica en la época del descubrimiento del Nuevo Continente
JUAN LUIS TAPIA //FOTOS: IDEAL / GRANADA

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NADA más llegar al Nuevo Continente, el almirante Cristóbal Colón se sintió horrorizado al contemplar que las tribus indígenas tenían grandes ollas en las que hervían restos humanos. El canibalismo en los pueblos mesoamericanos era una práctica habitual, un rito religioso que servía para alimentar a los dioses. El antropólogo de la Universidad de Granada Miguel Botella López ofrece hoy una conferencia titulada Canibalismo y sacrificios humanos en Mesoamérica, dentro del ciclo dedicado a Colón y su entorno, que comenzó ayer con la intervención de la profesora sevillana Consuelo Varela sobre Colón, sus enfermedades y remedios.

La escena es espeluznante: unas veinte mil personas ascienden las pirámides hasta llegar al templo, donde los sacerdotes les extraen el corazón y posteriormente arrojan los cuerpos para ser condimentados y engullidos en un rito en honor a los dioses. Las tribus mesoamericanas ofrecían sacrificios humanos a los seres superiores, que se alimentaban de sangre. «Les extraían el corazón, porque es lo que mueve el mundo, lo que da la vida al cielo», explica Miguel Botella. «La sangre era el alimento de las deidades y la ingesta de carne humana tenía un efecto depurador, como si se tratara de la comunión cristiana», comenta el especialista. «El hecho de consumir carne humana les hizo asimilar fácilmente la del cerdo, que es muy parecida a la del hombre», indica el antropólogo. «La palabra Caribe -añade- significa caníbal y así lo reflejó el propio Cristóbal Colón».

«Lo importante era el corazón, que lo extraían con gran facilidad con un cuchillo de pedernal; y es que era el motor de la vida y de los propios dioses», dice Botella. Posteriormente, los cuerpos eran descuartizados y puestos a hervir con maíz en unas grandes ollas. «Hubo misioneros españoles que reseñaron las recetas que los indígenas empleaban para cocinar la carne de los sacrificios y así se muestra en las mismas pinturas de los indios», ilustra el antropólogo. «En otras ocasiones desprendían a los cadáveres de la piel, que se la enfundaban como si de una malla se tratara y se la dejaban unos diez días hasta que se caía, como si de la muerte naciera algo nuevo», describe Miguel Botella.

Horror

Los españoles se sentían escandalizados ante las prácticas caníbales, «pero los indígenas simplemente cumplían con un rito religioso». Paradójicamente, eran los indios quienes se mostraban horrorizados por las matanzas sin sentido llevadas a cabo por los colonizadores. «No entendían que mataran a alguien por el simple hecho de asesinarlo», dice el experto. «Los indios iban acompañados en las batallas de un esclavo al que llevaban atado para sacrificarlo en el combate y de este modo ofrecerlo en sacrificio», cuenta Botella.

Los elevados a los altares a través de sacrificios sangrientos eran «prisioneros o esclavos, y cuantos más mejor». Pero los ritos eran de celebración diaria, «porque los dioses se nutren de sangre y no era extraño que los propios indígenas se produjeran cortes en las orejas, piernas, lengua y demás partes del cuerpo para ofrecerles su propia sangre».

El antropólogo ha encontrado evidencias de estas prácticas en multitud de restos humanos analizados. «Hemos hallado unos 17.000 huesos de indios mesoamericanos en los que se aprecian las marcas de los cortes que se hacían para los sacrificios», dice Miguel Botella. Estas prácticas no eran exclusivas de un pueblo mesoamericano y se extendían a todos ellos, debido a su semejante religiosidad.

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