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Lo más granado de Colón
El almirante estuvo en Granada en dos ocasiones; en una de ellas emprendió la gran aventura a las Indias y en la segunda tuvo que enfrentarse a su fracaso como virrey
JUAN LUIS TAPIA //FOTOS: IDEAL / GRANADA
Lo más granado de Colón
EN LA ALHAMBRA. Cuadro de F. Jover en el que aparece la reina Isabel la Católica y Cristóbal Colón en una de las salas del recinto nazarí.
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CURIOSIDADES
F Una mujer: El origen de Colón sigue siendo un misterio para estudiosos y aficionados. Hay para todos los gustos, desde que era extremeño hasta gallego, catalán, portugués, corso, mallorquín, judío e incluso una mujer.
F Corsario: La profesión de marino era de largo aprendizaje. Colón comenzó sus navegaciones como grumete a los catorce años y siempre en barcos mercantes, pero en 1469 se hizo corsario.
F Rodrigo de Triana: No fue este marinero quien vio tierra; lo hizo Juan Rodríguez Bermejo, silenciado por Colón para cobrar el premio de los 10.000 maravedíes que, procedentes de la venta de carne en Córdoba, serían entregados al descubridor. Y Colón dio luego tal cantidad a su amante cordobesa Beatriz Rodríguez de Harana.
F Franciscano: En su segundo viaje se vio obligado a reprimir duramente a los indios y varias revueltas. Colón se había crecido como virrey y debía pasar por una cura de humildad. Regresó a la Península vestido de fraile y se dejó crecer la barba, pero aquel gesto le valió para restablecer su imagen y ganar nuevamente el apoyo real. En este caso el hábito sí hizo al monje.
F Rebelión de los Porras: Colón tuvo que hacer frente a varias rebeliones de los marineros. Una de ellas se conoce por el nombre de los Porras y se produjo tras la llegada a Jamaica en su cuarto viaje. La pérdida de las naves y al encontrarse Colón enfermo y los supervivientes rodeados de tiburones, provocaron el motín.
F El Ganges: Colón insistía constantemente en su creencia de que aquellas tierras no eran un nuevo mundo sino Asia. Hasta tal punto llegó su empecinamiento que en su Carta de Jamaica de 1503 afirma estar a un tiro de piedra nada más y nada menos que del río Ganges.
F Permiso de mula: Un almirante en el final de su vida y enfermo de las piernas no pudo asistir al funeral de su valedora la reina Isabel. Su maltrecha salud le llevó a solicitar una cédula que le permitiera andar el reino en mula, que le fue concedida.
F Restos: Los restos mortales de Colón han sido más viajeros que el mismísimo descubridor. De 1506 al 1509 reposaron en San Francisco de Valladolid; de 1509 a 1513, en la catedral de Sevilla; de 1513 a 1795, en Santo Domingo por deseo de Colón y hasta el dominio francés; de 1795 a 1898, en Cuba hasta la pérdida colonial; en 1898, a Sevilla en su catedral.
F El pezón del mundo: Colón creía que en un punto del Ecuador el mar se elevaba, como si hubiera una cuesta en el océano, y es en ese punto donde se encuentran las bocas del Orinoco, la confluencia de los ríos amazónicos con el mar, y ahí se encontraría el paraíso.
F Déspota: Hay historiadores que han acusado a Cristóbal Colón de ser un déspota, de azotar a los indios, de maltratar a la marinería, pero hay que tener en cuenta que el cargo de piloto le exigía cierto carácter. Lo que sí parece ser cierto es que no atendía a consejos.
F Falso juramento: Colón obligó a sus hombres a jurar que habían pisado tierra firme, cuando no era cierto, y ahí se inició el descrédito del descubridor.
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GRANADA se ha sumado a los actos conmemorativos del quinto centenario de la muerte de Cristóbal Colón con una gran muestra en la Alhambra, en el Palacio de Carlos V, uno de los escenarios de la aventura colombina al igual que Santa Fe.
Colón quemó su últimos cartuchos en Granada. Su proyecto de emprender la nueva ruta a las Indias dependía de los Reyes Católicos, tras ser rechazada su propuesta por la junta de sabios de la corte portuguesa. Sólo le quedaba Castilla y los Reyes Católicos. El futuro almirante fue recibido por los monarcas en 1486 en Alcalá de Henares, pero no estaban para aventuras pues su gran empresa tenía el nombre de Granada. El navegante se impacientó e incluso intentó en 1487 un primer viaje colombino desde Málaga que acabó en un nuevo fracaso. Fueron años en los que tuvo que subsistir gracias a la confección de mapas y cuadros. Tras una breve estancia en Portugal, donde nació su hijo Hernando, no le quedó otra que ganarse a los Reyes Católicos, y para ello se jugó la vida en combate contra los nazaríes.
Baza
Colón participó en el sitio a la ciudad de Baza desde el 4 al 12 de diciembre de 1489. Los castellanos creían que si caía el bastión de El Zagal, Boabdil se vendría a razones ya que había jurado vasallaje a los Reyes Católicos. Un romance anónimo da fe de la participación del almirante en la batalla: «Por los cerros cristianos escuadrón asoma / y cae sobre los infieles / como irresistible tromba. / Colón viene al frente de ellos / sobre un alazán de Córdoba… / Colón y sus caballeros / ante sí todo lo arrollan…».
El descubridor creía que la toma de Granada estaba cerca y que podía emprender su empresa de Indias, pero no fue así y la guerra se prolongó tres años más. No obstante, ganó méritos ante los Reyes Católicos, que es de lo que se trataba. La guerra se extendió tres años más, en los que Colón, ya desesperado, intentó buscar en Francia la financiación que necesitaba, pero su viaje fue frenado por fray Juan Pérez.
Santa Fe
En la Nochevieja de 1491 llegó Colón al campamento castellano de Santa Fe y se alojó en casa del contador Quintanilla. El navegante fue testigo presencial de la rendición de Boabdil. La imagen la contará el mismo descubridor en su Diario de las derrotas y caminos: «Este presente año de 1492, después de (que) vuestras altezas haber dado fin a la guerra de los moros que reinaban en Europa, y haber acabado la guerra de la muy grande ciudad de Granada, a donde este presente año a dos días del mes de enero, por fuerza de armas vide poner las banderas reales de vuestras altezas en las torres de la Alhambra, que es fortaleza de la dicha ciudad, vide salir al rey moro a las puertas de la dicha ciudad, y besar las reales manos de vuestras altezas y del príncipe mi señor».
Colón se convirtió en testigo de excepción de cómo los Reyes Católicos recibieron una ciudad islámica que fue respetada, pues la Alhambra estaba prácticamente intacta, lo que no ocurrió con Gibralfaro, en Málaga.
Colón seguía sin tener respuesta a su proyecto colombino y harto de esperar en Santa Fe se marchó de Granada pero fue localizado en Pinos Puente. Las Casas, en Historia de Las Indias, lo relata de la siguiente manera: «Luego la reina mandó que fuese un alguacil de su corte, por la posta, tras Cristóbal Colón y de parte de su alteza le dijese cómo le mandaba tornar y trajese; al cual halló dos leguas de Granada, a la puente que se dice de Pinos. Volviese con el alguacil Cristóbal Colón».
Pero no se solucionó todo y pasaron cuatro meses de negociaciones para que se pudieran firmar, al fin, las Capitulaciones Colombinas el 17 de abril de 1492. En este documento se le nombra a Colón almirante, virrey y gobernador, se le concede el décimo de lo conquistado y desde Granada se preparan las primeras naves. El 12 de mayo partió hacia Palos y en la ciudad de la Alhambra se quedaron sus hijos Diego y Hernando como pajes de la corte. El viaje costó 1.140.000 maravedíes, y el pico es en exclusiva para Colón. Lo que siguió ya es historia.
La Gorda
El regreso a Granada del navegante será muy distinto a su primera visita. Colón partió de la ciudad de la Alhambra para emprender la empresa americana, pero volverá de su tercer viaje degradado, amargado y fracasado, y curiosamente otro 2 de enero. En 1499 los Reyes Católicos destituyeron al almirante como gobernador de las Indias y colocaron en su puesto a Francisco de Bobadilla.
Los colonos de la Isabela se quejaron de las acciones de Colón, mejor navegante que político, a quien acusaron de retener las pagas, monopolizar las minas, maltratar a los indios y no evangelizarlos. Llegó Bobadilla con plenos poderes de pesquisidor y el desacato de Colón provocó su apresamiento. El 13 de octubre de 1500 Colón, encarcelado en La Gorda, junto a sus hermanos Diego y Bartolomé partió a la Península. Las cosas en el reino no eran nada favorables a los genoveses, que contaban con un trato benévolo por parte de sus católicas majestades. Tiempos de mano dura castellana contra los paisanos del marino. No obstante, los Reyes Católicos ordenaron su puesta en libertad y mandaron que acudiera a Granada.
Ese buen trato a los genoveses produjo la conocida anécdota ocurrida a Colón en Granada, donde fue prácticamente abucheado al grito de «paga, paga». Ocurrió en 1501, cuando al entrar en la ciudad en compañía del rey Fernando el Católico, los granadinos arrojaron uvas al almirante, mientras decían: «Mirad a los hijos del almirante de los mosquitos, de aquel que ha descubierto tierras de vanidad y engaño para sepulcro y miseria de los hidalgos castellanos».
Colón se alojó en la Alhambra y acompañó al rey Fernando de cacería por la sierra: «Vemos aquí en Granada la sierra cubierta de nieve todo el año, que es señal de gran frío y al pie de esta sierra son las Alpujarras, donde es siempre suavísima templanza, sin demasiado calor ni frío». En esta misma estancia del navegante en los palacios nazaríes tuvo lugar la real cédula que ordenaba la libertad de los indios para ser restituidos a sus tierras. El comportamiento de Colón en la Isabela recibió una buena reprimenda por parte de los reyes. Pero el almirante no podía permanecer en tierra durante largo tiempo y empezó a preparar el que será su cuarto gran viaje.
En 1502 presentó a Isabel y Fernando una serie de consideraciones sobre su navegación y nuevamente partió hacia las Indias, porque Colón murió con la creencia de que América era Asia. Colón deliraba sobre sus viajes y creía que había llegado al paraíso, que se encontraba ante las minas del rey Salomón, que su viaje era mesiánico, que había alcanzado las bocas del Orinoco. Pero regresó una vez más a tierras granadinas, al menos sus restos, en 2005, cuando el investigador de la Universidad de Granada José Antonio Lorente los trajo para analizar el ADN.
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