Las quisquillas, delicatessen \’made in\’ Motril
La demanda de este crustáceo en Motril es tan superior a su reducida oferta que cada vez más barcos de fuera traen sus capturas para venderlas como si fueran de aquí
MERCEDES NAVARRETE | MOTRIL
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La quisquilla alcanzó su récord hace dos Navidades, a 300 euros el kilo en lonja
No es lo mismo un blanquecino camarón de Santa Pola -con todo el respeto para el marisco de Alicante- que una exquisita y roja quisquilla de Motril. El sabor es distinto y sobre todo cambia el precio, que en el caso de la delicatessen granadina es mucho superior. La reina indiscutibledel Mediterráneo, la \’quisquilla de Motril\’, está cada vez más perdida y su escasez dispara su precio. Los pocos quilos que llegan diariamente a la lonja apenas dan para cubrir una mínima parte de la gran demanda que tiene este marisco y se quedan, casi íntegramente, en el mercado local. De ahí que en muchas vitrinas prolifere el \’gato por liebre\’ o, en este caso, el camarón primo hermano vendido como quisquilla de Motril.
En la lonja de Motril confirman que incluso es una práctica habitual que pescadores de fuera traigan sus capturas de todo el Mar de Alborán y Levante (puntos como Garrucha, Carboneras (Almería) e incluso Valencia) para comercializarlas en Motril. Es en la lonja granadina donde las esperan cada tarde los compradores que más están dispuestos a pagar por ella, donde «más nombre» tiene y por tanto donde la quisquilla alcanza los mayores precios.
Los pescadores de Motril aseguran que esta práctica ni siquiera les perjudica. «Nosotros lo que queremos es ver el producto en las vitrinas». Y si ellos no la pescan, al menos quieren que el comprador las encuentre. Pero eso sí, no tienen duda de que la quisquilla de Motril es la mejor: «La nuestra es la mejor del Mediterráneo, cada puerto tiene lo suyo», explican los pescadores en corrillo en la lonja.
Sin embargo, la Diputación de Granada, a través de su Centro de Desarrollo Pesquero de Motril, sí se ha propuesto luchar contra el «fraude comercial» que supone la venta de quisquillas de otras regiones -tanto españolas como de importación- con el apellido \’de Motril\’. La institución provincial ha puesto en marcha un estudio denominado \’Genética de la quisquilla de Motril (plesionika narval)\’ para lo que ha firmado un convenio con la empresa Lorgen, expertos en genética, que contará a su vez con el apoyo científico de expertos del laboratorio de identificación genética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. La investigación pretende establecer una diferenciación del producto motrileño, a través de su identificación genética. Quieren determinar unas características genéticas propias de esta especie en exclusiva «para utilizarlas como elemento diferenciador rápido y fiable y evitar así posibles fraudes en su comercialización». En definitiva evitar que las especies similares pertenecientes al mismo género «que tienen las mismas características morfológicas pero un precio bastante inferior» se vendan como quisquilla de Motril.
Los 8.920 kilos de quisquilla que por ejemplo entraron en la lonja de Motril el año pasado -este año se mueve en cifras similares (8.554 kilos)- apenas dan para abastecer al mercado de Granada y el producto se lo quitan de las manos los restaurantes locales y pequeñas pescaderías que las distribuyen a su vez a algunos de los restaurantes más selectos del país.
Y por supuesto, como ocurre con todo lo que escasea, se vende a precio de oro. El mínimo es de unos 70 euros por kilo y pero lo habitual es que el marisco se venda por encima de los 100 euros y que en periodos puntuales alcance precios de récord, como los 300 euros por kilo que se pagaron hace dos navidades. «Concretamente fueron 700 gramos, los pilló mi barco y me los pagaron a más de 250 euros», recuerda orgulloso el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Motril, Jesús Caparrós, que tiene claro que para un barco de arrastre «coger quisquilla es toda una lotería».
¿Por qué no hay?
Pero ¿qué le está pasando a la quisquilla? ¿Por qué está tan perdida del Mediterráneo? Desde la Cofradía de Pescadores de Motril no tienen la respuesta, pero desde luego les gustaría saberla. «No hay evidencias científicas de qué es lo que está pasando ahí abajo, precisamente necesitaríamos estudios que se dediquen a explicar qué ocurre en el Mediterráneo, por qué hay tanto jurel y no hay quisquilla, por ejemplo», comenta el técnico de la Cofradía de Pescadores de Motril, Antonio Sáez. Una buena fórmula de gestión del Mediterráneo, a juicio de Sáez, sería el estudio de las biomasas, saber qué especies atentan contra otras. «Un país pesquero debe estudiar esto», sentencia convencido.
Los pescadores de la Cofradía hacen cábalas sobre la posible vuelta de la quisquilla mientras recuerdan los años en los que de los Secos un barco de arrastre se traía hasta 30 y 40 cajas del preciado manjar. «Esto va por ciclos, la mar es así, ahora está perdida pero puede volver».
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