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Las botas blancas de Elena

– Las botas blancas de Elena

QUÉ lástima que el homenaje organizado por el C.A.L. – Centro Andaluz de las Letras- en homenaje a Elena Martín Vivaldi, no haya coincidido con el pasado catorce, día de los enamorados. A ellos convocaría, y en especial a los adolescentes interesados en las letras , al centro de Cánovas para que, en la fecha que se hará pública -justamente el próximo martes, adelanto- escucharan la voz de la poeta granadina, a través de otras físicas, prestadas, contándonos y cantándonos al Amor con mayúscula. Un Amor empapado en agua de lluvia y soledad, allá, en Granada. Elena Martín Vivaldi escribió sobre el verdadero amor sin praxis, ni ars amandi, ni efímero juego físico con que se le confunde, por mucha importancia que éste tenga. Eligió el celibato después de un definitivo fracaso amoroso y se dedicó a la apasionada tarea de interpretar el misterio poético de las criaturas y las cosas, para trascenderlas, captar su sentido, encontrar su verdad y no la posesión. En ello estaba, y ya rebasados los setenta años, cuando la conocí. Iba calzada con botas blancas, después de haber conferenciado en su ciudad sobre un tema que no viene al caso. La recuerdo ágil como una gacela, guiándonos a un grupo de amigos y escritores por los atajos del Albaicín, casi a media noche, hacia el altozano donde se divisaba la panorámica espectacular de la Alhambra cubierta por la luz de la luna. Empapada de lluvia, a través de su libro Como agua, la interpreta Juana Castro, poeta cordobesa que también nos visitó el pasado año, y dice de ella que toda la tristeza es al final bendita. Se trata de una lluvia madura, la lluvia creadora, vencedora. La pasión por lo que no se puede poseer, frente a lo apetecido y conseguido sin esfuerzo ni lucha. Hay un misterio y una fuerza inmensa en esa posesión del deseo. Ángeles Mora, en diferente plano crítico, asegura que Elena Martín Vivaldi es precursora del feminismo posterior y de sus diversas poéticas. Probablemente sea así, pero de lo que estamos seguros es que su lluvia ya ha hecho germinar las semillas de sus palabras, como testimonian los libros de autoras jóvenes promocionados a través del Certamen creado en su nombre, justamente en el décimo aniversario de la creación del Instituto Andaluz de la Mujer, tales como: Carmen, confía, de Lola Marmolejo, o La Prisa de Rosario Reca Ribóo, primero y décimo de los libros de esta serie.

Así como Antonio Carvajal, profesor de la Universidad granadina, o el amigo poeta Rafael Guillén, la recuerdan, a veces Elenamente triste, y con mas frecuencia reidora, o mas bien, sonreidora, «culta hasta la desesperación de interlocutores pedantes», una la evoca calzada con botas blancas, pisando el firme de la tierra, el de los senderos del Albaicín, los cármenes y las nieves inconquistables del Mulhacén. Sigilosos e intemporales, por no decir eternos, fueron los pasos de sus pies guarecidos en la blancura. Tan blancas o tan rotundas como las palabras que se le dedicarán, después de este domingo en que se convoca a los andaluces a encaminarse a las urnas y estalla el carnaval en Cádiz, en el acto de su homenaje. Será íntimo, pese a la apertura pública, y suponemos que en cierto tono de voz baja, como corresponde al estilo inconfundible de esta autora andaluza perteneciente al mundo de la palabra, la creación y la soledad. La entrada es libre.

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