VIVIR
La pasarela de la Historia
La Fundación Caja Rural celebra hoy el primer pase de un desfile que pretende mostrar la evolución de los vestidos a lo largo de los siglos
ADRIÁN ARGENTE //FOTOS: IDEAL / GRANADA
La pasarela de la Historia
Un ejemplo del Romanticismo de la etapa contemporánea.
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DATOS DE INTERÉS
F Acto: Pasarela de la Historia, desfile de 45 modelos con vestidos propios de cada etapa.
F Lugar: Auditorio de la Caja Rural.
F Fecha y hora: Hoy, a las 20 horas.
F Precio: Entrada gratuita hasta completar aforo.
F Coordinadora: Lola García Lozano.
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AL principio fue… la hoja. Con esta frase comienza el estudio de Carmen Argente del Castillo, profesora de la Universidad de Granada, sobre el desarrollo de la forma de vestir de hombres y mujeres desde la etapa más primitiva hasta nuestros días. Justo ahora que saltan las alarmas por el calentamiento del planeta, no sería extraño que dentro de cien años se volviera al punto de partida, a la hoja y los cuerpos desnudos, una vez que la protección contra el frío sería innecesaria.
La Fundación Caja Rural exhibe hoy, a las 20 horas en el Auditorio de su edificio central de la carretera de Armilla, el primer pase de un desfile en el que 45 modelos realizarán un repaso a la historia del vestido. La entrada será libre hasta completar el aforo. El acontecimiento pretende sacar este estudio de los libros y los dibujos, para confeccionar los diseños y mostrarlos al público en la pasarela.
La profesora Argente del Castillo, autora de la obra en la que se basa este proyecto y supervisora de sus diseños, indica que la forma de vestir siempre ha estado marcada por condicionantes de diversos tipos, fundamentalmente económicos e ideológicos: «Primero el vestido sólo era un elemento ornamental, pero después pasó a convertirse en una herramienta de protección frente a las condiciones climáticas».
Según ella, lo primero que surge es el traje no cosido, típico de las etapas egipcia, griega y romana, en las que una simple túnica cubría los cuerpos, insinuando en las mujeres sus siluetas con telas muy suaves y finas. Después se evolucionó hacia el traje cosido, ya en la Edad Media, cuya prenda innovadora fue el sayo (para los hombres) y la saya (para las mujeres).
Hasta el siglo XIV no se produce una diferenciación sexual en el vestido. Los hombres acortaron sus túnicas ciñéndolas al cuerpo y surgieron los jubones, los calzones y las medias; mientras que las mujeres ajustaron su cuerpo en las caderas. A diferencia del pensamiento anterior, que propugnaba ocultar el cuerpo femenino al ser considerado un bien deseado por los hombres, se extendió la idea de que no había maldad al mostrar el cuerpo y se introdujo el escote para dejar ver el nacimiento del pecho. Además, el cabello, que hasta ese momento las féminas llevaban recogido, se libera sin que ello significara desvergüenza. Un acontecimiento que creó la expresión popular soltarse el pelo.
Liderazgo
Ya en el siglo XVI, la moda española se impuso en el resto de Europa con la introducción del verdugado y del guardainfante para ahuecar la falda. Pero eran estilos propios de las clases altas y no de las mujeres que tenían que trabajar y no podían moverse con trajes tan aparatosos.
La Revolución Francesa influyó en el pensamiento de la época, como confirma Argente del Castillo: «La lucha contra la opresión de los vestidos de la mujer hizo posible la línea Imperio, más cercana a una moda más natural y menos pomposa y recargada que la anterior». La Europa industrial, por su parte, trajo consigo un movimiento para un traje racional que se preocupaba por los perjuicios que los corsés y los corpiños causaban en el cuerpo femenino. Aparecieron las primeras faldas pantalón, pero su uso se redujo a las clases altas.
Por último, el siglo XX estuvo marcado por dos momentos históricos: el período de entreguerras, en el que apareció la falda corta y el ideal de la mujer andrógina del modelo charlestón; y la primacía de la moda de Estados Unidos frente a la habitual hegemonía europea. La moda hippie y la consolidación del pantalón vaquero para ambos sexos son las dos grandes aportaciones del país norteamericano.
También se remarcó en el siglo pasado la diferenciación entre la alta costura y el prêt-à-porter y la revalorización de la marca como símbolo de prestigio.
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