– Impresiones desde El Valle.
Naturaleza muerta muestra las creaciones de diez jóvenes artistas tras convivir un mes en una zona rural granadina.
UNA beca, una crisis. Los diez alumnos de Bellas Artes que realizan la beca de verano de la Universidad de Granada suelen entrar en crisis y cambiar de registro artístico al final de la misma. Lo dice con orgullo el director de la iniciativa, Víctor Borrego, quien hace ya siete años tuvo la idea de encerrar en el Valle de Lecrín a una decena de alumnos, quienes durante un mes -julio- sólo se dedican a pintar y a reflexionar sobre lo que sale de su cabeza y ejecutan sus manos. «Normalmente se les despierta algo nuevo, ya que antes de esta beca muy pocos habían tenido tanto tiempo libre para crear y aún menos en un lugar tan distinto como ese», apostilla Borrego, quien aún está asombrado por los lazos de amistad tan fuertes que han creado los participantes de este año, quienes concurrieron bajo el tema Naturaleza Muerta.
Más allá de lo personal, el resultado del encierro artístico de 2007 se expuso ayer en el Auditorio Manuel de Falla. Allí estaban los creadores y parte de sus obras, que vinieron al mundo bajo la calina de los diminutos Restábal, Saleres y Melegís, pertenecientes a El Valle.
«Casi budista»
«Es cierto que allí se despiertan ganas de hacer cosas», reconocía Ismael Ibáñez delante de su obra Filtro Mandala, dos grandes formatos en los que usó el rotulador para hacer pequeños dibujos infinitos que terminaron transportándolo a un universo «casi budista. «Tardé unas treinta horas en realizar cada uno», recuerda.
Los artistas sólo estaban obligados a llevar a El Valle su cuerpo y sus materiales de trabajo. Las casas, las comidas y el alojamiento están incluidos. En el caso de Fátima Montero, ella optó por echar en la maleta algunos chupetes con los que dio forma a un concepto de abandono de la infancia. Sin programa preestablecido, los seleccionados se limitaron a debatir y a prestar oídos a algunos de los profesores y expertos que se pasaron por las casas y estudios que ocupaban los alumnos. Lo demás fue pintar o inventar, como hizo Úrsula Tutosaus, que concibió una videocreación en la que contrapone la naturaleza que hay en las urbes (aspecto contemplativo) con la contaminación acústica que impide esa observación en calma. El estruendo de su obra es la banda sonora de esta exhibición que tiene un aroma inconfundible a arte joven.
Descargar