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Historia de una extravagancia

Historia de una extravagancia.

El caso de Manuel Armillas es uno de esos problemas que la Semana Santa de Granada resuelve de una vez o se va a repetir ininterrumpidamente cada año. Este hombre fundó lo que durante toda la vida se conoció como Cofradía Universitaria. Desde la cafetería de la Facultad de Derecho, lugar que regenta y que tan buenas amistades le ha generado entre los teóricos de las leyes en nuestra ciudad, Armillas dirigía esa hermandad que sólo empezaba a estar viva con la proximidad de cada Semana Santa. Desde el principio se trató de una cofradía sui géneris, pero cuando la Semana Mayor estaba poco evolucionada y el aspecto cultural en ella apenas carecía de valor, el fenómeno de «la Universitaria» no dejaba de ser curioso. A partir de mediados de los 90, justo cuando el mundo cofrade granadino da un importante salto en el fomento de la vida interna de sus corporaciones, la fundación de Armillas pasó de lo curioso a lo extravagante.

La mayor preocupación de su gestión al frente de esa cofradía era la de incorporar pasos y titulares. Llegó a procesionar cuatro, dos de ellos sin permiso federativo para pasar por Carrera Oficial, algo que le importó realmente poco, pues las reglas y él no van de la mano, quizás porque siempre ha contado con una complicidad eclesiástica derivada de la falta de compromiso que la curia granadina ha manifestado hacia lo cofrade.

Esa desidia eclesiástica, a pesar de las numerosas llamadas de atención federativas que el señor Armillas acumulaba, le daban las alas necesarias para seguir haciendo cuanto le complacía, de espaldas completamente a la Semana Santa de Granada.

Ni Méndez Asensio ni Cañizares Llovera se atrevieron. Monseñor Martínez puso el cascabel a un gato ya demasiado grande. Manipulación del Estatuto Marco, evitar la libertad de expresión en el seno de su corporación impidiendo la entrada a un cabildo de un grupo de hermanos disconformes, provocaron el cese y su expulsión de esa cofradía.

Hoy, su única preocupación, asesorado por unos profesores que jamás se preocuparon de la posición en la que Armillas dejaba a la Universidad de Granada cada año, es impedir que los hermanos que sí quieren hacer de la Universitaria una hermandad como tal, puedan trabajar con la libertad necesaria para desarrollar la vida interior exigida a las cofradías y que con Manuel Armillas era una cuestión inconcebible.
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