GRANADA
Granada dirige la nueva red de vigías que detecta seísmos o maremotos en Andalucía
En la región, hay ya casi treinta sensores que escrutan el subsuelo Expertos del instituto sismológico dicen que aleccionar a la población es la mejor forma de evitar tragedias como la del Golfo de Bengala
CARLOS MORÁN/GRANADA
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El subsuelo de Andalucía está sembrado de vigías electrónicos que no descansan jamás. Están alerta las 24 horas de los 365 días del año. Su misión es dar cuenta de cualquier movimiento que se produzca en las entrañas de la tierra o en los fondos marinos. En un principio, sólo había nueve sensores y estaban todos en Granada, seguramente la provincia española en cuyo currículo hay más terremotos. Pero en 2000 comenzó una ambiciosa renovación auspiciada por la Universidad, institución de la que depende el Instituto Andaluz de Geofísica, que está en Granada y es el cerebro de la red sísmica regional. Ese proceso de mejora está a punto de culminar.
Ya hay casi una treintena de centinelas escrutando los intestinos de la comunidad autónoma, desde La Rábita, en Huelva; hasta la Sierra de Cabrera, en Almería; pasando por Ceuta.
Estos aparatos no sirven para predecir los temblores de tierra. En realidad, y aunque existen ensayos, no hay nada ni nadie que pueda hacerlo.
¿Premonición animal?
Contrariamente a lo que se ha dicho tras el colosal tsunami que ha arrasado las playas del Golfo de Bengala, es más que probable que ni siquiera los animales tengan ese poder de predicción. En medio del caos y la desolación, han surgido historias que cuentan que manadas de elefantes huyeron tierra adentro horas antes de que llegase la marea de muerte. «Pienso que hay algo de mito en todo eso. No creo que los animales tuviesen una premonición. Lo más seguro es que oyesen el terromoto que, posteriormente, causaría el tsunami. Eso sí que es posible. Estamos hablando de un seísmo de casi nueve grados en la escala de Richter, una auténtica monstruosidad. Es el cuarto terremoto más grande de la historia. Ya digo, una barbaridad. Cuando el mar anegó la isla de Sumatra, la más cercana al epicentro, ya nada quedaba en pie. Un terremoto de esas características supone la destrucción total», explica José Morales, director del Instituto Andaluz de Geofísica, conocido popularmente como observatorio sismológico.
El hecho de que no puedan predecir lo que va a suceder, no resta valor a la renovada y ampliada red de sensores de Andalucía, la más potente de España.
Su utilidad científica es innegable. Los vigías sirven para registrar movimientos de tierra, incluidos los que se producen en los fondos marinos y pueden provocar maremotos. Eso sí, si el desastre se produce a muchas millas del litoral andaluz, es inevitable que la catástrofe llegue antes que el aviso de que se está produciendo.
Fue lo que ocurrió en el sureste asiático. Por ejemplo, cuando la ola llegó a India -la zona más alejada del epicentro-, los sismógrafos de aquel país no sabían todavía qué es lo que había pasado exactamente en Sumatra. «Para tener toda la información de localización, magnitud, etc… hubo que esperar nueve horas. Para entonces, el tsunami ya estaba encima», aclara José Morales.
Principalmente los estadounidenses -en la zona de Hawai-, disponen de sensores submarinos y boyas que, en teoría, pueden alertar de la llegada de un maremoto. El experto cree que pueden ser útiles, pero en ningún caso infalibles. «Aunque ya hay en la costa, se está barajando la posibilidad de colocar sensores en las aguas Golfo de Cádiz, que es la zona cercana a España más propensa a los tsunamis. Ya pasó en Lisboa en 1755. Pero, en nuestra opinión, la medida más eficaz es educar a la población para que sepa cómo actuar en estos casos. Tampoco estaría de más que los gobiernos se plantearan la posibilidad de limitar la construcción en primera línea de playa», sugiere José Morales.
Tsunami en Baleares
Hasta el tsunami del Golfo de Bengala, el maremoto más trágico fue el ocurrido en Lisboa el 1 de noviembre de 1755. Tres horas después de que se produjera un terremoto en tierra, olas gigantes y veloces llegaban a la costa para segar 50.000 vidas.
En mayo de 2003, un terremoto que mató a más de dos mil personas en Argelia, provocó un pequeño tsunami que destrozó amarres en algunos puertos de las islas Baleares, varias decenas de millas al norte del epicentro.