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Gracias, don Mateo

TRIBUNA
Gracias, don Mateo
JUAN CHIRVECHES/
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EN los tiempos finales del franquismo al profesor de la Universidad de Granada don Mateo Revilla, un día, por cuestiones políticas, se lo llevaron a comisaría (y creo recordar que, incluso, a la cárcel) y los estudiantes, de forma unánime, nos pusimos en huelga.

Era un profesor afable, accesible, de modales calmados. Con él se estaba a gusto en clase.

Yo no compartía su visión de la Historia del Arte, esa visión marxista para mí empobrecedora, dogmática y un tanto pueril que ve lucha de clases hasta en los cuadros de bodegones. Visión que, además, ya en aquella época empezaba a estar pasada de moda en Europa aunque barría en la Universidad española donde todavía hoy algún pintoresco profesor se empeña en explicar las figuras de don Quijote y Sancho según las relaciones de producción…

Pero, aunque no estaba de acuerdo en los conceptos, simpatizaba con sus maneras, con su forma de exponer y de comentar, con su saber estar frente a los alumnos a los que nos trataba con una adecuada mezcla de distancia y amabilidad y, en un profesor, esa actitud, por el ejemplo que da, es igual de importante o más, que los contenidos que enseña.

Muchos años después, a don Mateo Revilla le hicieron Director de la Alhambra, cargo del que ha sido relevado en estos días tras dieciocho años al frente del monumento.

Su gestión ha sido controvertida. Ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos. Pero mi modesta opinión es que su balance al frente de la colina roja ha sido muy positivo. No me gusta el mamotreto que mandó edificar como entrada al Generalife que parece el hall de una estación de autobuses del Sahel y que más pronto que tarde debería ser demolido.

Pero es una evidencia que ha sabido encontrar la fórmula para encauzar un número de visitas altísimo sin que se tenga la sensación de masificación. Ha conseguido una sabia distribución de los cupos de visitantes y una muy razonable preservación del monumento y de su entorno. Ha recuperado espacios y ha actuado con irreprochable honradez. Un detalle anecdótico pero significativo es que supo cortarle las alas a un alcalde que quiso abusar de sus privilegios (anécdota muy conocida en Granada).

Siempre tendrá que agradecerle la ciudad el que salvara con firmeza el entorno de la Alhambra de una desalmada y agresiva especulación inmobiliaria que amenazaba con cercar de ladrillajo las mismas puertas del conjunto nazarí. No cedió a pesar de todas las presiones que, para cualquiera, son fáciles de imaginar. Sólo por eso, debe tener un lugar de honor en la memoria de los granadinos. Y en el libro de oro de la Alhambra.

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