VIVIR
ÁNGEL ESTEBAN ESCRITOR
«Fidel y sus amigos viven muy bien, tienen dólares y cuentas en Suiza»
El profesor de la Universidad de Granada es coautor del libro Gabo y Fidel. El paisaje de una amistad
JUAN VELLIDO/GRANADA
AUTOR. Ángel Esteban. /LUCÍA RIVAS
F Precio: 18 Euros.
Hacia García Márquez los autores de Gabo y Fidel. El paisaje de una amistad sienten una profunda admiración, y mucho cariño. Ángel Esteban y Stéphanie Panichelli hablan también de eso en el libro que acaba de publicar Espasa Calpe. Pero Ángel Esteban hace hincapié en que ese afecto que ambos autores muestran hacia el escritor colombiano Gabriel García Márquez no se corresponde con el dictador de Cuba: «Fidel Castro no se merece nuestro cariño». Esteban, autor de una treintena de libros, entre los que se cuentan Cuando llegan las musas (Espasa Calpe), Antología de la poesía cubana, en colaboración con Álvaro Salvador (Editorial Verbum), o Antología del Modernismo Literario Hispánico, con Vicente Sabido (Editorial Comares), nació en Zaragoza y es profesor de Literatura en la Universidad de Granada.
-Los autores tendrán preferencias por uno de sus dos protagonistas. ¿Les cae mejor Fidel Castro o García Márquez?
-Por supuesto que Gabo. A él le tenemos cariño, su obra nos ha hecho soñar, reír, llorar, nos ha estremecido, la hemos enseñado en nuestras clases, la hemos comentado en multitud de tertulias, viajes en tren, la hemos recitado de memoria. Fidel Castro, sin embargo, no se merece nuestro cariño. Una persona que mata impunemente, que encarcela por pensar, que reprime por necesidad patológica, que gobierna -como dice Gabo del patriarca- a impulsos de su digestión, sólo se merece el desprecio y el deseo de que deje de hacerlo cuanto antes. Tenemos muchos amigos cubanos, a quienes hemos dedicado el libro, que han sufrido las consecuencias de la tiranía en sus propias carnes (y esto es literal y físico) o en la de sus allegados. Un país en el que, cuando escribes un e-mail sobre el libro que escribes, tienes que nombrar al «arcángel» y su amigo, para que los cuerpos represivos no se ceben contra el receptor del mensaje, es más bien una cárcel, y no un paraíso.
-Es comparable el poder social de García Márquez al poder político de Fidel Castro?
-Hoy en día puede que la resonancia de Castro sea mayor que el prestigio social y literario de Gabo. Cuando pase un tiempo, la historia los pondrá en su sitio, y el brillo del Gabo escritor nunca dejará de crecer. Sin embargo, Castro pasará a engrosar la lista, por desgracia ya bastante repleta, de los que han instaurado el reino del espanto en el planeta Tierra.
Proceso
-Escribe el libro en colaboración con Stéphanie Panichelli. ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro, de asunto poco corriente por otra parte, y cuál ha sido el proceso de elaboración?
-Ella escribió un trabajo para su universidad, en Bélgica, sobre Gabo y Cuba. Estaba ese año de Erasmus en Granada y yo la ayudé con la bibliografía y la orientación. Luego presentó ese trabajo como tesina de licenciatura y me envió una copia. Ahí me di cuenta de que era un tema muy interesante y le propuse hacer un libro entre los dos. A partir de ese momento empezamos a buscar más bibliografía, acudir a archivos en Cuba, Francia y España y entrevistar a algunos de los testigos de esa amistad, que fueron muchos y nos contaron multitud de detalles.
-¿Su repercusión ha sido paralela en España y en América?
-No. En algunos lugares de América ha causado un gran revuelo, positiva o negativamente. En Colombia, donde Gabo es un ídolo popular, se ha visto muy críticamente, porque sugerimos que, al guardar fidelidad a su amigo y no sancionar sus pésimas acciones, se convierte en cómplice de un sistema represivo, sobre todo cuando le preguntan directamente qué pasa con los ejecutados o encarcelados y contesta sin contestar. Nos han llamado de todas las radios y periódicos, y hemos visto reseñas muy críticas, otras ambiguas y alguna que otra elogiosa. De Cuba no sabemos nada todavía, pero ya sabemos qué va a pasar. Algún crítico oficial recibirá el encargo voluntario de machacar el libro, y todos los oficialistas deberán asentir mansamente, mientras, en sus adentros, pensarán: «Ya era hora de que alguien contara todo esto». En Chile y México han hablado de un «gran acontecimiento editorial y cultural», y en Miami ha habido de todo: algunos lo han elogiado y otros piensan que no es crítico, ya que sólo hay datos, y no juicios de valor. Lo último que hemos recibido es una oferta para realizar una película (no un documental) sobre el libro, que, en el fondo, es una historia. Ya hemos dejado la negociación de los derechos en manos del despacho Cremades-Calvo Sotelo, de Madrid.
-Tiene ya idea directa de cuál es la opinión de los protagonistas respecto de su libro?
-No, pero la imagino. Ningún dictador acepta que le digan lo que es.
-Cómo definiría, en pocas palabras, la relación de amistad entre Fidel Castro y García Márquez?
-Es una amistad verdadera, y creciente con el tiempo, aunque en los inicios tuvo más de oportunismo por parte de los dos. Gabo deseaba estar cerca del poder, y Fidel quería un intelectual de primera fila para seguir exportando el prestigio de la revolución. Hoy, cuando las barbas de la revolución tienen muchas canas y Gabo ya ha ejercido todo el poder que ha podido, su relación es puramente humana, personal, de amistad sincera.
Dólares y mansiones
-¿Cree que Castro y Gabo practican la ideología que pregonan?
-Esa pregunta se responde sola. En Cuba, Fidel y sus amigos viven muy bien, tienen dólares desde siempre -incluso cuentas en Suiza con varios ceros-, y luego están los demás, que hacen lo que pueden. La perfecta sociedad de clases. Ya lo discutió y combatió el Che, y así le fue: perdió su Ministerio, su vida en Cuba, y el resto de su vida poco después. En cuanto a Gabo, digamos que nunca ha sido un comunista muy convencido, aunque su pensamiento es muy progresista. Claro que su coherencia interna no le impidió aceptar un regalo de una gran mansión en La Habana poco después de ganar el Nobel, teniendo varias casas más -México, Cartagena de Indias, París, Barcelona- y sabiendo que en Cuba nadie podía tener entonces propiedad privada. Pero no hay que echarle estas cosas en cara. Que levante la mano el comunista que no sea así.