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Escuelas para la concordia – ANDRÉS PALMA VALENZUELA/FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

OPINIÓN
TRIBUNAABIERTA
Escuelas para la concordia
ANDRÉS PALMA VALENZUELA/FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA
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NO resulta novedoso afirmar que Granada, don Andrés Manjón y el Ave-María constituyen realidades y experiencias que desde 1889 han quedado entrelazadas de mil formas, imbricándose en la memoria histórica común hasta formar parte del ser mismo de la Ciudad de los Cármenes llegando, incluso, a obtener una resonancia singular también fuera del ámbito local.

En 1901, trascurridos doce años desde la fundación de la primera escuela avemariana, afirmaría don Andrés: Nuestras Escuelas están abiertas para todo el mundo, y a nadie se le pregunta quién es y de dónde viene, sino si quiere aprender y ser bueno. Asimismo recordaba: A los pobres nada puede pedírseles, sino sólo su persona. Años más tarde volvería a afirmar: Nada hay en nuestra casa que esté reservado, todo es de todos y todo está a la vista de todos. Del mismo modo, y por si aún quedase algún margen de duda, durante largos años presidirá la entrada principal de la Casa Madre de estas escuelas granadinas la siguiente leyenda: Todo para todos.

En 1905 el pedagogo avemariano, en un esfuerzo por completar sus iniciativas pedagógicas, daría un paso aún más significativo: dotar su obra de una Escuela propia de formación de maestros. Tal centro, que funcionó como Seminario de Maestros hasta 1954 y como Escuela de Magisterio hasta 1973, se integrará desde este momento en un nuevo Centro de Magisterio de titularidad diocesana en la que el Ave-María y el Seminario de Maestros de don Andrés entran a formar parte de una realidad más amplia en unión con otras entidades eclesiales. Hoy, a punto de cumplirse un siglo de la creación de aquel Seminario de Maestros, El Ave-María aspira a continuar proyectándose en el horizonte del nuevo milenio.

Ciento dieciséis años educando a los hijos de las clases desfavorecidas y cien años más formando maestros del pueblo para el pueblo, como gustaba afirmar al propio Manjón, constituyen un aval más que suficiente para dar consistencia a la propuesta de candidatura al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, 2005, realizada en estos días por la Asociación de antiguos alumnos del Ave-María Casa Madre. Según las previsiones de los coordinadores de dicha iniciativa, ésta irá acompañada de unas 50.000 firmas de apoyo a la candidatura, del entusiasmo de miles de profesores y educadores, de asociaciones de padres y madres y del respaldo de bastantes instituciones como los municipios de Granada y Burgos de los que Manjón es respectivamente hijo adoptivo y predilecto.

Serán pocos los ciudadanos que desconozcan la relevancia social de las aportaciones pasadas y presentes realizadas al mundo educativo por una institución tan benemérita como el Ave-María. Sin duda continúa siendo un referente significativo en la vida de Granada pues pocas serán las familias que no hayan tenido algún contacto con sus escuelas y sus maestros. En estos momentos, estamos hablando, de más de cuatro mil alumnos de niveles educativos obligatorios y post obligatorios y más de trescientos educadores, maestros y profesores, sin añadir el alumnado y el profesorado de la Escuela de Magisterio por no ser una entidad exclusivamente avemariana.

Como aportación al debate suscitado recientemente en los medios de comunicación en torno al Ave-María, por ésta y por alguna otra circunstancia menos agradable, se hace necesario recordar que esta Institución constituye hoy por hoy la mayor red educativa de iniciativa social presente en Granada y quizá en Andalucía oriental. Asimismo es oportuno recordar que los centros manjonianos no son actualmente sólo escuelas. Si bien inicialmente este fue el proyecto primitivo, con el paso del tiempo tal iniciativa ha ido creciendo y evolucionando hasta desbordar el concepto de Escuela. En estos momentos los centros avemarianos abarcan todo el ámbito del sistema educativo: Educación infantil, primaria, secundaria, bachillerato, cursos de atención a la diversidad, programas de garantía social, educación especial, ciclos formativos de formación profesional, estudios de magisterio, residencias e internado para varios centenares de alumnos y alumnas, etc. Desde tal perspectiva, sinceramente, no se puede continuar hablando sin más de Escuelas del Ave-María. Sería mas adecuado utilizar la expresión Institución Avemariana, más expresiva de su actual realidad y en perfecta sintonía con los orígenes, pues su uso se halla atestiguado desde los momentos fundacionales. Por otra parte, también se puede afirmar que en estos momentos ninguno de estos centros representa por sí mismo la esencia del Ave-María, al contrario, desde su rica diversidad habrá que entenderlos a modo de una sinfonía inacabada que continúa sonando y que sólo desde el conjunto de todos sus intérpretes, timbres y sonoridades expresa la riqueza contenida en sus notas con una armonía que le confiere la belleza de la modulación, el contraste y el dinamismo derivados de una creatividad, siempre abierta a nuevas posibilidades, que surge del espíritu concorde de aquellos que, día a día, entienden su trabajo como un servicio a la noble causa de educar a ciudadanos cabales del mañana.

Como afirmaba recientemente una pluma tan autorizada como la del presidente de la Asociación Granada Histórica y Cultural, don César Girón, la propuesta de candidatura al premio Príncipe de Asturias de la Concordia debe ser acogida sin ambajes o cortapisas por toda la sociedad granadina, deudora como es Granada en tanto, con el Ave-María y de la figura de don Andrés.

Pero la petición no se dirige sólo a los de fuera. El Ave-María, que quizá continúa siendo una de las Instituciones más respetadas de la ciudad por haber alumbrado en sus aulas a miles de alumnos con el sello propio de un compromiso por la libertad y la búsqueda de un mundo más justo y solidario, está llamada a renovarse, a renacer, a recrearse y ofrecer una imagen aún más dinámica e innovadora; fuerza tiene para ello y posee profesionales magníficos, ojalá que el nuevo milenio sea el libro en blanco donde queden plasmadas nuevas páginas de vida. Premiar al Ave-María y al Padre Manjón supone recompensar a muchas generaciones, pasadas, presentes y futuras de ciudadanos, que ayer, hoy, y esperemos que también mañana, se han abierto a la vida bajo la sombra fecunda de una ramas prontas a la acogida en las que, a modo de incesante murmullo, no deja de oírse un rumor preñado de esperanza: Quien no sabe amar no sabe educar, y se podría añadir, comenzando por los más

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