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GRANADA
«En el agua se sienten más libres»
La sexta edición del curso de natación terapéutica, en el que han participado dieciocho alumnos de Ciencias del Deporte y otros tantos discapacitados, se clausuró ayer
M. VICTORIA COBO //FOTO: ROBERTO ROMERO / GRANADA
AMIGOS. Pilar y Manuel posan tras la clase con sus tutores, Leo y Fran.
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SÓLO se veían caras radiantes al salir del agua. Unos habían aprendido a moverse casi como si tuvieran aletas y otros habían aprendido una lección de coraje y voluntad. Monitores y alumnos procedían del curso de natación terapéutico para discapacitados, que ayer se clausuraba en la piscina de la facultad de Ciencias del Deporte y Educación Física.
Los profesores de este entrenamiento han sido dieciocho estudiantes de la facultad, que han participado de forma voluntaria. Los aspirantes a delfines los ha puesto la Federación Granadina de Personas con Discapacidad Física y Orgánica. Y el éxito de la sexta edición de esta propuesta ha sido tal, que no han quedado plazas libres, en ninguno de los dos bandos.
Todos aprenden
La iniciativa del curso surgió hace seis años del Gabinete de Atención Social al Estudiante. Los chicos de Educación Física necesitaban aprender a tratar con discapacitados, y la posibilidad era tremendamente positiva para este colectivo. Además, contaban con las instalaciones universitarias para llevarlo a cabo, así que sólo había que ponerse manos a la obra.
Tras una charla con los participantes resulta difícil descifrar quiénes son alumnos y quiénes profesores. Pedro Ángel Baena lleva dos años como coordinador del curso y anteriormente trabajó como monitor el mismo tiempo. Este estudiante de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte es además licenciado en Fisioterapia y explica que los alumnos que se apuntan suelen ser de últimos cursos. «Al principio se pidió colaboración a los profesores para las jornadas de formación, en las que reciben clases de médicos y fisioterapeutas».
José Antonio Fernández, alumno de cuarto y monitor, señala que la relación que se establece con los alumnos es muy especial, ya que además en la mayoría de los casos es necesario que sus tutores se metan en el agua con ellos. José Antonio enseña al pupilo más joven, Eduardo, que tiene sólo cinco años y sufre distrofia muscular de Duchenne. «En tierra firme nota más las limitaciones, pero en el agua se siente libre». Señala que el estado de ánimo del pequeño ha ido evolucionando en este tiempo. «Antes tenía miedo, pero poco a poco se siente más seguro y ha cogido más confianza conmigo. Y a mí me motiva verlo feliz».
El lado más humano
A los profes se les cae la baba con sus estudiantes. Y lo mismo pasa al revés. Pilar Megías es una de las alumnas, y aunque ya sabía nadar, la artrosis que sufre ha hecho que se enfrente a la piscina en otras condiciones. Explica con una sonrisa de oreja a oreja que «estamos muy contentos por todo, tanto la ayuda en el aspecto físico, como su lado humano. Son un amigo más, un compañero». manuel Tovar es otro alumno, que se desplaza desde Huétor cada vez que le toca piscina. Aclara que su enfermedad es de evolución lenta, pero que va notando mejorías. Y de los monitores señala rotundo, «son una maravilla».
Aprender han aprendido todos, pero lo más destacable es la relación afectiva que ha nacido entre ellos. Ayer todos querían fotografiarse con sus monitores. José Miguel González señalaba convencido que había encontrado una vocación laboral. «Yo estoy aprendiendo mucho, pero además mi alumnos (Eduardo), me lo pone muy fácil. En un futuro me gustaría trabajar con discapacitados». El joven hablaba de su pupilo con auténtica admiración. «Es un ejemplo de lucha y motivación. Tras unos meses en coma los médicos no le daban muchas esperanzas de recuperar la movilidad y ahora ya sólo anda con una muleta». Y el alumno parece que ya le ha cogido el ritmo al elemento líquido. «Antes me metía con él en el agua y ahora me tengo que salir para hacerle correcciones de estilo», explica orgulloso.
Todas esas caras sonrientes que salían del agua, esperan repetir experiencia el año próximo.