Inicio / Historico

Ellos (Tribuna Abierta – Gregorio Morales)

TRIBUNAABIERTA
Ellos
GREGORIO MORALES/
Imprimir Enviar
ENRIQUE Moratalla. Francisco José Sánchez Santos. Dos nombres que aparentemente no tienen nada que ver. El primero, hasta hace muy poco, consejero de Cultura. El segundo, hasta su reciente jubilación, profesor titular de Química de la Facultad de Farmacia. Dos hombres como tantos otros. Uno, entregado a la política. El otro, a la enseñanza. El primero, catalizador de artistas y escritores. El segundo, de científicos e investigadores. Ambos, entregados desde muy jóvenes a su labor. Moratalla, con apenas 25 años, vicesecretario general de FETE-UGT; con 27, promocionando desde la consejería de Educación la integración de los chicos con problemas Hasta llegar a Consejero en el 2004. Sánchez Santos, a los 17, dando clases particulares; unos años después, profesor de instituto hasta llegar a la enseñanza universitaria, primero, en Salamanca, y desde 1968, en Granada.

¿Qué tienen en común estos hombres aparte de sus trayectorias paralelas? Algo que me parece realmente estimable: han vivido y viven al revés de los mortales.

Parémonos en Enrique Moratalla. Sin duda, podía haber continuado de Consejero. No me cabe duda de que se lo deben de haber pedido una y otra vez pero ha tenido la admirable voluntad de desoír los cantos de sirena. ¿Para qué? ¿Para entregarse a la canción! ¿Para darse a su vocación de cantautor, ahora, a sus jóvenes 47 años! Ya había pertenecido, siendo un chavea a Manifiesto Canción del Sur. En la espléndida conferencia que sobre este período nos ofreció hace unos meses en la Euroárabe, lo escuché cantar en una grabación de la época y se me partió el corazón. Su voz era un chorro de inspiración, de profundidad, de belleza que saltaba hacia ignotos futuros. Era tan poderoso el arte de aquel chico, que comprendo que nada, ni siquiera la corrosiva labor de zapa de la política, haya podido con él. En la sequedad burocrática de los despachos, en las largas y tediosas reuniones, en los viajes agotadores, en las inanes comidas y vanos cócteles oficiales, la chispa seguía encendida, a la espera de la leña que la hiciera arder. Sólo de vez en cuando recibía algún alimento, como la publicación de un doble CD, Corazón transeúnte, en el 2000, o esas canciones que fueron surgiendo en la soledad nocturna de su domicilio sevillano y que han cristalizado en otro nuevo disco, Fabiola 11. ¿Y ahora la chispa ya no se resigna a ser una mera lucecita, sino que apetece el incendio inmenso! La chispa ansía recuperar el fuego perdido. Desde el fondo del corazón de Enrique Moratalla regresa el muchacho que fue y nos dice: «Sólo me perdí durante unos cuantos años. Mi canto sigue poseyendo la perturbable belleza del más puro e inefable sonido. ¿Escuchadme!».

Francisco José Sánchez Santos podía haber seguido con sus artículos, con sus conferencias, con sus investigaciones Pero no. Durante 35 años enseñó Química a futuros farmacéuticos. Conocía los elementos, sus propiedades, las fórmulas, las combinaciones pero desconocía la biología, las enfermedades y los tratamientos. ¿Cómo le habría gustado saber lo mismo que sus estudiantes! Los envidiaba con esa envidia sana de la que nacen tantas aspiraciones. Años en los que ni su titularidad, ni la adoración que sentían por él colegas y estudiantes, pudieron con la vehemencia de su deseo, que se mantuvo terco hasta que, al llegar la edad de la jubilación, estalló imperioso, exigente y audaz. ¿Y el antes profesor se matriculó como alumno en su misma Facultad! Esto fue en septiembre pasado. Sánchez Santos se ha sentado durante este curso junto a quienes fueron sus discípulos y ha hecho el primero de carrera. Tengo entendido que no existe un mejor ejemplo para los estudiantes, porque el nuevo compa hace religiosamente y a la perfección cuanto sus profesores aconsejan. Pero aquí no acaba todo. El profesor anhelaba ir todavía más allá de la Química o de la farmacia. Al científico le tentaban las cabalísticas fórmulas que convierten la vil materia en oro. ¿Y se hizo ilusionista! O sea, mago, prestidigitador. Lo he visto hacer ejercicios con las cartas y simplemente es buenísimo y demoledor para la razón. Pero aquí no acaba todo: el profesor que dictaba en clase ansiaba otro tipo de voz, la flexible y viril voz del canto gregoriano, y, desde hace más de diez años, forma parte del grupo Ilíberis, y hasta acaba de presentar un disco en la Capilla Real. En definitiva, el químico se hizo alquimista; el conferenciante, cantor; el catedrático, estudiante.

Cuando lo normal es que las personas nos fosilicemos con el tiempo, que de revolucionarios nos hagamos conservadores; de valientes, temerosos; de audaces, apocados; de generosos, mezquinos, Enrique Moratalla y Francisco José Sánchez Santos han actuado de un modo sorprendentemente distinto: de la seguridad han marchado hacia la aventura; han abandonado lo respetable por el vértigo maldito del arte; de la madurez saciada han retornado a la juventud insaciable. Qué hermoso ejemplo de rebeldía y fidelidad a las convicciones interiores. Hombres así hacen estallar los tópicos que nos constriñen y nos amplían el horizonte de nuestra libertad.

Descargar