El precio de la historia
UGT expresa su satisfacción por el decreto de devolución del patrimonio histórico incautado a las organizaciones de trabajadores por el franquismo, una medida que la CNT considera una «felonía» Los ugetistas y los anarcosindicalistas de Granada construyeron casas para favorecer la fraternidad entre obreros por toda la provincia
CARLOS MORÁN //FOTOS: ARCHIVO IDEAL Y JUAN ORTIZ / GRANADA
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EL Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero ha puesto precio a la historia. El Estado va a compensar con dinero la radical perdida de patrimonio que supuso para la UGT, de origen socialista, y la CNT, anarcosindicalistas, la victoria militar de las tropas franquistas en la Guerra Civil. Las organizaciones de trabajadores fueron borradas del mapa. El euro, una moneda que en 1936 ni siquiera era ciencia ficción, va a servir para reparar un desafuero que sobrevivió a la dictadura, la Transición y a 27 años de Monarquía constitucional.
Sin embargo, la solución gubernamental, como las faenas de los toreros discutidos, ha sido acogida con división de opiniones. UGT, que percibirá más de 151 millones de euros, ha abrazado el decreto con indisimulada satisfacción. En cambio, CNT, que deberá conformarse con una cantidad que no llega a los cuatro millones de euros, considera que la «brutal desproporción» en las indemnizaciones constituye una «felonía», según explica A. P. Espinosa, secretario de Patrimonio de la CNT en un artículo que aparece en el periódico que publica el propio sindicato libertario.
Espinosa admite que «posiblemente» UGT tenía un patrimonio mayor que CNT, pero también señala que la diferencia no era, ni mucho menos, tan amplia como la que refleja el decreto del Ejecutivo socialista que fija las compensaciones.
En este sentido, José Luis García Rúa, ex secretario nacional de CNT y profesor emérito de la Universidad de Granada, recuerda que, antes de la Guerra Civil, la central anarcosindicalista tenía más de dos millones de afiliados en toda España. «Y es evidente que deberían tener sitios para reunirse», razona el profesor García Rúa, que, antes de impartir clases en el Sur, fue minero en su Asturias natal y cuyo padre también era libertario.
Acuerdo incumplido
Según el veterano pensador anarquista, hoy no habría polémicas si se hubiese respetado un pacto verbal que alcanzaron la UGT y la CNT en la década de los 80 para procurar un reparto equitativo de su impresionante pasado. Los artífices de aquel acuerdo fueron Paulino Barrabés, responsable de Patrimonio en la UGT que dirigía Nicolás Redondo Urbieta, y el propio García Rúa, en su calidad de máximo responsable de CNT. «Me gustó Barrabés. Nos entendimos bien. Era un sindicalista viejo que tenía la manera de ver las cosas de los antiguos ugetistas. Era un hombre de palabra. Después, Nicolás Redondo se fue y no se hizo nada ».
Un detalle que puede ayudar a comprender mejor la personalidad de Barrabés: en sus cartas incluía la fórmula saludos fraternales antes de la firma.
Barrabés y García Rúa acordaron que el legado de las sociedades obreras -células de trabajadores que brotaban por doquier a principios del siglo XX y que, normalmente, acababan integrándose en los sindicatos mayoritarios- debía dividirse al 50% entre UGT y CNT. El intento no prosperó. Y el acercamiento mudó en divergencia y distanciamiento cuando cambiaron los nombres.
El 31 de enero de 2006 vence el plazo fijado por el Gobierno socialista para reclamar. A UGT le parece bien, pero la CNT ya ha anunciado que recurrirá a los tribunales. «¿Cómo pueden pretender impedir que alguien reivindique el derecho a la propiedad, que es la base del sistema que ellos defienden?», se pregunta perplejo García Rúa. La organización anarquista también espera entrevistarse con el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, «para defender con toda la energía y contundencia que la ocasión requiere los argumentos y razonamientos que obran en nuestro poder», escribe Espinosa en el número de diciembre del periódico CNT.
Detectives del tiempo
Pero no todo son diferencias. Durante los últimos años, los afiliados de las centrales históricas se han convertido en detectives del tiempo. En eso coinciden unos y otros.
El secretario provincial de UGT, Mariano Campos, ha sido uno de ellos. En la mayoría de los casos, los investigadores han tenido que reconstruir la memoria, imaginar un mundo que dejó de existir en el año 36. Donde antes había una bulliciosa casa del pueblo -construida por los propios obreros en su tiempo libre- ahora hay un solar invadido por arbustos y lagartijas, viviendas, un consultorio médico, una iglesia o un cuartel de la Guardia Civil.
Un ejemplo de las pesquisas que han llevado a cabo los ugetistas granadinos en los últimos tiempos. «Cúllar Vega. Dirección indicada: plaza Primo de Rivera, 2. Actualmente llamada plaza del Pilar. Consultadas personas de edad del pueblo nos responden que aquella casa era La Sociedad y que fue construida por los socialistas en los años 30. Después de la guerra, vivió en ella una familia y posteriormente fue utilizada como escuela. En los años 70 se instaló allí la oficina de Correos y también creen recordar que sirvió para cobrar los tributos e impuestos municipales. Desde hace varios años es el local de una cooperativa agraria, aunque ellos creen que el titular es el Ayuntamiento. En la fachada contraria a la plaza del Pilar hay una leyenda sobre azulejos que reza lo siguiente: La Sociedad: este edificio municipal ha cumplido siempre una labor social para el pueblo de Cúllar Vega: Nació como casa del pueblo». UGT de Granada tiene decenas de fichas similares a ésta. Sólo cambia el nombre de la localidad: Churriana de la Vega, Ambroz, Motril, Salobreña, Albolote, Fuente Vaqueros, Iznalloz, Montefrío, Jun
Okupas socialistas
Pero no todos los vestigios han sido barridos por el vendaval de la historia. En Santa Fe o Atarfe, todavía subsisten inmuebles -o, al menos, una parte de ellos- levantados por sindicalistas de UGT y que llevan decenas de años okupados. «El okupa en Atarfe es el PSOE, que está en el local ilegalmente», señala Mariano Campos.
En Santa Fe, «la sublevación fascista pilló a la casa del pueblo simplemente cimentada y cubierta de aguas», y, muchos años después, los ugetistas sólo pueden disfrutar de una parte del local.
Los anarcosindicalistas, según recuerda García Rúa, tuvieron lugares de reunión en Maracena o la plaza del Campillo, en la propia capital.
¿Y qué sucedía en aquellas casas obreras que ya casi son leyenda? El profesor García Rúa conoció una en su Asturias natal y habla de un sitio consagrado a articular la lucha del proletariado y al conocimiento. «Me llevaba mi padre, que era libertario, y recuerdo que había una enorme efervescencia. Allí se celebraban las grandes asambleas y teníamos la biblioteca. En una ocasión, un ingeniero de minas quiso visitarla. Un compañero le mostró las estanterías llenas de libros y dijo al ingeniero: Esas son nuestras armas de ataque. Luego sacó la pistola y añadió: Y éstas son para defendernos. El ingeniero quedó admirado».
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