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El peso de los Plúmbeos

El peso de los Plúmbeos
El historiador Manuel Barrios revela la utilización por la Iglesia de la falsificación de los libros de plomo del Sacromonte
JUAN LUIS TAPIA //FOTO: RAMÓN L. PÉREZ / GRANADA
El peso de los Plúmbeos
REVELADOR. El historiador granadino Manuel Barrios, en su biblioteca.
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LIBROS

LIBROS
F Título: Los juegos del Sacromonte.

F Autor: Ignacio Gómez de Liaño. Estudio preliminar de Manuel Barrios Aguilera y César García Álvarez.

F Editorial: Universidad de Granada. Colección Archivum.

F Título: Los falsos cronicones contra la historia.

F Autor: Manuel Barrios Aguilera.

F Editorial: Universidad de Granada.
EL arzobispo Pedro de Castro se creyó a pies juntillas los Libros Plúmbeos y la autenticidad de las reliquias de San Cecilio aparecidas en el Sacromonte. Dos grandes mentiras de la historia, pero aquellos hechos los convirtió el arzobispo en una especie de acto de fe, que le sirvió para justificar un pasado cristiano de la ciudad de Granada frente a los ocho siglos de dominación árabe.

La Universidad de Granada ha editado en la colección Archivum, dedicada a la recuperación de textos y publicaciones dispersas u olvidadas, el título Los juegos del Sacromonte, de Ignacio Gómez de Liaño, un libro que cuenta con un estudio preliminar de Manuel Barrios, autor de la obra Los falsos cronicones contra la historia. Ambas publicaciones reflexionan sobre la repercusión y utilización de aquel hallazgo santo por parte de la Iglesia granadina.

La consecuencia inmediata de la invención de dos moriscos se ha perpetuado en el tiempo a través de la Abadía del Sacromonte. Además, aquellas falsedades históricas, según Barrios, «contribuyeron a aplastar la Granada islámica y sobre ella montar una ciudad católica». El historiador, lo que ha pretendido es «deconstruir todo ese montaje de Pedro de Castro». La importancia de aquellas pequeñas planchas de plomo se debió a que «fue un intento de los moriscos de meter en los principios católicos algunos apuntes islámicos, para crear una especie de sincretismo, y ahora llega Pedro de Castro y lo convierte en el instrumento máximo de cristianización». Toda una paradoja. Hasta tal punto llegó el invento que «el uso de los libros por parte del arzobispo relanzó la creencia de la Inmaculada Concepción, ya que los documentos hablaban de la virginidad de María». De aquellos libros de plomo, Castro crearía también «las misiones interiores, que fueron eficacísimas, y que duraron hasta 1960», indica Barrios.

El arzobispo contó con sus disidentes, «como fray Ignacio de las Casas, que se opuso a los libros desde el primer momento y que fue perseguido por Pedro de Castro hasta más allá de su muerte, ya que el Sacromonte se preocupó por eliminar de la memoria a De las Casas».

Las invenciones

La primera de las falsificaciones o invención se produce en 1588, en un lugar próximo a donde se encuentra el actual Sagrario, en la torre Turpiana, donde se hallan unas reliquias y demás restos, «que ya hablan del martirio de San Cecilio». «En 1595 unas invenciones similares se encuentran en el Sacromonte, lugar en el que están las láminas de plomo que ilustraban sobre la antigüedad de la Iglesia granadina y del martirio de San Cecilio, y de cómo este santo era discípulo del apóstol Santiago», expone Manuel Barrios.

No toda la Iglesia se creyó aquella creación morisca usada por el arzobispo Castro, y en 1682 el Papa Inocencio XI decreta que los Libros Plúmbeos son falsos, «pero no dice nada de las reliquias, que fueron consideradas verdaderas, y que eran un elemento importante de difusión del catolicismo».

El reconocimiento de las reliquias conlleva la confirmación de la existencia de San Cecilio «y nunca estuvo en Granada ni existió, y es un perfecto invento».

El rechazo de la Iglesia hacia los Libros Plúmbeos provocó toda una serie de recursos del Sacromonte ante la Santa Sede, que no prosperaron. «Fue la lucha entre laminarios y antilaminarios, partidarios y contrarios a los libros», indica Barrios. «El Ayuntamiento de Granada empeñó parte de sus rentas en el siglo XVIII para solicitar que se revisara la condena a los documentos plúmbeos», comenta el historiador granadino.

Las protestas no prosperaron y coincidieron con una nueva falsificación, la del clérigo Juan de Flores en 1754 , «que conecta su mentira con las del Sacromonte, ya que el hallazgo fue un nuevo invento que pretendía defender la autenticidad de los documentos sacromontanos», explica Manuel Barrios.
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