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El milenarismo vasco

«El pueblo vasco es un pueblo milenario, pacífico y trabajador». «¿Y cuál no?», se preguntó ayer Manuel Montero, el ex rector de la Universidad del País Vasco que desde hace unos años da clase de Historia Contemporánea en la institución académica granadina. Montero presentó ayer, en el marco de la XXX Feria del Libro, ‘La forja de una nación. Estudios sobre el nacionalismo y el País Vasco durante la II República, el franquismo y la democracia’, editado por la Universidad de Granada (UGR).
El libro recopila una serie de artículos ya publicados en revistas especializadas que analizan la historia del PNV, desde su fundación hasta la actualidad. El volumen fue presentado por el profesor Juan Gay Armenteros y el director de la editorial universitaria, Rafael Peinado.
El autor explicó que el PNV prácticamente nunca emplea el término ‘nación’, porque prefiere el de ‘pueblo vasco’, un concepto «prepolítico, intuitivo, natural y auténtico», frente a ‘nación’, que es una formulación actual. Por ejemplo, resaltó el ex rector, cuando un peneuvista habla de «ciudadanos vascos» se está refiriendo a la población que vive en Euskadi, mientras que cuando habla de ‘vascos’ alude en realidad solo a los vascos nacionalistas. «No es necesario hablar euskera, sino demostrar entusiasmo por aprenderlo», recordó. Sin ir más lejos, cuando Montero dirigía la UPV, recordó, cierta prensa se refería a él como «el rector que no habla euskera», pasando por alto que el catedrático compartía esa condición con el presidente de la Diputación de Vizcaya o el director de la Radiotelevisión Pública Vasca, entre otros muchos cargos públicos; la diferencia era que los otros dos sí eran militantes ‘jeltzales’.
En resumen, señaló Montero, los tres grandes mitos que caracterizan el nacionalismo moderado son el milenarismo -«El pueblo vasco nació hace 7.000 años, ni más ni menos, y es refractario al cambio; esa antigüedad es la que le da su singularidad», explicó-; la «soberanía primigenia» que se materializó en un pacto con la corona; y la «traición» española que culminó con la ruptura de ese pacto en 1839 a manos de los liberales. Y esos mitos siguen vivos en pleno siglo XXI: «Si el Tribunal Constitucional no hubiera dado luz verde a la participación de Bildu en las elecciones, el PNV habría dicho que el Gobierno le ha traicionado y eso le da derecho a enfrentarse a él -destacó-. El PNV nunca toma decisiones, sino que reacciona ante la iniquidad ajena».
Un ilustrativo ejemplo de ese apego nacionalista por lo añejo, oído por Montero en una localidad de Euskadi: «Tenemos que mantener esta tradición secular que tiene ya 8 años».
Omnipresente
El catedrático subrayó que «la historia en el nacionalismo vasco es omnipresente» y «cualquier militante puede no saber de nada, pero debe conocer ciertas citas históricas». Eso no impide, aclaró, que lo que citen sean mitos y leyendas más que historia real: «El hecho de que el castellano se hablara en el País Vasco antes que en Granada es superfluo para ellos: el castellano es un idioma foráneo».
Oración a Sabino
Juan Gay calificó ‘La forja de una nación.’ de «libro necesario», porque clarifica los orígenes del nacionalismo vasco, frente a la «idea vaga» que a veces transmiten los medios de comunicación. Al profesor granadino le llamó la atención la «sacralización» de la figura del fundador del PNV, Sabino Arana, a quien sus correligionarios consideraban «un héroe que dio su vida por el pueblo vasco», a pesar de que murió por enfermedad. Tan sagrado era que sus seguidores crearon una oración para él y la Iglesia tuvo que poner orden. Este ‘libertador’ racista, integrista católico y reaccionario fue el que puso las bases del nacionalismo «civilizado».
Según Gay, a ojos del PNV la violencia terrorista es mala porque empaña la imagen de los vascos, pero nunca la condena rotundamente, porque, al fin y al cabo, considera a ETA fruto de la «guerra» que enfrenta a los vascos con España desde que el Estado «rompió el pacto» que supuestamente protegía los privilegios forales.
El profesor de la UGR también se mostró sorprendido por la aparente contradicción de que la llegada de cientos de miles de inmigrantes españoles a tierras vascas no supusiera una mitigación del ideal nacionalista: en realidad, muchos recién llegados adoptaron sin conflicto la visión del PNV, lo mismo que hicieron, en general, el resto de fuerzas políticas antifranquistas y especialmente la izquierda.

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