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El guardián de un volcán en la Antártida

A 12.500 kilómetros de distancia, con una temperatura media de 3 grados centígrados y embarcado en un proyecto apasionante como vigilante de un volcán activo que en cualquier momento puede despertar. Así es como se encuentra Alfonso Ontiveros, profesor titular del departamento de Física de la UJA y miembro del Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos, dependiente de la Universidad de Granada; centro, este último, responsable del proyecto que actualmente lleva a cabo en la Isla Decepción, en la Antártida.
Establecidos en la base Gabriel de Castilla, la función de este profesor de la UJA, junto a otras cuatro personas es, entre otras cuestiones obtener datos de las vibraciones que genera el volcán (escuchar el volcán e interpretar lo que dice) y, dependiendo de ese ruido volcánico, establecer el semáforo, o sea el estado de alarma si esta existiese, que puede ir desde el color verde (no hay alarma), pasando por el amarillo, naranja y rojo (máximo nivel de alarma).
Por supuesto, los investigadores no están solos, están acompañados de una dotación militar «realmente excelente, amable en el trato y extremadamente profesional en su trabajo». Ontiveros explica que la Isla Decepción «no es más que la parte emergida de un volcán submarino, no es el único de por aquí, pero si, junto con el monte Erebus, los que se encuentran en activo, lo que supone que en cualquier momento puede entrar en erupción».
Síntomas de esa actividad, explica el profesor, son la existencia de fumarolas por distintos puntos de la isla; la emanación de gases (sulfurosos y CO2 principalmente); la existencia de puntos calientes con temperaturas cercanas a los 100 grados centígrados a 20 centímetros de la superficie; la deformación de la isla según los últimos resultados, casi de forma periódica, alternado periodos de contracción y expansión; y, por supuesto, una destacada actividad sísmica.
Tercera campaña
Esta campaña es la tercera en la que Alfonso Ontiveros participa. En las dos primeras lo hizo en primera fase, participando del protocolo de apertura, algo que califica de «realmente interesante». Y esta última en segunda fase, «realmente muy diferente pero igualmente interesante». Llegó en enero y se marchará en marzo. Prácticamente, desde el principio de la existencia de la base como tal, el profesor de la UJA se encarga de la vigilancia del volcán Decepción, donde se encuentra junto con la base argentina ‘Decepción’ la base española Gabriel de Castilla.
Ontiveros señala que el estudio de la sismicidad de la Isla Decepción se remonta a los años 50 en las bases que existían en la isla, chilenas, argentinas e inglesas. Sin embargo, apunta, las últimas erupciones de los años 1967,1969 y 1970 obligaron al desalojo de la isla, ya que la base chilena quedo enterrada en ceniza y la base inglesa fue arrasada por un lahar (flujos rápidos de mezclas densas de material piroclástico y agua). La actividad científica se restableció en 1986 en una campaña conjunta hispano –argentina, dirigida por el Departamento de Vulcanología de CSIC. Y en 1988 el Plan Nacional De Investigación en la Antártida financió estudios de diversos grupos de investigación entre los que se encuentra el grupo del Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de desastres Sísmicos. Desde 1994 este grupo se ha encargado de la observación del volcán, con objeto de prever una posible erupción.
La vigilancia volcánica de la Isla Decepción es de suma importancia, tanto es así que el comité polar español estableció como condición necesaria la existencia de un informe sísmico previo antes de la apertura de la base y el control diario de la actividad del volcán. Este estado, el informe de su actividad se materializo en un semáforo, que distingue las situaciones de actividad normal, estado de alerta y un estado de evacuación.
Aunque el profesor de la UJA aclara que no sólo es ese el motivo de su presencia allí. Apunta que los datos recogidos y su posterior análisis «nos sirven para interpretar la estructura de la corteza terrestre, que en el estrecho del Bransfield es especialmente interesante por tratarse de una zona con una tectónica complicada».
Alfonso Ontiveros manifiesta que todas las sensaciones que tienen en esta zona de la Antártida son «estupendas, la vida aquí es diferente, la gente se magnifica, saca lo mejor que lleva dentro, y a mi parecer, la vida transcurre como debería ocurrir en todos sitios».
En cuanto al resto de científicos, afirma que son «personas a las que les apasiona el conocimiento de las bases del que rigen el transcurrir de la naturaleza, gozan de la ilusión necesaria para no desfallecer en el duro trabajo que realizan». Todos, militares y científicos, están orgullosos de participar con su pequeña aportación a engrandecer el mundo del conocimiento y solo este empeño es compartido, de vez en cuando, con el recuerdo de los seres queridos que se encuentran a 12500 Kilómetros de distancia.
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