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El exilio republicano
Miles de personas cruzaron la frontera francesa en busca de refugio, conformando una de las páginas más negras de la historia de España
RAFAEL GIL BRACERO //FOTOS: IDEAL / PROFESOR TITULAR DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA
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EL exilio de posguerra es una de las páginas más negras de nuestra historia reciente. Nunca se había producido un éxodo de tales proporciones ni de tal naturaleza, siendo España tierra de emigración a causa de persecuciones por motivos políticos, morales o ideológicos desde el siglo XVI. La dimensión del exilio republicano tras aquel 1 de abril de 1939 cobró dimensiones desorbitadas.
Se calcula que sobre 470.000 personas pasaron la frontera de Francia para buscar refugio en el país vecino. Un mínimo de 180.000 españoles aún permanecían en campos de concentración franceses a finales de 1939; otros 25.000 españoles se encontrarían refugiados, en diversas condiciones, en países europeos y otros 50.000 habrían tenido la fortuna de cruzar el Atlántico y encontrar refugio en países hispanoamericanos. Es decir, aproximadamente la mitad de los que cruzaron la frontera en los últimos meses regresaron antes de terminar 1939: muchos de ellos engrosarán, entonces -una vez efectuado un penoso e ingenuo regreso-, las cárceles del franquismo que les condujeron al final sin retorno, esta vez ante el pelotón de fusilamiento.
Desde septiembre
La salida de los españoles fieles al gobierno de la República se inició en septiembre de 1936, según el ejército rebelde iba tomando posiciones en la Península, especialmente en el País Vasco, Santander y Asturias (hasta un total de 200.000 personas, de las que regresaron prácticamente un 80%). No obstante, el exilio masivo se sitúa en Cataluña y Valencia: a raíz de la derrota de la batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938) y de forma decidida desde el derrumbe republicano en las provincias de Tarragona (14 de enero de 1939), Barcelona (26 de enero) y Gerona (3 de febrero de 1939).
Fue precisamente durante estos días cuando se inició un éxodo sin precedentes en la historia de España. Desde primeros de enero hasta el 10 de febrero, decenas de miles de personas, civiles y militares, iniciaron su marcha hacia el norte. Todos los caminos y carreteras que conducían hacia Francia quedaron atestados de gente; hombres, mujeres y niños, que llevaban consigo sus escasas pertenencias, tuvieron que abandonarlas poco a poco en márgenes y cunetas hasta quedarse solamente con la ropa que llevaban puesta.
Todos los pasos montañosos de los Pirineos fueron testigos de este drama colectivo y la época del año, enero-febrero, con muchos de esos pasos nevados, aumentó las dificultades de la marcha. La falta de comida y suministros agravó la situación y centenares de personas murieron a causa de este cúmulo de penalidades.
Las vías principales de acceso a Francia eran los pasos fronterizos de Cerbère, en la carretera de la costa; Le Perthus, en la carretera general de Gerona a Perpiñán; el collado de Ares, en la carretera de Ripol a Prats de Molló, y Bourg-Madame, en plena región de Cerdaña.
A este cuadro dantesco hay que añadir el hecho de que la aviación franquista continuó bombardeando y ametrallando las hileras de fugitivos y la mayoría de los pueblos y ciudades del norte de Gerona, causando centenares de muertos y heridos. La ciudad de Figueras, última población de la administración y autoridad republicana, sede del Gobierno y de las Cortes, sufrió varios y prolongados bombardeos a finales de enero y durante la primera semana del mes de febrero de 1939. Esos injustificados ataques causaron, sólo en la capital ampurdanesa, dos centenares de víctimas entre la población de la localidad y las largas columnas de fugitivos que atravesaban sus calles aquellos días. Muchos meses después de terminada la guerra todavía se sacaban cadáveres de personas que habían quedado sepultadas entre los escombros.
Cerrado el paso
La penosa huida se agravaría aún si cabe tras la inicial desautorización francesa a que los fugitivos tuvieran el paso expedito. Las órdenes restrictivas (sólo mujeres, niños y heridos con límites diarios de 2.000) fueron salvadas ya para el 5 de febrero. Entonces miles de soldados y civiles se libraron de un triste final, porque el 9 de febrero las tropas del ejército franquista se habían presentado en el paso de Le Perthus.
El gobierno francés se vio desbordado ante la presencia de tal avalancha humana. Reforzaron la vigilancia sobre los soldados, a quienes se les obligó a entregar armamento y municiones, e inmediatamente procedieron a montar los llamados centres daccueil, que se extendieron por las comarcas del Rosellón y de la Cerdaña. Mientras el gobierno improvisaba campos de concentración, la prensa de derechas alertaba del peligro de la invasión roja procedente de España, a la que se presentaba como un cúmulo de indeseables y subversivos donde abundaban combatientes anarquistas y comunistas. Afortunadamente no todos los franceses reaccionaron de igual forma, destacándose la labor de escritores, artistas e intelectuales, en su mayoría católicos, quienes alzaron su voz en forma de comunicados de apoyo para aliviar la horrible miseria de los españoles que se dirigían a sus fronteras, caso de Jacques Maritain, François Mauriac o Paul Valéry.
Se puede calificar de pérdida irreparable para la España democrática del siglo XX el exilio de 1939, pues perdió con la emigración republicana casi la totalidad de los cuadros obreros, sindicales, políticos, profesionales e intelectuales que hicieron eclosión con la República. Desde el punto de vista político, la izquierda sufrió una ruptura de la que no llegaría a recuperarse hasta la transición.
España se quedó muda ante la ausencia de la voz que representaba la creación y la valía intelectual del exilio republicano. Como bien reflejó León Felipe:
«Hermano, tuya es la hacienda,
La casa,
el caballo,
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo y me dejas desnudo.
Y errante por el mundo.
Más, yo te dejo mudo… ¿mudo¿
Y ¿cómo vas a recoger el trigo.
Y a alimentar el fuego.
Si yo me llevo la canción?»