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El debate sobre la ciudad acaba sin acuerdos y sin ideas nuevas

GRANADA
El debate sobre la ciudad acaba sin acuerdos y sin ideas nuevas
El último pleno de balance antes de las elecciones se convierte en una exposición aburrida y no aporta nada El alcalde lamenta los «obstáculos» que pone la Junta y la oposición le pide que no «se pelee con todo el mundo»
QUICO CHIRINO/GRANADA

EXPECTACIÓN. Luis Gerardo García-Royo (dcha.) y Sebastián Pérez (izq.) siguen atentamente la intervención del alcalde. /RAMÓN L. PÉREZ

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Hay fotos que atestiguan que se quedó dormido hasta el reportero. Entre el duermevela, el público asistió a un debate sobre el estado de la ciudad -el último antes de las elecciones- tremendamente aburrido, que se podría haber evitado si no fuera porque la ley obliga a celebrarlo. Tres horas de monólogo donde unos (PP) se ven muy buenos y otros (PSOE e IU) lo ven todo para el arrastre. Tres horas sin cerrar ningún acuerdo, sin llegar a ningún pacto, sin que se escuchara nada que sonase novedoso, todo tan predecible que se podría haber escrito un día antes. Un sopor innecesario.

Hay que plantearse de qué sirve un debate, por mucho boato que se le dé, donde no se votan propuestas de resolución y con un esquema que evita el cara a cara, donde todo se convierte en un diálogo de sordos del tú me dices y yo te digo, y que no despierta ni el más mínimo entusiasmo ni entre los propios corporativos. Público contado; todo lo contrario del del año anterior, cuando el salón de plenos se atiborró de pancartas y vítores de grupos enfrentados, hasta el punto de que el alcalde tuvo que desalojarlo.

Tampoco los protagonistas estuvieron ayer a gran altura. El alcalde hizo una primera intervención leída de una hora y cuarto, meramente enunciativa, donde recordó área por área el trabajo de los últimos tres años, desde la ambiciosa reforma de Santa Adela hasta las diez bombas que se han sustituido en diversas fuentes de la ciudad; lo enumeró todo. Cabe plantear si el debate político consiste en esto, o si la ciudad necesita ideas y discursos más profusos.

En las réplicas, a Torres Hurtado se le notó apabullado y ya no pudo evitar entrar en las habituales críticas a la Junta y los socialistas, que había esquivado meritoriamente hasta ese momento. «Me han dicho mamporrero y que uso la cabeza para embestir, que tengo cuernos»; «Caler no ha tenido la vergüenza torera de sentarse en rueda de prensa con Eva Martín -concejala de Turismo- a presentar los vuelos internacionales y el Ayuntamiento paga el 20%»; «El PSOE se está vengando porque desde 1987 no gana unas elecciones en la capital»; «En campaña electoral voy a estar esperando con un cartel en la estación a Zapatero a que llegue en el AVE, como prometió», fueron algunas de sus frases. Además, volvió a repetir su teoría de que a la concejal de IU, Lola Ruiz Domenech, le escriben los discursos; una acusación que encrespó a la edil: «Deje su actitud paternal y machista con esta concejala».

Otro estilo

Más centrado, aunque duro, estuvo el portavoz popular, Luis Gerardo García-Royo; al menos, por su agilidad, fue el único que avivó un poco el debate. Tiene habilidad para sacar a la gente de sus casillas sin inmutarse. Las suyas también fueron las intervenciones más electoralistas. En reiteradas ocasiones se refirió a Javier Torres Vela en clave bíblica, con expresiones como el «advenimiento del mesías» o el «verbo se hizo carne». «Con la estación del AVE están orquestando una ceremonia de confusión orquestados por el nuevo mesías», se refirió a los socialistas. «No quiero ni pensar que el debate sobre el espacio escénico se deba a que quieren trasladarlo a Málaga porque la consejera y el viceconsejero de Cultura son de esa ciudad»; «Los concejales del PSOE son como los fantasmas, que nadie los ve. La oposición la hacen desde la Junta y en concreto la delegación que dirige el caballero de la triste figura», aludió al delegado de Cultura, José Antonio Pérez Tapias. Otras veces con ironía mordaz: «Si la programación cultural que hacemos es tan mala porque pide tantas entradas», preguntó a la portavoz de IU. Fue García-Royo el único que esbozó un ofrecimiento tácito: llegar a acuerdos sobre la ampliación del Campus de la Salud y la Universidad, avanzar en el proyecto de la estación y en el metro, o alcanzar acuerdos para la cesión de la vieja cárcel.

El esquema del debate -libertad para el alcalde y dos turnos para los portavoces, de veinte y cinco minutos- no favorecía el lucimiento de la oposición. José María Rueda (PSOE) intentó llevar el debate al entorno metropolitano, pero tanto García-Royo como Torres Hurtado lo esquivaron, ni se les pasó por la cabeza. Rueda no montó un discurso bronco, aunque a ratos se perdió en demasiadas generalidades. «Le ha faltado decir que usted construyó la Alhambra», desacreditó el balance del alcalde. «Han tratado a los ciudadanos en función de dónde viven»; «Se parece cada vez más a Acebes y Zaplana, queremos un alcalde que no se pelee con todo el mundo». Rueda le ofreció al alcalde que «se suba a todos los trenes» en lugar de confrontar. El PSOE se limitó casi exclusivamente a criticar el modelo de ciudad del PP pero tampoco hizo más que esbozar algunos rasgos de la que sería su alternativa.

Insistente

Lola Ruiz Domenech (IU) arrancó como una metralleta. Desde el PP dedican parte de su tiempo a desacreditarla. Es obvio que para ellos es un incordio; la estrategia pasa por desconcertarla y que se desvíe en sus intervenciones. A veces lo consiguen. «Está más preocupado en repartir ceniceros que en hacer proyectos de ciudad, su modelo es trasnochado y clasista», recriminó Ruiz Domenech al alcalde. «Granada es un paraíso cerrado y un botellón abierto», recordó el problema de la movida, por el que Torres Hurtado no es que pasara de puntillas, es que ni lo mencionó en su primera intervención. «Tiene que asumir que se puede dialogar con la Junta y el Gobierno. ¿Por qué permiten que la ciudad esté atascada?», inquirió a los populares.

Un debate indigesto; en el que por no pasar, apenas si se tiraron los platos a la cabeza más de lo inevitable. Un mal sueño.

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