El cuento de Irving
Washington Irving se estableció en la Alhambra a comienzos de mayo de 1829, un paisaje muy alejado de la idealización posterior del paraíso nazarí construido por los románticos. Gentes del mundo marginal y periférico de la ciudad se mezclaban con la residencia, en pleno monumento, de unos nobles alojados en una de las propiedades alejadas de la corona. La Alhambra era un lugar de exilio político, una especie de lujoso penal para aquellos trasladados en aquella España convulsa. La visita del escritor estadounidense y la posterior publicación de sus afamados \’Cuentos de la Alhambra\’ sacaron del abandono y la ruina a una de las siete maravillas del mundo (aunque no consiguiera el título).
«La Alhambra era un espacio afectado por los sobresaltos de los siglos XVIII y comienzos del XIX, se fragmentaba, un lugar periférico y marginal, pero Washington Irving, gracias a su libro, contribuyó a tomar conciencia sobre ese legado e importancia patrimonial», dijo ayer María del Mar Villafranca, directora del Patronato alhambreño, durante la inauguración del simposio internacional \’Historia, estética y poética en la modernidad del romanticismo: Washington Irving en la Alhambra\’.
El encuentro, organizado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, la Universidad de Granada y la Consejería de Cultura, coincide con los actos que recuerdan al escritor en el 150 aniversario de su muerte, entre ellos la magna exposición dedicada a su figura y estancia en Granada, que se puede ver en el Palacio de Carlos V.
Villafranca señaló que el simposio forma parte de un «proyecto cultural de intenso recorrido», que ha tomado como centro la figura del escritor y que ha incluido la instalación de una escultura en su honor en el bosque alhambreño y de la reedición de la más conocida de sus obras, \’Cuentos de la Alhambra\’.
En este homenaje a Irving, la responsable del monumento recordó la intención de los anteriores gestores de recordar al conocido escritor, como se puso de manifiesto ya en 1914, cuando el Patronato de Amigos de la Alhambra colocó una placa en las habitaciones que ocupó el norteamericano, y en 1959, cuando el Ayuntamiento y el Patronato celebraron el centenario de su muerte.
Villafranca destacó, una vez más, la importancia del papel que jugaron Irving y su obra literaria para dar a conocer al entorno monumental y para despertar interés por él. «La estela de Irving aún pervive en la Alhambra», recordó la directora del patronato.
Dos Alhambras
Uno de los objetivos del simposio será analizar «las dos Alhambras, la arqueológica y la moderna», según explicó el catedrático de Historia del Arte y director académico del encuentro, Ignacio Henares Cuéllar. «La arqueológica la constituye el núcleo material de este excepcional patrimonio y la segunda es de naturaleza intangible, espiritual y estética, y constituye un fenómeno de sensibilidad y apreciación artística excepcional y rotundamente moderno», comentó el historiador.
Con esta tesis, se han organizado cuatro mesas temáticas que abordarán hasta mañana sábado la estética romántica, la figura de Washington Irving, el viaje y la imagen romántica, y por último, el llamado \’Alhambrismo\’, a lo que se suman una serie de conferencias monográficas a cargo de especialistas en la materia.
Henares indicó que los asistentes a las jornadas «verán profundamente enriquecida su comprensión de las relaciones de la estética, la sensibilidad y el arte modernos que tienen por referente y se cruzan» en el recinto nazarí».
Perra gorda
El encargado de abrir el simposio fue el profesor de la Universidad del Estado de Ohio Salvador García Castañeda, quien relató que en la época romántica «vinieron a España un grupo compacto de escritores, historiadores y científicos norteamericanos a los que no se prestó atención y de los que Irving fue el pionero».
«Este escritor representa un grupo muy coherente de gente que piensa de la misma manera, que tiene un gran amor a España y un gran interés en su literatura e historia y que produce cantidad de obras valiosas y poco conocidas hoy», añadió el especialista.
García Castañeda confirmó durante su intervención la opinión de María del Mar Villafranca, al indicar que «Irving cumple una labor «muy importante al ser el primero que le da valor a España en una época en la que se conocía como un país folclórico y de perra gorda».
Tras el paso de Irving por la Alhambra comenzaron las visitas de otros muchos viajeros ilustres, entre los que destacaron Richard Ford, Dumas, Gautier y Jean Laurent, quienes resaltaron el valor del monumento, y no sólo al mundo sino a los mismos habitantes de los palacios nazaríes, quienes emprendieron su rehabilitación.