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El clima que ha perdido el Norte

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El clima que ha perdido el Norte
El temporal de estos días no apaga el ardiente debate sobre el cambio climático Las flores del almendro se congelarán y las crías de zorzales y petirrojos tendrán que hacer frente a este tardío pero contundente frío que ha llegado tras un enero casi primaveral
CLARA GARCÍA //FOTOS: IDEAL / GRANADA
El clima que ha perdido el Norte
EN INVIERNO. Dos chicas toman el sol en Sierra Nevada.
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Los que quitan hierro al cambio

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LA lluvia, la nieve y el intenso frío de estas últimas 48 horas no ha logrado apagar el ardiente debate abierto en torno al cambio climático. O no cae una gota de agua en meses o se pone a nevar sin apenas descanso. Los temporales asolan la Península, los huracanes devastan Centroeuropa. Y por estos lares, la sequía -primero- y la brusca bajada de temperaturas -ahora- trae de cabeza a nuestra gente del campo. El clima pierde el Norte y viceversa. Parte de la culpa hay que buscarla en los abusos de la industrialización, que estrangula los recursos naturales.

Hasta hace dos días, este mes había sido el más caluroso de los registrados por el Instituto Nacional de Meteorología. La media de 15,6 grados de máxima ha marcado un hito en los anaqueles de la climatología. Hasta el punto de que los almendros y los nogales han florecido en pleno invierno como si llegara la primavera. Una confusión fatal en la medida en que la repentina bajada de temperaturas congelará la flor y nos dejará sin frutos. Porque aunque el frío ha llegado con casi dos meses de retraso, finalmente ha entrado y eso tiene sus consecuencias en plantas y animales. Esa desorientación afecta, por ejemplo, al aguilucho, que debería haber llegado ya a la Sierra de Cazorla, u otros animales, como el lirón y el ratón de campo que, lejos de haber buscado un lugar donde pasar los meses de frío en un sueño profundo, «andaban hasta hace pocos días todavía recolectando comida por los bosques medio secos», observa Raúl Montilla, de Ecologistas en Acción de Jaén.

Tras este cálido arranque del invierno con el consiguiente respiro en la factura de la luz, hemos vuelto a los repuntes más altos de consumo eléctrico. Las empresas eléctricas, Sierra Nevada y las tiendas de esquí hacen al fin su agosto. A pesar de la nieve artificial, la estación granadina lleva un mes con pocas ventas y un descenso en el número de visitantes. Andrés Garrido, del establecimiento granadino Sport Garrido, así lo atestigua. «La falta de nieve que hemos tenido hasta ahora se ha notado sobre todo en las ventas de ropa, que han descendido entre un 10 y un 15%, aunque las botas y otros accesorios deportivos han seguido vendiéndose casi igual, nos han salvado los cañones de nieve… De todas formas, la gente se está acostumbrado a viajar a EE UU y a los glaciares europeos para no olvidar el deporte».

Según los datos de Sevillana Endesa, el 30 de enero de 2005 se alcanzó el máximo de consumo con 683,87 megavatios hora. Hasta anteayer apenas se habían encendido los calefactores con tanto ahínco. En cuanto a los animales, acostumbran a mudar su pelaje a comienzos de diciembre y están aún perdiendo pelo. El veterinario Manuel Olivares tranquiliza a los dueños y a sus mascotas: «Ahora se ven perros y gatos mudando, cuando deberían haber cambiado de pelaje. De todas formas, los animales domésticos no notan los cambios de temperatura porque, al igual que las personas, viven en casas con aire acondicionado y calefacción».

Rafael Hernández del Águila, director del seminario Medio Ambiente y Calidad de Vida de la Universidad de Granada, explica que Andalucía está en una zona especialmente sensible a las «más que probables consecuencias del cambio climático. Estamos en el borde de las latitudes medias, es decir, una zona de confrontación entre viento polar (marítimo) y viento que proviene de los anticiclones subtropicales. Si se produce una elevación global de las temperaturas, esta zona de contacto, que se llama el frente polar, emigraría hacia el Norte, con lo que todas las borrascas y los abastecimientos fundamentales de humedad para este área se verían especialmente afectados, mucho más que en otras regiones más al Norte».

Adelanto de la floración

«Se vivirán consecuencias de muchos tipos. En primer lugar, quizás lo más drástico es que se producirá una reducción en las precipitaciones y éstas serán además más irregulares. Esto ocurre junto a una elevación media de la temperatura, que está absolutamente contrastada. El cambio climático es una consecuencia casi unánime en toda la comunidad científica», asegura el experto, que es profesor de Climatología y Geografía Física. «Se producirá un cambio en la fenomenología de las plantas. Por ejemplo, se observa un adelanto en la floración y también cambios en los ciclos vitales de la fauna. Especies que eran tradicionalmente migratorias dejan de serlo, como el caso de las cigüeñas, aunque por esta zona no hay».

Otra consecuencia que apunta Hernández del Águila es que hasta ahora nos librábamos de ciertas enfermedades tropicales, pero con la subida del mercurio se producirá una deriva hacia el Norte de males típicos de países más cálidos, como el paludismo y la leishmaniosis, una infección provocada por un peligroso parásito denominado leishma.

El profesor prosigue con su desolador repaso del panorama actual, sin dejar ni una especie ajena al revolucionario desbarajuste del tiempo. «Las peores condiciones atmosféricas de renovación del aire y la mayor sequedad harán que los climas urbanos sean más duros y se incrementen los niveles de contaminación. Cambiará el sistema de vientos, lloverá menos, y esto afecta directamente a la salud».

El experto hace hincapié en que el cambio climático no es un problema para la naturaleza sino también para el hombre. «Es un cambio muy acelerado y se debe a la acción humana, a diferencia de otros cambios que se dieron anteriormente a lo largo de la historia». «Estamos liberando a la atmósfera unos niveles de dióxido de carbono que estaban atrapados en los combustibles fósiles. La naturaleza tiene unos mecanismos de reciclaje, durante millones de años estos combustibles estuvieron atrapados en la corteza terrestre y nosotros los estamos quemando a una escala geológica muy cortita. La atmósfera, los océanos, las plantas… tienen capacidad de ir absorbiendo dióxido de carbono, pero no a tan enormes niveles».
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