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El Ave-María, escuela abierta

El Ave-María, escuela abierta
ANDRÉS PALMA VALENZUELA/DOCTOR POR LA UNIVERSIDAD DE GRANADA
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LAS circunstancias político sociales en las que se desenvuelve el vivir cotidiano imponen con frecuencia absurdas situaciones que generan perplejidad, sorpresa y hasta cierta angustia vital que la sabiduría popular ha expresado como «querer y no poder». Es esta la sensación que hace pocos días he tenido al oír en una emisora de radio local a los portavoces de una plataforma cívica constituida por miembros de la Asociación de Madres y Padres del Colegio Ave-María-Vistillas de Granada.

Según afirmaban los representantes de dicha asociación, la administración pública andaluza pretende reducir el número de unidades concertadas de E. Primaria en un centro tan emblemático para el granadino barrio del Realejo, alegando falta de alumnos y al dictado de consignas políticas, no siempre confesables.

Causa sorpresa tal situación si, por poco conocedor que se sea de la historia de la ciudad, se ignora la ingente labor de promoción social que dicho centro viene realizando en este barrio desde 1907; cuando no existía ningún centro público ni autoridad académica alguna se preocupaba por la educación de los niños y niñas del barrio, ya estaba el Ave-María de Vistillas acogiendo gratis y con alegría a todo el que acudía a sus Escuelas.

Hoy, a punto de cumplirse su primer centenario, las puertas de esta casa continúan abiertas recibiendo en sus aulas a todos y todas, sin exclusión: hijos de clases pudientes, de clase media, de familias con problemas y desestructuradas, inmigrantes e hijos de trabajadores que hallan la solución a la educación de sus hijos en su proyecto educativo, en sus maestros y maestras, en el internado de su Escuela Hogar, en su Comedor y en sus Aulas matinal e infantil que atienden tanto a los que tienen como a los que aún carecen de muchas cosas necesarias para llevar una vida digna.

Pero lo más sorprendente de esta historia es pensar que cuando a nuestros responsables educativos se les llena la boca al hablar de aprendizajes y atención personalizada, de aperturas de centros al barrio, de centros informatizados, de atención a los más desfavorecidos y a la diversidad, de centros sensibles a alumnos con necesidades educativas especiales, de la necesidad de espacios pedagógicos de integración con grupos reducidos de alumnos para favorecer el proceso educativo cuando se persigue todo esto se impongan criterios meramente empresariales de número y rendimiento como elemento definitivo de juicio para decidir sobre el futuro de un centro centenario.

El Ave-María suena durante los últimos meses, y no es extraño que así sea porque, por mucho que le pese algunos, se trata de una institución que forma parte de la historia de Granada y goza del apoyo de amplios sectores de la ciudadanía. No han faltado en los últimos meses ocasiones que han puesto en evidencia esta realidad. Si bien resulta un absurdo señalar la evidencia, parece ser que en ocasiones algunos tienen necesidad de ello, recordemos pues algunos datos.

Desde 1889 han pasado por las aulas de las Escuelas del Ave-María más de un millón de ciudadanos, su centro de Formación Profesional comenzó a formar artesanos y obreros en 1897, sus Escuelas de Ceuta fueron las primeras que acogieron juntos en sus aulas a cristianos, judíos y musulmanes, su centro de formación de maestros, que abrió sus puertas en 1905, adquirió fama por toda España al poco tiempo de inaugurarse; personajes como Alfonso XIII, Miguel de Unamuno, miembros de la Institución Libre de Enseñanza o cientos de profesores de Normales españolas y extranjeras realizaron incesantes visitas a sus Escuelas interesándose por sus métodos. Pero un pasado sin presente sería nostalgia y pura decadencia. Hoy el Ave-María continúa viva, siendo prueba de ello los miles de alumnos que cotidianamente acuden a sus centros. Aunque muchos lo ignoren entre ellos ocupan un lugar especial los alumnos sordos, los inmigrantes, los estudiantes con necesidades educativas especiales (ACIS y Diversificación) o los alumnos de educación especial o programas de garantía social.

Curiosamente, y todo hay que recordarlo, esta trayectoria pasada y presente tampoco ha supuesto razón suficiente para que nuestras autoridades municipales desistan de alterar gravemente el magnífico entorno de la primera escuela avemariana de la Cuesta del Chapiz con la finalidad de instalar un colector de aguas residuales, tal como ha denunciado desde estas páginas plumas autorizadas.

Son muchos los desvelos de sus maestros y profesores avemarianos por los últimos de nuestra sociedad. El Ave-María no ceja en su empeño de servir a los más desfavorecidos. Es esto lo que se hace en el colegio de Vistillas y en otros centros de la institución sobre los que se ciernen similares amenazas. Mientras algunos presumen de más de cien años de honradez, los maestros del Ave-María pueden alardear de más de cien años de entrega desinteresada a los necesitados; su Fundador les dijo «quien no sabe amar no sabe educar» y parece que es eso lo que llevan poniendo en práctica desde hace décadas. Quizá sea esa la razón por la que la Asociación de antiguos alumnos de Casa Madre, avalados por las firmas de varios miles de ciudadanos, acaban de presentar la candidatura del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia para la Institución Avemariana.

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