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Ejemplo y lección de Norman E. Borlaug, Nobel de la Paz en 1970 – LUIS F. GARCÍA DEL MORAL GARRIDO/CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

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Ejemplo y lección de Norman E. Borlaug, Nobel de la Paz en 1970
LUIS F. GARCÍA DEL MORAL GARRIDO/CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA
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MAÑANA, en un solemne acto académico en el crucero del Hospital Real, la Universidad de Granada investirá (D.v.) como Doctor honoris causa al profesor Norman E. Borlaug, considerado el padre de la Revolución Verde, a quien por su contribución científica a la producción de alimentos y a la disminución del hambre en el mundo, se le otorgó el premio Nobel de la Paz en 1970. El profesor Borlaug, de ascendencia noruega, nació el 25 de Marzo de 1914, en Iowa, EE UU y actualmente, a sus fructíferos 91 años, es presidente de la Asociación Africa Sasakawa para el desarrollo de la región sub-sahariana y profesor Distinguido en la Universidad de Tejas, donde imparte un cuatrimestre de clases con regularidad. En 1944, el profesor Borlaug organizó y dirigió en México un programa de investigación financiado por la fundación Rockefeller y la Secretaría de Agricultura de México. A su meta científica, el Dr. Borlaug pronto agregó la de la práctica humanitaria. Su propósito era aumentar la producción de trigo para alimentar a la gente hambrienta del mundo y así proporcionar, según sus palabras, «un éxito temporal en la guerra del hombre contra el hambre, la privación, las enfermedades y los problemas sociales subsiguientes, que conducen demasiado a menudo a conflictos entre los hombres y entre las naciones». Como resultado de sus investigaciones, el Dr. Borlaug y sus colaboradores obtuvieron a principios de los años 60 unas variedades de trigo de tallo reducido, con elevado rendimiento, alta respuesta a los fertilizantes, resistentes a enfermedades, insensibles al fotoperíodo y susceptibles de ser cultivadas en una amplia variedad de climas. Muy pronto, estos enfoques de investigación se extendieron a otro cultivo de vital importancia para el continente asiático, el arroz. Rápidamente, estas nuevas variedades mejoradas comenzaron a cultivarse en el Tercer Mundo, triplicando en pocos años la producción de trigo y arroz, ejerciendo -como señaló el experto en temas agrícolas Lester Brown- «un impacto socioeconómico semejante al que tuvo la máquina de vapor sobre la revolución industrial registrada en Europa en el siglo XVIII». A modo de ejemplo, el número de tractores en los países asiáticos en desarrollo se multiplicó por diez en el período entre 1965 y 1980.

La Revolución Verde supuso un cambio de paradigma en las prácticas agrícolas de muchas partes del mundo, elevando hasta límites sin precedentes la producción de alimentos. Sin embargo, la lucha contra el hambre continúa y el profesor Borlaug se encuentra ahora, como entonces, en la vanguardia de esa lucha. Se calcula que para el año 2025 la población mundial habrá alcanzado los 8.300 millones de personas, es decir, 2.000 millones más que en la actualidad. Para alimentar a esa población bajo los supuestos actuales, será necesario, en opinión del profesor Borlaug, una adecuada combinación de las modernas técnicas agrícolas con la aplicación prudente de los nuevos avances de la Biotecnología, que, según sus propias palabras, «ayuda a los agricultores a producir más en menos tierra». Como ha indicado el profesor Borlaug, el rechazo de la Biotecnología radica esencialmente en el desconocimiento. Ya en la Conferencia de Río, en 1992, el Dr. Borlaug había anunciado que «los más grandes males que acechan a nuestra tierra son la ignorancia y la opresión, y no la ciencia, la tecnología o la industria, cuyos instrumentos, cuando se manejan adecuadamente, son herramientas indispensables para salvar la superpoblación del hambre y las enfermedades mundiales». También en un reciente artículo en la revista científica Plant Physiology titulado Acabando con el hambre en el mundo. La amenaza del fanatismo anticientífico, el profesor Borlaug concluye que «uno de los grandes cambios que debe afrontar la sociedad en el siglo XXI, es la modernización y la ampliación de la educación científica a todas las edades. En ninguna parte es más importante para el conocimiento acabar con el miedo nacido de la ignorancia, que en la producción de alimentos, todavía la actividad humana más básica».

El profesor Borlaug, ha pasado su vida luchando contra el hambre y la pobreza en los países en vías de desarrollo. Se le ha definido como «un hombre que ha empujado detrás las fronteras del hambre y que ha contribuido a la creación de un clima en el cual la paz es posible», porque, en palabras de Lord Boyd Orr, primer director de la F.A.O. y también Premio Nobel de la Paz en 1949, «no se puede construir la paz sobre estómagos vacíos». Cuando en 1970 recibió el Premio Nobel, el profesor Borlaug dijo: «El componente esencial de la justicia social es adecuar el alimento a la humanidad. Si se desea paz hay que cultivar la justicia, pero al mismo tiempo hay que cultivar los campos para que produzcan más trigo». Se estima que el Dr. Borlaug es el hombre que más vidas humanas ha contribuido a salvar durante el siglo XX. Cientos de millones de personas han podido escapar de la muerte por inanición, gracias a que la producción global de alimentos, derivada de las variedades de la Revolución Verde, aumentó más rápidamente que la población humana, evitando así las predicciones catastrofistas del clérigo inglés Thomas Robert Malthus, quien había afirmado, en 1798, que la población tiende a crecer en progresión geométrica, mientras que la obtención de alimentos sólo aumenta en progresión aritmética.

El profesor Borlaug es leyenda viva, en su doble acepción de persona admirada con exaltación, pero también, porque su vida y su legado científico y humanitario, constituyen un hermoso libro donde aprender lecciones de solidaridad, de entrega a unos ideales, de generosidad, de amor al trabajo bien hecho y desinteresado. Porque, junto con los médicos y los religiosos, que curan el cuerpo y el alma, ¿hay algo más hermoso que luchar para dar de comer a los pobres? «Cuando seguéis la mies de vuestra tierra, no segarás hasta el último rincón de tu campo, ni recogerás las espigas caídas. Las dejarás para el pobre y para el extranjero» (Levítico 19, 9-10), bella lección de solidaridad del Antiguo Testamento, tan frecuentemente olvidada en nuestros días. Liberarse del hambre fue también una de las libertades que la Organización de las Naciones Unidas reconoció como un derecho humano básico, que se debe asegurar para todos los hombres. «El alimento es un derecho moral para todos los que vienen al mundo», subrayó el Profesor Borlaug en su discurso de aceptación del Premio Nobel.

Cuando mi tío, el pintor y poeta Amalio García del Moral, catedrático y profesor Emérito que fue de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Madrid, quiso simbolizar la opresión ancestral del campesinado andaluz, pintó en 1971 El pan encadenado, lienzo expuesto actualmente en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Madrid. Uno de sus libros de poemas de esa época lleva el significativo título de El pan en la mirada, esa mirada donde asoma la inquietud milenaria de tantos desamparados que no saben si podrán comer al día siguiente.

Gracias profesor Borlaug por su trabajo, por su ejemplo, por su entrega para acabar con el hambre de tantos cientos de millones de desvalidos que llevaban el pan en su mirada. Gracias también por su lucha permanente para liberar ese pan todavía encadenado en tantos pueblos del Tercer Mundo. En palabras de Pérez Galdós, «la gratitud de la Humanidad es la cosa de más valor que hay en la tierra. El que es digno de ella la tendrá, porque un hombre puede ser ingrato; pero un pueblo, en la serie de la historia, jamás. En una vida cabe el error; pero en las cien generaciones de un pueblo, que se analizan unas a otras, no cabe el error, y el que ha merecido esa gratitud», como ocurre con el Profesor Borlaug, «la tiene sin remedio».

Quisiera finalizar esta aproximación a la persona y al legado del profesor Borlaug con algunas reflexiones acerca de la historia del magnífico edificio donde se celebrará este acto de investidura. El Hospital Real, como es conocido, fue una fundación humanitaria de los Reyes Católicos para que entre sus muros encontrasen amparo los enfermos, pobres y desvalidos de Granada. Allí estuvo recogido San Juan de Dios, en 1536, cuando lo tomaron por loco, y en su celda, que todavía existe, sintió la vocación de dedicar su vida y sus fuerzas a ayudar a los enfermos, pobres y menesterosos, fundando al salir la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, «donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo». Mañana, casi quinientos años después, esos muros volverán a vibrar con la presencia y la palabra del Profesor Borlaug, ejemplo y lección de cómo la Ciencia puede contribuir a mejorar las condiciones de vida de la Humanidad.

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