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Educados para el ‘buentrato’

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Educados para el buentrato
Un curso de la Universidad entrena a jóvenes para resolver conflictos de pareja, desterrar los mitos sobre el sexo y el amor y mantener relaciones más ricas e igualitarias
Educados para el buentrato
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«No somos medias naranjas. ¿Somos naranjas enteras!»

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ÓRDENES de alejamiento, sentencias de divorcio, secuestro de hijos, casas de acogida, puñaladas y disparos, suicidio, cárcel… Posiblemente muchos de estos elementos frecuentes en los casos de violencia de género en nuestro país les suenen a chino a la mayoría de los jóvenes. «¿Qué tiene todo eso que ver conmigo y con mi chico/a», pueden preguntarse. Pero muchos de ellos, sin haber llegado nunca a las manos, están más cerca de lo que creen de los malos tratos: escenas de celos, salidas prohibidas, control del móvil, ropa proscrita, chantaje emocional, relaciones sexuales de riesgo, alejamiento de los amigos…

«No es bueno meter estos problemas en el mismo saco que los asesinatos machistas, pero tampoco ignorarlos. Quizá no conduzcan al maltrato, pero sí a no tratarse bien», explica Belén González, coordinadora de la Campaña por los Buenos Tratos de la asociación Acción Alternativa, que ya ha dado charlas y talleres a 6.500 jóvenes andaluces de 16 a 23 años. Con mensajes positivos, los profesores enseñan a chicos y chicas a replantearse sus conductas afectivas y sexuales, revisar algunos mitos sobre el amor y resolver los conflictos que inevitablemente conlleva toda relación.

Su última aportación ha sido el curso de libre configuración Relaciones en igualdad, amores de calidad, impartido en la Universidad de Granada a 21 estudiantes, de los que 20 eran mujeres. Aunque hubieran preferido mayor participación masculina, los organizadores aseguran que estos alumnos podrán aplicar lo aprendido en su vida personal, pero también en su carrera profesional: la mayoría estudian Trabajo Social o Ciencias de la Educación.

Los profesores coinciden en que la sociedad española ha cambiado en los últimos años y las desigualdades entre los sexos se han reducido… pero no desaparecido. Añaden que la violencia de género es el resultado de muchos factores y sólo algunos de ellos tienen que ver con la sexualidad, la igualdad o el modo en que cada género se percibe a sí mismo, que son algunas de las materias incluidas en el programa, de 30 horas.

Modelo de hombre

El profesor de Ciencia Política Fernando Fernández-Llebrez afirma que «la masculinidad es una construcción histórica, cambiante». El modelo de hombre «fuerte, duro, valiente, con alta autoestima, pocas contradicciones y mucha restricción emocional» ha entrado en crisis, pero no ha encontrado un sustituto: sólo una minoría de los chicos de hoy en día cree firmemente en la igualdad y la practica. Otro pequeño porcentaje, afirma el profesor, se mantiene fiel al patrón antiguo; pero la mayoría están «descolocados» ante los cambios y aceptan sus carencias en el terreno emocional. Al menos, concede, hay «más formas de sentirse hombre».

Fernández-Llebrez recuerda que, como en la mayoría de los cambios sociales, los valores proclamados van por delante de las conductas. Así, muchos jóvenes que ondean la bandera de la igualdad resultan menos igualitarios para aceptar, por ejemplo, que las chicas tengan tanta libertad sexual como los chicos.

Belén González agrega que, aunque las mujeres sean ahora más visibles en el terreno laboral, político y social, sobre ellas siguen pesando algunos «mandatos» del pasado: «La maternidad hoy es una elección, pero de alguna manera las mujeres que no son madres deben justificarse». También recuerda que a las féminas se les sigue considerando responsables del ámbito privado y, por tanto, de las labores domésticas y el cuidado de la familia. «Tener conceptos antagónicos de hombres y mujeres es un factor de riesgo para los malos tratos», asegura.

Josefina Jiménez, enfermera y veterana feminista, considera que tan erróneo es negar la evidencia de que chicos y chicas son distintos -«Nos hemos socializado de forma diferente»- como hablar de «el hombre» y «la mujer» como si cada género fuese «un todo homogéneo».

«La igualdad -recalca- es un valor fundamental, pero la libertad también. Un hombre debe poder desarrollar sus emociones sin que le llamen maricón, y las mujeres deberíamos aprender a querer de otra manera, sin dejarnos el hígado…». En este campo, las mujeres han avanzado más: ellas se parecen menos a sus madres que ellos a sus padres.

Mitos y estereotipos

El curso insiste en desmontar estereotipos, que siempre salen en el cuestionario previo que se hace a los alumnos, tanto universitarios como de ESO. En el terreno de la sexualidad, la psicóloga Pilar Habas enumera algunos de esos mitos: «Los chicos son más sexuales y las chicas, menos. Los chicos tienen que llevar la iniciativa porque tienen una sexualidad más impulsiva, más biológica y natural; mientras que en las chicas está mas vinculada al amor. Para ellos, la práctica sexual está vinculada a coito, orgasmo y competición: cuanto más, mejor…»

Además, perviven ciertos estigmas: «Si una chica tiene muchas relaciones o expresa muy libremente su sexualidad, se la tacha de puta. Y un chico tiene que estar siempre disponible, dar la talla, demostrar que le gustan todas… o se le considera homosexual. Y si alguna vez no tiene ganas, es impotente».

Sin llegar a la agresión sexual, en algunas parejas jóvenes se producen «imposiciones»: muchas chicas no logran que su novio use preservativo porque temen ser abandonadas si insisten demasiado.

Otro mito dañino es el que entiende los celos -muy frecuentes en las parejas jóvenes- como una muestra de amor. El control constante del otro, a veces a través del móvil -¿Con quién vas?, Dónde estás?, ¿A qué hora llegas?-, y la censura a ciertas vestimentas -algunos chavales desaprueban la ropa provocativa de sus novias- son algunas de sus manifestaciones. González asegura que, mientras la violencia física es mayoritariamente masculina, entre las parejas adolescentes el insulto y la violencia psicológica son comunes a chicos y chicas.

Amor-fusión

Nora Miñán, coordinadora del curso, asegura que muchos problemas surgen a causa de unas expectativas demasiado elevadas en el «amor-fusión, el mito de que una relación de pareja supone una fusión total entre ambos componentes y que la felicidad sólo se alcanza si tienes esa media naranja». Esa idea genera «pérdida de autonomía» y conduce a considerar al otro como «una posesión».

«Nosotros proponemos un amor de convergencia, donde se compartan cosas pero sin perder la autonomía», explica esta trabajadora social. La relación, dice, ha de estar «en constante negociación», y son los amantes los que deben decidir sus términos: desde la exclusividad sexual -ella prefiere hablar de «lealtad y respeto a los acuerdos tomados» que de «fidelidad»- hasta qué se quiere compartir y qué no. Miñán resalta el estereotipo de que el amor lo es todo. «Eso empuja a algunas parejas a aislarse, recortar el círculo de amistades y considerar que el otro puede cubrir todas nuestras necesidades afectivas».

Discutir es un juego

Otro tópico es la creencia de que en una pareja bien avenida siempre reina la paz. «Hay que ser conscientes de que el conflicto es inevitable: forma parte de la vida. La cuestión es qué hacemos con él. No tiene por qué ser el fin de la relación».

El curso incluye un taller de resolución de conflictos. Y como no hay recetas, los ejercicios se centran en aprender a eliminar los obstáculos más frecuentes. Uno de ellos es la incapacidad de interpretar y expresar los propios sentimientos. Con juegos de rol se entrenan en habilidades de comunicación y practican el estilo asertivo -«Saber defender tus derechos respetando los de la otra persona»-, frente al impositivo o el pasivo. Los alumnos asumen diferentes papeles para negociar un mismo conflicto con diferentes estilos y poder comparar las ventajas e inconvenientes de unos y otros.

Los estudiantes también aprenden las «técnicas de parada»: los dos miembros de la pareja pactan un gesto o señal para detener la pelea, «minimizar los daños» y, una vez que cada uno reflexione por su parte, reanudar la conversación más tranquilos. Cuando puedan, de nuevo, tratarse bien.

igallastegui@ideal.es
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