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Economía, empresa y genealogía

– Economía, empresa y genealogía

EN muy poco tiempo, para el español medio el empresario ha pasado de villano a héroe. En todas las latitudes el hombre utiliza las vísceras para pensar en mayor medida que el cerebro, aunque a muchos se les llene la boca repitiendo aquello de que «el hombre es un animal racional». En España, desde luego, en lo de pensamiento visceral no vamos a la zaga de nadie. Somos antinorteamericanos (o anti-USA) aunque nos cueste dinero y prestigio internacional. Y nuestro izquierdismo instintivo nos hacía simpatizar con la Unión Soviética e incluso nos hace desconfiar del comercio internacional y, por ende, de la globalización. Criticamos a la globalización afirmando que perjudica a aquellos a quienes más beneficia: a los trabajadores del Tercer Mundo. Y hemos criticado a los empresarios por suponerlos explotadores y adoradores del becerro de oro norteamericano. Pero esto ha cambiado recientemente, por fortuna, porque el batacazo del comunismo en Rusia y la Europa del Este ha sido demasiado estruendoso como para no habernos enterado. Y de repente nos hemos dado cuenta de que el capitalismo trae consigo crecimiento y bienestar y de que los empresarios son como la levadura, que propicia el crecimiento. Y así los que hace unos años estudiaban devotamente la plusvalía y la explotación del hombre por el hombre hoy estudian las contribuciones del factor empresarial al desarrollo económico. Hoy se redescubre hasta el aura heroica del empresario schumpeteriano e incluso algunos recuerdan que Richard Cantillon, ya en el siglo XVIII, advirtiera la importancia económica de tal personaje.

PERO seríamos injustos si no reconociéramos que incluso en nuestro país hay excepciones a lo afirmado en el párrafo anterior. Hace ya mucho tiempo que el profesor José Luis Pinillos publicara sus trabajos sobre la psicología empresarial y que los profesores Juan Linz y Amando de Miguel dieran a la luz sus investigaciones sobre el nivel educativo y otras características de los empresarios españoles. En la propia Granada hay dos profesores, mucho más jóvenes que los citados, cuyo interés por la historia empresarial antecede considerablemente al derrumbamiento del comunismo europeo. Me refiero a Gregorio Núñez y a Manuel Titos, que desde las Facultades de Económicas y de Filosofía de la Universidad de Granada, llevan ya décadas estudiando a los empresarios granadinos y su contribución al desarrollo de la provincia y del país; y que lo están haciendo con notables resultados, y despertando intereses y vocaciones investigadoras entre los estudiosos más jóvenes. Para los que trabajamos en temas paralelos, las investigaciones de estos profesores resultan del mayor interés, y también es así sin duda para todos los que tengan interés por la historia de Granada, de Andalucía, de España e incluso me atrevería a decir que del mundo, porque, para los que no piensan con las vísceras, la investigación socioeconómica, por local que sea su ámbito, puede tener aplicación universal.

HAY muchas maneras de estudiar el papel económico de los empresarios: se pueden estudiar las empresas, se puede estudiar a los individuos (como lleva haciendo Titos, por ejemplo, con sus estudios sobre el duque de San Pedro de Galatino o sobre la saga de los Rodríguez-Acosta), se pueden estudiar los agregados; o se pueden combinar todos estos enfoques tratando de componer un cuadro que reproduzca la enorme complejidad de la vida real. Esto es por lo que se inclina Gregorio Núñez, que lleva muchos años compilando, analizando y publicando estadísticas relativas a actividades empresariales y asociativas en Granada, en Andalucía y en España. La última manifestación de este interés se halla en la exposición que con el título La empresa de nuestros abuelos. Territorio e iniciativa económica en la Granada del primer tercio del siglo XX se acaba de presentar con el auspicio y en los locales de la Fundación Caja Rural de Granada, acompañada de un libro de idéntico título del que son coautores con Núñez los profesores Luis González Ruiz y Javier Piñar Samos.

LA primera impresión que se obtiene de la lectura del libro no es sorprendente: Granada no fue una economía puntera en la España de hace un siglo, y los datos abundantes que Núñez y sus colaboradores nos ofrecen lo confirman. Las actividades granadinas más importantes, como ya sabíamos y se refleja en los datos empresariales, fueron las agroalimentarias, la minería, la electricidad y el turismo. A ello podríamos añadir el transporte urbano, ya que Tranvías de Granada constituía con mucho la mayor sociedad anónima. En total, una estructura modesta pero bastante racional, porque se trataba de sectores en que la región tenía ventaja competitiva: la Alpujarra y la cordillera abundaban en minerales y en pendientes y torrentes embalsables. La feracidad de la vega y la belleza del paisaje y de los edificios históricos explican lo demás. Lo ya no tan evidente es la razón del raquitismo de las empresas. Como dicen Núñez, González y Piñar, «el panorama societario granadino en 1931 resultaba notablemente pobre». Una explicación parcial está en las malas comunicaciones, pero esta explicación es incompleta. ¿Por qué no se invirtió más en transporte? Tanto Titos como Núñez han historiado los transportes locales, en esencia los tranvías. Pero ¿por qué no se construyó antes una red ferroviaria y de carreteras eficiente que remediase el relativo aislamiento? Y nuestros autores ofrecen una posible, aunque cauta, respuesta: «es posible que nos encontremos ante un déficit de capital social más que ante un déficit de capital o de recursos financieros». Parte de ese déficit de capital social, una parte muy importante, sería un déficit de capital humano: casi con toda certeza lo que faltaban eran empresarios. La empresa de nuestros abuelos tenía pocos empresarios.

DE nuevo uno se pregunta por qué. El hecho es tanto más sorprendente cuanto que Granada tiene una universidad venerable y prestigiosa, donde sería de suponer que se hubieran formado los empresarios que la economía necesitaba. Y sin embargo no parece haber sido así. Esto sorprende tanto más cuanto que, insisto, la Universidad de Granada tiene un bien ganado prestigio; ahora bien, la profesión universitaria prestigiosa de Granada es el Derecho. Sorprende aún hoy el altísimo número de juristas de alta distinción licenciados por Granada que hay en España. Es decir, Granada lleva muchos años exportando juristas y dando muestras de una verdadera escasez de empresarios (con honrosas y brillantes excepciones, las más notables de las cuales van mencionadas más arriba). Y no tengo más remedio que terminar estas breves consideraciones con unas simples preguntas: ¿Falló la Universidad de Granada a su ciudad y región? ¿No debieron advertir antes las autoridades universitarias cuáles eran las verdaderas carencias sociales y no debieron aplicarse a remediarlas? O, en palabras más simples y vulgares: ¿no anduvieron nuestros abuelos un poco despistados? ¿No sería que pensaron más con las vísceras que con el cerebro? Vale la pena preguntárselo para no reincidir en el error, si lo hubo.

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