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Destrucción-construcción

OPINIÓN
CARTAS
Destrucción-construcción
Miguel Higueras Pérez./Granada.
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Sr. Director de IDEAL: El 14 de noviembre pasado, Juan Calatrava Escobar, Director de la ETS de Arquitectura de la Universidad de Granada, escribía un artículo titulado Granada y la arquitectura contemporánea: otra vez. En dicho artículo, a la par que pedía mesura, debate profundo y diálogo fluido, arremetía contra aquellos que, so capa de una dudosa representatividad ciudadana, emitían sólo insultos en vez de críticas ponderadas, congelados como están en el siglo XIX, contra las realizaciones de los modernos arquitectos que, salvo algunos (¿por qué no se dicen sus nombres?), son el no va más. El tufo que desprendía el artículo del señor Calatrava era de un corporativismo lógico, si por lógico entendemos, en este caso, la comunión de diversos intereses. Pero si alguien nos pide a los ciudadanos granadinos que midamos nuestras críticas sobre determinadas obras arquitectónicas, ¿por qué se adopta, por parte de quien debería responder aún con más mesura crítica, una posición tan radical que sólo transmite descalificación hacia los que defienden también sus posiciones mediante la descalificación, según se nos dice? Puede que haya habido gente con un inmoderado afán de desprestigiar a los arquitectos. ¿Pero es que acaso no hay en Granada ni un solo justo para el director de la ETS de Arquitectura que nos devuelva la esperanza de la salvación? ¿O sólo se admiten las opiniones de los expertos, de los académicos? ¿Y el resto qué? Es verdad que a veces los ciudadanos nos fijamos exclusivamente en valores tan relativos como lo bello o lo feo. ¿Pero qué quieren pedirnos más, señores académicos, si cuando criticamos la forma del pasadizo construido en la famosa muralla, de apenas un metro de ancho, se nos llama ineptos porque nos da miedo? El caso es que estos asuntos de la arquitectura sí pueden estar sometidos al control democrático de los ciudadanos. Porque la ciudad la tenemos considerada como nuestra casa; por ello la amamos de igual modo que muchas veces la sufrimos. Es verdad que a los ciudadanos no nos corresponde opinar sobre qué tipo de vacunas han decidido ponernos los médicos de un hospital; pero en lo concerniente a cuestiones urbanísticas, sí que podemos ejercer nuestro derecho democrático a opinar. Y a veces es bueno, como ahora sucede, que las voces de los responsables técnicos, que algo tienen que ver con el urbanismo en Granada, salgan de sus despachos para conocerles, aunque para ello sea necesario algún tipo de exabrupto, sobre todo cuando no se entiende muy bien qué diablos hay detrás de conceptos tales como construcción-destrucción o de memoria consolidada e innovación. Me gustaría que el señor Calatrava explicara cuál es el sentido objetivo de estos conceptos aplicados, por ejemplo, a la Alhambra, a la Catedral, al Paseo del Salón, al Camino de Ronda, a las aberrantes urbanizaciones del área metropolitana, etc. Y otra cosa más: ¿existe realmente el sentido objetivo a la hora de ordenar arquitectónicamente a una ciudad como Granada? ¿Cómo se determina eso?

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