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«Cuando alguien sube a una patera es para luchar por la vida»

– «Cuando alguien sube a una patera es para luchar por la vida»
Un chaval marroquí que desembarcó en Motril en el verano de 2004 cuenta cómo, con esfuerzo, ha logrado ser carpintero y comprarse una casa en su tierra.

Con tan sólo dieciséis años, Mustafa El Arzi, agarró con fuerza los 1.000 euros que su abuelo le prestó para viajar en patera. A pesar de que sus padres se lo prohibieron y de que el miedo le hacía temblar, este joven se montó en la embarcación porque confiaba en que su oportunidad estaba lejos de la calidez de su casa y la miseria de su tierra. En alta mar las cosas no fueron fáciles. Tampoco las primeras horas cuando la barca llegó a Motril. Ahora aquel chaval que llegó muerto de hambre y de sed hace ya tres veranos, es todo un hombre que ha encontrado trabajo y que paga poco a poco la casa que se ha comprado en Marruecos. La inmigración no es un cuento de hadas, pero esta historia sí tiene un final feliz.

Arropado por Alicia Martín Montalbán, psicóloga y subdirectora del CAI Ángel Ganivet de Granada, donde vivió Mustafa, este joven marroquí que ya ha cumplido los 19, narró ayer su lucha por la supervivencia en un curso de la UGR, que tiene lugar en Almuñécar y que analiza la imagen social del menor emigrante.

-¿Cómo fue tu viaje hasta la Costa granadina? ¿Cómo se sobrelleva esta difícil travesía?

-Fue muy dura porque estuvimos sin comer y sin beber. Yo era el único niño. Viajé pensando que me iban a devolver porque no sabía que a los menores los dejaban aquí, pero tenía que intentarlo. En la patera se habla de todo. Estuvimos charlando para que el tiempo pasase más rápido.

-¿Qué sientes cuando ves por la tele la llegada de pateras cargadas de niños?

-Me da mucha pena, sobre todo de los que son más pequeños. El viaje es muy malo, pero cuando alguien se sube a una patera es que está luchando por la vida.

-¿Eras consciente de que podrías haber muerto, de que ese dramático periplo entraña mucho peligro?

-Sí, sabía que podía morir, pero tenía que tirar para adelante. Allí es muy difícil encontrar trabajo y tenía que conseguir uno aquí. El dinero está muy mal repartido sobre todo en mi tierra, aquí no. Hay reyes que no saben cómo distribuirlo.

-¿Qué te dijo tu abuelo cuando te prestó el dinero para poder llegar a Motril?

-Que si llegaba aquí y trabajaba que se lo devolviera (risas). Y ya lo he hecho, y con intereses.

-¿Cómo fueron esos primero días en el Centro Ángel Ganivet de Granada, donde te enviaron?

-Al principio fue complicado porque conocí gente muy diferente a la que estaba acostumbrado. Chinchaba a mis compañeros para conocerlos y hacer amigos. No sabía ni una palabra de español y poco a poco fui aprendiendo cómo son las cosas aquí. Los educadores me ayudaron mucho. Lo hacen bien porque son buenos cuando tienen que serlo y duros cuando lo necesitamos.

-¿Qué es lo que más te gustó de la ciudad?

-La Alhambra, sin duda, la he visitado por dentro y me ha encantado.

-¿Qué dejaste atrás ?

-El cariño de mi madre. Las vivencias con mis hermanos.

-¿Has encontrado el trabajo que esperabas?

-Sí. Gracias a los que me han ayudado, recibí un curso de formación para poder trabajar. Ahora soy carpintero y un empresario me dio la oportunidad, un empleo. Vivo en un piso de alquiler y me estoy comprando una casa en Marruecos que terminaré de pagar en un par de años.

-¿Volverás a tu tierra?

-Sólo si mi novia, que es española, quiere venir conmigo.

-¿Qué más cosas aprendiste en los centros en los que has estado?

-Cómo relacionarme con la gente y también he aprendido a cocinar. Mi madre me enseñó a hacer cous-cous y pastela y aquí pizza y arroz a la cubana que es mi comida preferida.

-¿Crees que el mal comportamiento de algunos chicos del centro empaña la buena actitud de otros?

-Si algunos lo hacen mal y la gente los ve drogarse en la calle, pero no somos todos así. Ellos lo estropean un poco.

-¿Te has topado con el racismo?

-Sí, más entre la gente mayor que con la joven. Si apareciese un genio mágico le pediría que nos tratasen bien que no nos dijeran: Tú eres moro, vete a tu país.

-¿Tienes algún sueño?

-Sí, ya lo he cumplido, era llegar a España.

-¿Eres feliz?

-Hombre, eso está claro.
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