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Con la jubilación en los talones

Con la jubilación en los talones

Manuel Román es catedrático de Química Analítica. Tiene 70 años y después de 51 se separa de \’ella\’. La Universidad. Ha sido maestro de maestros y un \’tipo duro\’, aunque no tanto como los de las películas del Oeste que tanto le gustan y admira

-¿Dónde tiene usted su casa?

-Yo no tengo casa, señorita. Mi casa es la tierra. El horizonte son las praderas y mi techo es el cielo.

-¿No le gusta ningún lugar, Cole?

-Sí. Me gustan todos. Los lugares son maravillosos para cruzarlos.

-¿Sabe usted que es un hombre muy atractivo, señor Hardin?

-No, señorita. Sólo sé que soy un hombre muy cansado.

(El forastero)

Manuel Román Ceba ni es ni aparenta ser un hombre cansado. A sus 70 años mantiene una energía y agilidad que agota. Física, química y mental. Sube y baja escaleras, recorre pasillos, entra y sale de las aulas, atraviesa laboratorios y charla e intercambia opiniones a una velocidad de vértigo para alguien que, con calma y serenidad temprana, trasnocha. Su vitalidad abruma. Está en la Facultad de Ciencias. Sección de Química. Departamento, Química Analítica. En su amplio despacho apenas quedan objetos por recoger. Las estanterías están ya casi vacías, los cajones desalojados, la mesa, sillas y suelo, expeditos de libros y papeles. Queda poco por ordenar y guardar. Algunos cuadros, antiguas fichas de alumnos que no quiere romper, y poco más. Hasta el \’fixo\’ se resiste a aparecer y el ordenador, por supuesto, no operativo. Deja la que ha sido su casa, su hogar profesional y vocacional, después de 51 años. La Universidad. Cinco años como alumno y 46 como profesor. Se jubila pero, a partir de ahora, le esperan otros horizontes, otros maravillosos cielos y praderas, como diría Hardin.

Por lo pronto, en su casa familiar le aguardan -para desesperación de su mujer, Loli- más de 3.000 películas que, con mimo, ha ido coleccionando a lo largo de toda su vida. De Beta, VHS y DVD. Sus preferidas, las del Oeste. Y entre todas, \’El hombre que mató a Liberty Valance\’. «Sé que no es muy científico, pero me relajan, no me crean ninguna inquietud mental y, a veces, necesito desconectarme».

DE LA FACULTAD A CASA

-Sheriff, la viuda de Gómez va a tener un niño.

-Déle mi enhorabuena a Gómez.

-Pero sheriff, ¿Gómez murió hace más de un año!

-Siempre dije que Gómez era uno de esos tipos que siguen dando guerra después de muerto.

(Dos cabalgan juntos)

Este viejo profesor (cariñosamente hablando) no es de los que piensa que algo morirá dentro de él con su jubilación. Y, mucho menos, de los que seguirán dando guerra. «Volveré al departamento de vez en cuando, visitaré a mis compañeros, tomaremos café, charlaremos, intercambiaremos ideas y, si me necesitan para algo, saben que siempre podrán contar conmigo, al menos con un consejo (si me lo piden, claro)».

Sí es consciente de que a partir de ahora, cuando todas las mañanas salga de su casa del Camino de Ronda, sus pasos lo encaminarán inconscientemente hacia la Facultad de Ciencias. Han sido muchos los días, muchas las semanas y no menos los años haciendo el mismo recorrido. Pero «poco a poco me iré adaptando. Pienso que a partir de ahora empieza un periodo interesante en mi vida. Distinto, eso sí. He cumplido una etapa, he trabajado todo lo que podido -y más- y ahora creo que ha llegado el momento de descansar. Tengo muchas libros pendientes de leer, películas que ver, estar con mis nietas, entrar y salir libremente sin horarios porque, la verdad, hasta ahora no he tenido tiempo para hacerlo. ¿Vacío ante la jubilación? Ni mucho menos. Otra etapa para vivir y seguir viviendo».

DE ALQUIFE A GUADIX

– Hay muchas dificultades.

-Demasiadas.

-Entonces, ¿nos vamos?

-No Reduciremos las dificultades.

(Los siete magníficos)

Más que dificultad para vivir, lo que impulsó al padre de Manuel Román a abandonar Alquife, donde trabajaba de chófer para la compañía inglesa que explotaba las minas y dónde él nació, fue buscar un mejor futuro para su mujer y sus hijos. Tuvo cinco, aunque uno de ellos murió de tosferina con cuatro años. Él, Manuel, sólo tenía nueve meses cuando su familia dejó la localidad minera para trasladarse a Guadix donde su padre compró una parada de taxi. Y fue en Guadix donde echó sus raíces, estudió, transcurrió su infancia, adolescencia y juventud y donde, también, pasó los momentos más amargos y duros de su vida, hoy, lejanos, pero no en el olvido. Y es que Guadix imprime caracter.

Tenía 10 años. Su padre había muerto. De la Guerra Civil volvió enfermo y nunca se sobrepuso a la enfermedad. ¿Cuál? No se sabe. Ni la química -de la que él sería especialista- ni la medicina, supieron ni saben explicar cómo se somatiza el sufrimiento, ese dolor de los sentimientos que nada tiene que ver con el dolor del cuerpo.

La austeridad, el trabajo, una sólida guía como fue madre o, quizás el conjunto de todo, fue lo que le enseñó a caminar con fuerza en la vida. Ya se lo decía la matriarca familiar a todos sus hijos: «No os van a regalar nada. Si se os presenta una oportunidad, ¿aprovechadla!».

Y así lo hicieron. Todos a una. Ana, su hermana mayor, hoy con 80 años y ya jubilada, estudió Magisterio, Filosofía y Letras (por libre) y sacó unas oposiciones al Ayuntamiento de Guadix que permitió a la familia vivir sin tanta precariedad. Él, estudió en la academia de Nuestra Señora de las Angustias, tutelada por el Instituto Padre Suárez y recuerda que todos los veranos, desde que cumplió los 15 años, se los pasaba dando clases para aliviar la economía familiar. O sea, llenar la alacena porque otros lujos no existían. Asignaturas pendientes, reválidas. Su hermana Ana aportaba sus conocimientos en las materias de letras; él, en las de ciencias. De la mañana a la noche. Un día tras otro, semana tras semana. Quizás entonces arraigó en él su vocación docente, mucho más que la investigadora o la de gestión.

«Es curioso. A mí en Guadix no me conocen como Manuel Román, sino como el ¿hermano de Anita!».

Sus otras dos hermanas, Carmen y Mari, la menor, también estudiaron Magisterio. Carmen, ha sido maestra en Guadix toda su vida. Mari, sigue en activo en un colegio de Gines (Sevilla).

Así lo definía su mujer, Loli, con cierto humor: «Me he casado con un hombre que tiene madre y tres hermanas y, yo, cuatro suegras».

DE CURA A QUÍMICO

-En donde nacimos, para no morir de hambre había que elegir entre ser cura o bandido.

(El bueno, el feo y el malo)

Bandido, no, pero sí cura o médico. Eso es lo que la madre de Manuel Román quería que fuera su hijo cuando terminó el Preuniversitario. Pero a él, lo de ser cura no le convencía mucho pese a la profunda religiosidad de su familia, y lo de médico, la verdad es que tampoco le apasionaba. Y así fue como, un tanto a ciegas, y sin saber mucho de lo que iba la carrera, se matriculó en Químicas. Y es que en aquel año de 1956 la Universidad de Granada sólo ofertaba esta especialidad en Ciencias. Después llegarían Geológicas, Física, Biología, Matemáticas .

Ni que decir tiene que pudo trasladarse a estudiar de Guadix a Granada gracias a una beca del Colegio Mayor Isabel la Católica. Dos plazas para 56 candidatos y una dura prueba de acceso escrita. La obtuvo junto a otro alumno de Almería que también se matriculó en Químicas. A cambio, un buen comportamiento y aprobar el curso completo con un mínimo de notable. Y claro que lo consiguió. A los 23 años acabó sus estudios y a los 24, antes de volver a la Universidad para realizar su tesina y posterior tesis doctoral, se permitió un año de \’desenfreno\’, algo casi imposible de creer con un curriculum tan serio y ejemplar si él mismo no lo cuenta.

«Fue en Motril. Acababa de terminar la carrera y me salió la oportunidad de dar clases en el Colegio de Los Agustinos. Fueron sólo unos meses pero ¿qué meses! Allí gané mi primer dinero y es el que más y mejor he disfrutado en mi vida. Fue un dinero ¿para fundir! Y me lo fundí. ¿Y es que éramos tan jóvenes!».

-Los cementerios están llenos de hombres que fueron muy jóvenes y muy orgullosos».

(Los siete magníficos)

-Ser joven es una etapa pasajera en la vida y pienso que más que ser orgullosos hay que ser dignos y no decir a todo que sí. El hombre auténticamente libre es el que sabe decir que no.

DE MOTRIL A LA VICARÍA

-¿Sabes lo que dijo el indio cuando le preguntaron por qué él iba a caballo y su mujer andando?

-…Ella no tener caballo.

(Cuatro tíos de Texas)

Dolores Victoria González García -Loli- sí tenía caballo cuando conoció a Manuel Román. Era una joven estudiante de Químicas -posiblemente una de las pioneras- que entabló amistad con el que sería su marido en segundo curso de carrera, aunque hasta quinto no se formalizó el noviazgo. Se casaron, tuvieron dos hijos, un niño y una niña -ésta última profesora Titular de Ciencias Económicas en la Universidad de Almería y vicerrectora de Ordenación Académica- y entre cacerolas, fogones y biberones (como suele decirse y la realidad certifica) realizó su tesis doctoral y hasta logró ser profesora Titular de Química Analítica.

-¿Los dos compartiendo casa y trabajo? Ufff

-Bueno, pues así ha sido, aunque siempre hemos intentado no interferir en el trabajo del otro y en casa hablar lo menos posible de nuestra actividad profesional.

-¿Existe una fórmula química para mantener 44 años de matrimonio?

-El matrimonio es algo muy difícil. Las crisis existen y mentirían quienes digan que no. Unos las superan y otros no, pero en la vida no se pueden dar recetas. Yo, la verdad, me siento incapaz de decirle a alguien lo que tiene que hacer en su matrimonio o como educar a sus hijos. Pero, sí, que hay que saber escuchar, saber comprender y, en justa correspondencia, que te escuchen y te comprendan.

-Nada ocurre que no esté escrito. Hay que dar tiempo al tiempo.

(El Álamo)

-No es cierto que nada ocurra que no esté escrito pues ello nos llevaría a no luchar en la vida. Una sana ambición de progreso y mejora en las relaciones con los demás, es confortable y placentera pues los muy ambiciosos se suelen caer del caballo y romperse la crisma. Hay que dar tiempo al tiempo como dice el Eclesiastés. Hay tiempo para arar, tiempo para sembrar y tiempo para recoger.

DE SANCHO EL FUERTE AL PANZA

-Creo, muchacho, que voy a enseñarte a disparar rápido.

-Si practico contigo, tal vez llegue a disparar más rápido que tú.

-Te recomiendo que no intentes comprobarlo.

(Encubridora)

Manuel Román se define a sí mismo como una persona, un profesor, exigente, serio, sistemático y constante, aunque «siempre intentando ayudar». En la Universidad, y entre sus alumnos, ha tenido fama de \’duro\’ -un \’hueso\’, vámos- de los que no ha regalado nada a nadie pero, tampoco, de haber negado nunca una segunda oportunidad. En su último examen todos los alumnos pensaban que iba a dar aprobado general, por aquello de \’hacer una gracia\’ por su jubilación. Pero no fue así. Suspendió a dos.

-¿Cómo iba a aprobar un examen con un 1,5 y otro con un 2?, se pregunta con cierto malestar. Malestar que da paso a la templanza cuando reconoce que sí, que ha exigido mucho en clase, pero que también ha querido siempre ayudar a sus alumnos. De hecho, cuando corregía sus exámenes, anotaba al margen con lápiz los errores que habían cometido para que pudieran saber en qué se habían equivocado. Incluso, cuando algún alumno se quedaba en el 4 y no estaba para aprobar, les ponía en acta un \’no presentado\’ para que no perdiera la convocatoria.

-¿Es que la edad le dulcificó el carácter?

-Bueno, ya se sabe. Uno empieza siendo Sancho \’el Fuerte\’, después se convierte en Sancho \’el Bravo\’ y termina como Sancho Panza

Lo que nadie le discute es que ha sido maestro de maestros. Maestro de numerosos catedráticos y profesores titulares de Universidad, maestro de decenas de catedráticos y agregados de Instituto y maestro de miles de alumnos que, aún hoy, le paran por la calle para saludarlo, decirle, y él escuchar lo que más le puede satisfacer a un profesor: «Usted me enseñó », «Aún recuerdo cuando usted nos decía », «De usted aprendí ».

«Sí, la enseñanza me ha dado más satisfacciones que la investigación o la gestión . No hay nada que me haga más feliz que alguien me diga que fui su maestro».

DEL PROCEDER Y EL DINERO

-El mundo se divide en dos. Los que tienen el revólver cargado y los que cavan…

(El bueno, el feo y el malo)

-La vida de un hombre no vale nada si no vive de acuerdo con su conciencia.

(La gran prueba)

-Sí, pienso que nunca hay que arrasar ni con los hechos ni con las palabras. Lo que la conciencia dicta, por lo menos a lo que a mi respecta, es que hay que defender a los más débiles y poner en su sitio a los poderosos y fuertes. Siempre, hay que ponerse en lugar de los demás.

-¿Por qué vuelves a esta carnicería?

-Por dinero.

-Ese dinero te traerá remordimientos.

-Remordimientos ya tengo. Lo que no tengo es dinero.

(El último cazador)

El viejo oficio de profesor no le ha permitido a Manuel Román ser, lo que se dice, un hombre rico aunque sí permitirse algunos caprichos. Entre ellos, la numismática, una afición que ha contagiado a algunos compañeros del departamento de Química Analítica. Tiene una amplia colección de monedas desde el siglo XVIII hasta la actualidad, aunque se lamenta de tenerla un poco abandonada. Monedas, muchas. De plata, muy pocas. De oro, ninguna. «El dinero no llegaba para tanto».

-Dinero, poder, riqueza…

-Ninguna de las tres cosas sirve si no puedes dormir tranquilo, si no consigues el aprecio de los demás y si no das ejemplo público a los miembros de la sociedad que nos rodea. Desnudo nací, y desnudo me he de morir…

DE LA AMISTAD Y LA POLÍTICA

-¿Por qué no se fía de los hombres?

-Porque una vez me fié de uno.

(Tierras lejanas)

-No he venido a buscar camorra, Sr Lonegan.

-Llámame Burt. Los amigos me llaman Burt.

-Como usted quiera, señor Lonegan.

(Johnny Guitar)

-¿Ah la amistad! Amigos verdaderos se tienen muy pocos. Los que se conservan son generalmente los de la juventud y algunos que han sido compañeros en el trabajo diario, que no piden nada y están dispuestos siempre, sin contraprestaciones, a hacerte un favor y estar a tu lado en los momentos difíciles, como en la enfermedad. Son leales y no envidiosos. Con ellos se puede contar siempre.

Y, para terminar .

-Cuando la leyenda es más grande que la realidad, se imprime la leyenda.

(El hombre que mató a Liberty Valance)

-Así es. Es muy difícil luchar contra la leyenda aunque sea falsa.

THE END
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